La UtopÍa Del Tiempo.

PRÓLOGO

 

¡Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo...!

¿Qué se supone que debo hacer?, abrir los ojos, alejarme, correr, llorar, reír... por más que lo pienso no tengo ni la más mínima idea.

¿Cómo es que en los libros no te dicen eso?

Sentir los labios de un chico sobre los míos es una sensación totalmente extraña, su roce hace que mi mente se pierda totalmente, esto es increíblemente bueno y raro, a decir verdad. Es la primera vez que lo hago y no sé que demonios debo hacer, y digamos que él no ayuda mucho, ahhhh... esto es horrible.

Ya ni sé que estoy pensado, ¿es bueno o malo?, decídete, Hal.

Separo mis labios de los suyos aún sin abrir los ojos. Aunque solo fue un pequeño contacto, sin ningún movimiento alguno, fue tan nuevo para mí.

Abro mis ojos para encontrarme con los suyos viendo directamente a los míos mostrando asombro reflejado en ellos. Sus labios separados ligeramente.

—Ehh... ¿Hal?—preguntó confundido.

—Lo siento...—baje la mirada, avergonzada—solo quería... saber... no sé... como se sentía, lo siento.

Él me mostró una sonrisa acariciando mi cabeza revolviendo ligeramente mi cabello.

—No te preocupes—se dio la vuelta abriendo la puerta del armario para irse—. Llevaré esto—levantó la mano derecha mostrándome el video juego por lo que principalmente había venido—. Te veo pronto.

—Adiós...—susurré sin que él me escuchara.

Golpeé mi cabeza contra la puerta del armario por donde él había salido como si así se fuera un poco mi vergüenza y arrepentimiento, y regresara mi dignidad y autoestima.

Nunca más lo voy a poder ver a los ojos sin morir de la vergüenza.

No salí del armario hasta que dejé de escuchar ruido desde la sala donde él se encontraba jugando videojuegos con mis hermanos.

No sé en lo que estaba pensando, o mejor dicho, no sé porque sigo pensando en ese momento. Ya me había tomado un baño, comido y hasta intentado ver una serie, pero la imagen de su estúpido y maravilloso rostro no se iba de mi estúpida y masoquista cabeza.

Adiós a mi récord de once años sin acercarme a un niño.

Creo que esa no fue la mejor decisión de todas, supongo que a veces las mejores decisiones se toman pensando en el futuro.




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