La Vecina

Capítulo 3

 

—Vaya vecino Alex viene distraído. —El inmediatamente subió la vista del piso, pensativo en cuanto costaba una moto de última generación. Y vio a la espectacular figura de Aleisha.

—¡Ay vecina! Solo pensaba en algo.—Agrego rápidamente.

—Te vas a hacer daño si solo piensas sin descanso, sin haberte dado cuenta pasaste una calle más. —Miro para atrás, y la había cagado, se pasó de su casa, y llego hasta la de la vecina, enseguida se sonrojo.

—Diablos.—Musito bajito sin que ella lo escuchara.—¿Qué cosas?

—Pensabas algo importante parecía. —Ella se inclinó un poco para ver que estaba pasando con el muchacho.

—Sí. Un poco.

—¿Que era? ¿Si se puede saber?

—Una moto.

—Moto.

Parecía sorprendida.

—Sí. Una moto, para transportarme.

—No crees que si te pierdes caminando, te puedes hacer daño en una moto.

—Probablemente. Pero seguro que prestare más atención, sino vendré a estacionarla aquí en tu casa. —Ella rio un poco.

—Entonces me llevaras para todos los lugares.

—No.—Ella inmediatamente frunció el ceño.

—¿Porque?

—Me estarías solo usando.

—¿Crees que soy tan mala?—Aleisha parecía indignada.

—No.

Trato de reparar.

—¿Entonces?

Exigía una respuesta había ofendido su honor, tampoco es que era un tipo igualado.

—Pues no lo sé, si solo te llevo a todos los lugares en los que quieras estar, sería como un trabajador, cómprate un chofer.

—No se puede comprar uno, se les paga un sueldo. Y además solo lo decía como cumplido.

—Pues ser un chofer no me da nada de cumplido. —Frunció el ceño.

—Claro que no te estoy diciendo que seas mi chofer. Solo que deberías llevarme a la ciudad en tu moto, al centro y las discotecas.

—Casi no frecuento las discotecas.

—¿Porque?

Parecía interesada en la vida de Alex, aunque no se conocían en lo absoluto.

—No me gusta.

—Qué raro siempre a la gente le gusta.

—Pues a mí no en lo absoluto.

—Pareces un viejo.

—Gracias

—Solo era una broma, no te lo tomes a mal.

—En realidad me lo han dicho mucho, ya me acostumbre.

—A que te dijeran viejo.

—Sí.

Aleisha estaba asombrada por aquellas declaraciones que estaba dando el joven Alex quien se murmuraba que era gay porque nunca nadie se le había visto con una chica de su lado.

—Pues vaya que eres un muchacho extraño.

—Si en realidad ser anormal me gusta, no soy como el resto.

—Pues eres muy honesto conmigo a pesar de que no te conozco bien.

—Hay que ser honesto con la gente, porque si no ellos no serán honestos contigo. Esa es mi lógica.

Eso le gusto a Aleisha.

—Pues vaya que lógica más buena, tiene sentido.

—Claro.

—¿Cuántos años tienes?

—26, pero cumpliere 27 el martes que viene.

—Pues ala, que bien cumplirás años de manera formal.

—Sí. Tratare de hacerme un pastel.

—¿No tienes a alguien que te lo prepare?

—No. Vivo solo, mi mama esta en otro condado, y papa murió hace tiempo.

—Lo siento.

—No nada que ver, uno siempre se acostumbra a los cambios de la vida.

—Espero que la pases bien el día de tu cumpleaños.

—Tranquila encontrare la forma de apañármelas. Tal vez venga después de la tarde, para decirte como me fue.

—Genial me parece divertido, pero tienes que tener cuidado, siempre puedo ser la chica con la que las novias se alarman. Después tu chica creerá que somos…

—No tengo novia.

—¿Oye y eso? ¿Porque no?

—Siempre termino con cachos.

—Pobre.

—No pretendo dar lastima.

—Tampoco lo dije.

—Bueno. ¿Y tú no se incomodara tu novio si vengo?

—Yo tampoco tengo novio.

—Te devuelvo la pregunta ¿Y eso?

—Me parece que no hay hombres buenos en la faz de la tierra.

—Oye no nos hundas del todo. Los hombres tampoco somos tan malos. Piensa si lo fuéramos, no hubiéramos dejado que las mujeres sean la dueña de la casa.—Le causo risa.




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