La Última Vez que Te Perdí

Parte III: 

PARTE III: EL MUSEO DE LA CULPA

La puerta de acero reforzado requería código biométrico y reconocimiento de retina. Dentro, la temperatura se mantenía constante a dieciocho grados centígrados, la humedad al cuarenta y cinco por ciento. Condiciones perfectas para preservar... evidencias.

Edmón encendió las luces. Fluorescentes fríos revelaron lo que era, esencialmente, un archivo de su propia condena.

Las paredes estaban cubiertas de fotografías, documentos, recortes de periódicos, todo organizado en paneles verticales. Doce paneles. Uno por cada ciclo completo.

Se acercó al primero, el más antiguo. La pintura original que había hecho de Catherine en 1624, un año antes de su muerte. Óleo sobre madera, los colores todavía vibrantes a pesar de los siglos. Catherine sonriendo, con un vestido azul pálido, flores silvestres en el cabello. Tenía veintitrés años en esa pintura. Hermosa en la forma en que el amanecer es hermoso: simple, luminoso, inevitable.

Debajo de la pintura, en su caligrafía antigua (había tenido que aprender a cambiar su letra seis veces para evitar sospechas), había escrito:

"Catherine de Beaumont. Ciclo 1. 1602-1625. Muerte: herida accidental de espada, causada por mi mano. Linton de Ashford: asesinado por mí. El origen de la maldición."

Se movió al segundo panel. Una miniatura en marfil, estilo rococó. La misma mujer, diferente nombre.

"Colette Mercier. Ciclo 2. 1767-1792. Muerte: asesinada por Laurent Durand (Linton reencarnado) durante carnaval de París. Laurent: asesinado por mí en venganza. Falla: mi felicidad despertó su violencia."

Tercer panel. Un daguerrotipo temprano, la imagen fantasmagórica de una mujer de perfil.

"Eleanor Hartwell. Ciclo 3. 1889-1914. Muerte: shock traumático tras suicidio de esposo William Ashford (Linton reencarnado). Falla: mantenerme alejado no fue suficiente. El desequilibrio persiste."

Así continuaban. Doce vidas. Doce mujeres que eran la misma alma. Doce hombres que eran el mismo obsesivo. Doce tragedias con ligeras variaciones.

En algunos ciclos, Linton la asesinaba por celos. En otros, se suicidaba y ella moría de pena. En uno particularmente brutal (Ciclo 7, 1943, Berlín), ambos murieron en un bombardeo mientras Edmón observaba impotente, demasiado tarde para salvarlos.

Cada ciclo le había enseñado algo. Cada falla lo había acercado a comprender la verdadera naturaleza de su castigo.

No era simplemente que Catherine y Linton debían morir de causas naturales en la misma vida. Era que debían vivir vidas completas, felices, sin su interferencia destructiva. Era que Edmón debía convertirse en el arquitecto de su propia exclusión, el guardián invisible de un amor que nunca podría reclamar.

Se detuvo frente al panel doce. Todavía vacío. Esperando.

"Ciclo 13", había escrito en la parte superior. "2025-?"

En el centro del panel, había clavado una impresión de pantalla. Un perfil.

Catherine Berenice, 32 años. Arquitecta Especialista en Restauración Histórica. Ciudad Portuaria, Europa.

La fotografía de perfil mostraba a una mujer de cabello castaño ondulado cayendo sobre los hombros, ojos del color de la miel bajo luz matutina, sonrisa profesional pero con un toque de tristeza en las comisuras. Llevaba un suéter color crema y aros discretos.

Era ella. Siempre era ella.

La misma curva de la mejilla. La misma forma de los ojos. La misma pequeña marca de nacimiento (que ella llamaba lunar, que él llamaba mapa de navegación) justo debajo del lóbulo de la oreja izquierda.

Edmón había encontrado su perfil hace seis meses, después de años de búsqueda. Había pasado esos meses preparándose, investigándola, construyendo el escenario perfecto.

Y junto a su foto, había clavado otra impresión.

Dr. Linton Ashford, 38 años. Psiquiatra, Director de Consulta Privada. Especialidad: Trastornos Obsesivos y Trauma Relacional.

Un hombre atractivo en la forma convencional: cabello rubio oscuro perfectamente peinado, lentes de diseñador, sonrisa profesional. Ojos azules que, si uno miraba con suficiente atención, contenían algo demasiado intenso para ser completamente cómodo.

También era él. Siempre era él.

El mismo observador obsesivo. El mismo hombre que amaba lo que no podía tener hasta que ese amor se convertía en veneno.

Edmón había pasado las últimas semanas maniobrando las piezas. Había comprado el Hospital San Cristóbal, un edificio del siglo XVII en ruinas, específicamente porque sabía que Catherine había estado presentando propuestas para su restauración. Había manipulado el proceso de licitación para asegurar que su propuesta ganara.

Había investigado a Linton Ashford, identificado sus fragilidades psicológicas, sus patrones. Este Linton era funcional, exitoso, pero con TOC leve y episodios de ansiedad. Manejable. Estabilizable.

Había orquestado que Linton fuera contratado como consultor de salud mental para el proyecto de conversión del hospital en un centro de bienestar.

Catherine. Linton. Edmón.

Las tres piezas del triángulo eterno, reunidas una vez más.

Pero esta vez sería diferente.

Esta vez, Edmón no cometería el error de amarla abiertamente. No despertaría los celos homicidas de Linton con su felicidad. No se alejaría tanto que su ausencia creara desequilibrio.

Esta vez, sería el benefactor invisible. El mentor. El guardián en las sombras.

Esta vez, Catherine y Linton vivirían. Se amarían. Envejecerían juntos.

Y Edmón sería libre de la maldición.

O Catherine y Linton. morirían en el intento. Otra vez.




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