La Vecina

Capítulo 4

 

Aleisha, pensó en lo mono que era Alex, se comportaba como un niño fiel, no le gustaba guardar secreto alguno, mientras que en su mente se hacía algunas ilusiones, No podía ver con aprecio a sus músculos fornidos que pudo ver con resabio por las brechas más mínimas de su ropa Tampoco lo podía ver a él. Pero por alguna razón sintió que aquella piel de terciopelo un poco quemada, debía sentirse bien. Muy bien. Las motocicletas dejaban una buena musculatura. 
Deseo un poco escabullirse en ese pecho grande y duro. ¿Cuantas veces había querido tener a un chico lindo como ella como pareja?, dejando atrás a los demás hombres que solo hablaban del futbol o del sexo. Estaba siendo algo imparcial con las cosas que tenía desde siempre, pero también quería saber más acerca del muchacho. El deseo también era algo que aprendió a apreciar en el muchacho, había pasado mucho desde que alguien la miraba solo a los ojos, el chico tenía un iris espectacular, era marrón claro combinado con algo de naranja en pequeñas facciones, cosa que le fascino. Pensaba que era una tableta de pintor, en la cual estaban combinando gamas de colores. 
Posiblemente ella estaba juzgando rápidamente antes de conocerlo, pero si resultaba como el resto de los hombres, solo pondría una prueba simple, si la pasaba, consideraría al chico como un posible candidato. Pero sino pasaba solo lo mandaría al basurero del barrio. Tendría que ser el tiempo que decidiera lo que iba a pasar, sería el tiempo el que colmara la última gota que llenara el vaso. Pensando en muchas cosas más, Aleisha se dio cuenta que eran de la misma edad. A ella le faltaba un par de meses para también cumplir su vigésimo octavo cumpleaños, de una larga vida opacada por las extremas vivencias de su vida. Pero podía creer aun en el sueño que representaba encontrar a un príncipe azul. Aunque solo existieran en los cuentos. Una decisión equivocada y la volvería lesbiana. 
 La familia de Aleisha siempre se mantenía separada, mas su tía era una de las señoras que mantenía la mejor comunicación con ella. Una buena señora en la que colaborada con ella, ayudándola en el bar que sostenía  a duras penas con los impuestos exorbitantes del estado. Pero le pagaban por estar allí, y la paga era buena, tampoco se negaba a conocer a un chico que entraba en el bar. Pero su tía exigua que no mantuviera relaciones con los clientes, en primer lugar por ser una norma de local, mientras que por otra parte, los que llegaban allí, eran todos unos borrachos. La amable tía de Aleisha se comportaba como su madre, siendo un pilar fuerte en su avance por la ciudad, sino seguramente ya hubiera desertado de lugar. 
Posiblemente estaba pasando por una edad peor a la adolescencia, no encontraba al verdadero amor platónico con el que echar raíces y terminar colmados de pasión y amor ambas partes por igual. Pero tampoco conocía las cosas del amor, las citas, las cartas, los mensajes. Todo lo correspondiente con una relación formal. Lo que conocía era montarse en un carro, irse con un tipo apuesto, que resultaba ser un narcisista alto y fornido, y terminar en una fiesta caótica, borracha y en casos hasta drogada. Pero había despertado, ahora buscaba lo que nunca había tenido, buscando reivindicarse a la senda que perdió durante todo su periodo de tiempo. Trabajo estudios, cosas que algún día decía que iba a tener. 
Hasta que apareció por un segundo su vecino, cambiando lo que pensaba de todos los hombres, pensando en que eran solo una máquina para el sexo que vivía sin corazón, sin razón, sin piedad. Pero el parecía otro espécimen. Un aura rara desbocaba a su corazón en intriga. 
Alex estaba completamente entretenido en aquel encontronazo con su vecina, aun sin quererlo había caminado una calle más hasta su casa, pensó en que quedo como un estúpido ante la chica más bella de todas. Trato de esforzarse para que no viera que estaba nervios con tan solo verla. 
No tenía que quedarse allí platicando tanto tiempo. 
Pero tampoco quería parar, sentía la necesidad de estar a su lado, le parecía que era constante ese sentimiento en el pecho que le quitaba el aire.. 
Pero también tenía aquella ilusión de verla como a una princesa medieval. 
Camino hasta su casa, cuando se echó a la puerta de ella se tiro al piso, liberando toda la presión que antes tenía en sus hombros, con un exhalo descanso su pecho, estaba cansado, tanto por la caminata, como por conversar tanto con ella, con su linda vecina.  Entonces saco una sonrisa de donde no la tenía antes, fiándose en que la vecina no estaba tan distante como creía. 
Enseguida subió al cuarto donde estaba su telescopio y vio por la pequeña mirilla  encontró a la vecina en su casa, ordenándose para salir a la calle.  Contemplaba su silueta delineada y sus amplias curvas, pero más que todo, le encantaban sus ojos, le encantaba ver como esos ojos se tornaban entre negro y castaño, como se hacían grandes y como volvían  a contraerse cunado esbozaba aquella hermosa sonría. 
Pensó en las cosas. 
Pensó en ella.
Estaba claro, tenía que intentarlo así fuera una vez, entonces se armó con valor para trazar un plan que lo llevaría a la conquista de la escena. Tenía un solo objetivo, ahora que el enemigo estaba a las puertas. Conquistar a la Reina de Barrio hasta hacerla quedar completamente enamorada… entonces tomaría cartas en el asunto, la semana que siguió como de costumbre, él fue a sus entrenamiento de motocross, entonces paso la semana entretenido, el lunes antes de su cumpleaños paso dos horas encerrado en su casa haciendo un pastel digno para que ella comiera de él, como no sabía hacerlo busco algunas recetas en internet, aunque fallo, tampoco podía hacerlo, sin alguna experiencia de cocina, —Aunque vivía solo compraba la comida de algún restaurante— entonces lo mejor fue ir a una panadería con discreción, y luego compro un pastel que se veía impresionante, lo llevo en un taxi con extremada cautela que ella no viera que estaba comprando un pastel, y poco después se metió a la casa, lo introdujo en la nevera y se acostó a dormir pensando que todo iba a estar bien, practicando lo que diría para no quedar mal en frente de la chica, esperando que otra vez esa sonrisa se esbozara y le quitara el aliento. 
La mañana siguiente en el día de su cumpleaños, lo primero que hizo fue revisar su Facebook, hasta que encontró colmado de felicitaciones su bandeja de notificaciones, todos los amigos de la universidad, y los de la infancia se recordaban que hoy el cumplía años. A todos le respondió en breves reseñas, como era de costumbre los martes, fue a la universidad, en donde se consiguió con algunas de sus amistades, más lejanas. Entonces disfrutaron mucho, hasta que volvió a casa, ya estaba comenzando la tarde, estaba empezando a caer el sol. Alex se bañó y se puso su mejor vestimenta, saco el pastel, y entonces lo puso en una caja, se colocó un perfume que era extremada mente fuerte y poco después bajo las escaleras de la casa, para ir a donde su vecina como había pactado. 
Antes de salir de casa, se dio cuenta que las nueves estaban un poco negras, pero jamás pensó que la lluvia llegaría. 
Camino dos pasos, y un enorme aguacero descargo encima de él. Alex preocupado por su atuendo, estaba más preocupado por su pastel, entonces corrió rápido calle abajo hasta llegar a casa de Aleisha, donde grito tres veces su nombre con rapidez. 
La chica abrió a puerta viendo por un orificio, se e impresiono y quedo como una piedra cuando vio a Alex con un pastel en sus manos, debajo de aquel torrencial aguacero. Ella rápidamente sonrió algo, y abrió la puerta apresurada, entonces lo agarró del cuello y lo empujó hacia adentro de la casa.
—Estás loco.—Su cuerpo estaba completamente empapado, a pesar de que solo se había estado dos minutos bajo la lluvia, un temblor estaba capturando su cuerpo y no dejaba que sus manos dejaran de hacer ese movimiento con parsimonia y paulatinamente. 
—Venia para acá como prometí.
—Loco no hagas esas cosas. 
—Te prometí que vendría.
—¿Y?
—Cumplo mis promesas. 
Entonces en ese momento ella sintió por dentro un sentimiento extraño en donde nunca antes había navegado.
Sintió cosas por el muchacho, entonces miro fijamente a sus ojos, buscando la solución de los misterios en él. 
Buscando una solución por aquella sonrisa enigmática que ponía el chico cuando estaba con ella. 
—Voy a buscar una toalla. 
Enseguida salió de sus cabales y Aleisha busco un paño con el que secar a Alex.
El chico examino un poco el interior de la casa, era pequeña pero confortable, estaba pintada de un color rosa pastel, cortinas era largas y caían al suelo, mientras que la escalinata de la chimenea pequeña adornaban las fauces de la sala, con estantillos y con algunos muebles de madera labrados con unos detalles que eran muy elegantes y bonitos. 
Enseguida la chica regreso con una toalla.
Aún estaba sosteniendo el pastel.
—Puedes dejar eso en la mesa.
Ella se preguntaba constantemente que era aquella caja que traía entre manos el chico. 
Acto seguido descargo la caja en una mesilla, pequeña en mitad de la sala.
Rápidamente le dijo que se quitara la camisa. 
Rápidamente él puso una cara de espanto, aunque solo era para secarlo pensó la menta cautiva del chico mientras gruño un poco viendo que empapaba la alfombra lujosa. 
Con parsimonia él se quitó la camisa, estaba totalmente mojado. Aleisha veía lentamente que el cuerpo de Alex, lo contemplaba como a una estatua griega. Estaba como quería, completamente lejos de los otros hombres con los que se había acostado. Puso la camisa sobre el borde de la ventana esperando no mojar nada más.
—Qué pena que tenga que mojar todo Veci… 
—No importa.
Ella empezó su trabajo seco lentamente el pecho fornido, duro y marcado de Alex. 
Lo hacía paulatinamente solo para sentir aquel musculo tan poderoso. Con delicadeza sentía como las manos de la chica estaban pasando por encima de él, solo que lo separaba una corta capa de tela. Estaba completamente entretenida en el tórax del muchacho, hasta que bajo al abdomen hasta donde se perdía la vista y se dejaban marcar cuatro cuadros de buen tamaño, entonces seco con suavidad, los brazos también se los seco, haciendo un intervalo de tiempo para cada uno. 
La chica elevo su humor, estaba viendo aquel espectacular cuerpo fornido, se sentía un poco acalorada en aquella cuatro paredes intensas. 
El chico por dentro ardía como un lobo a plena luna llena, la chica estaba poniendo sus duras manos encima de él, ásperas y cálidas pero a la vez tan bellas y necesarias como la lluvia que estaba cayendo afuera de la casa. Tuvo que contener sus deseos mundanos, oprimiendo su miembro, conteniendo escondido una gran erección.
Rápidamente el chico empezó a disimular a toda costa la faja en su jeans. Pero los vaqueros que estaban a la moda, ya se encontraban cerca de la entrepierna haciendo que se notara mucho.  
Ella siguió limpiando
La dulce voz de la chica lo dejo conmovido, estaba claro que era muy bella como para vivir sola, su pelo era completamente un rayo de sol a pesar de la fuerte tormenta en la que estaba viviendo, los ojos comparables con el café que tomaba en las mañanas y  su piel, blanquísima, como la nieve.
Entonces él se dejó hipnotizar en la belleza de aquella afrodita.
—¿Alex que es esa caja?—Pregunto ella con su dulce voz.
Rápidamente fue a donde estaba la caja y la abrió, dejando ver un pastel de cerezas, Un trueno los interrumpió. 
—Parece que la tormenta está en su punto máximo. —Dijo ella.
—Mejor comamos pastel.
—¿Enserio?
—Lo traje para los dos. 
Enseguida la chica empezó a vocalizar gesticulaciones y exclamaciones, estaba sorprendida y hasta un poco sonrojada, al estar sola con un chico medio desnudo delante de ella, apuntando a un pastel de cereza. 
—Pero está bien que me coma tu pastel de cumpleaños.—Alex lanzo algo parecido a un gruñido de lobo antes de contestar.
—Claro. Lo traje simplemente para que comas también. 
La chica sintió algunas pinceladas en su corazón, estaba con un cosquilleo profundo en el que caía presa por efecto de los ojos del chico. Aunque explicando era un asco, ese era el único problema de Alex. 
—Córtalo tú. Eres el cumpleañero.
La chica hurgo en la cocina por un cuchillo pastelero, allí volvió con uno en la mano y se lo dio a Alex. 
—No creo que tenga que haber tanto protocolo.
—Bueno.
El chico corto el primer trozo del pastel, estaba completamente frio y duro, la nevera lo había puesto así. Pero tenía un melado delicioso. Un melado compuesto con fresas y con huevos para el color. 
Más tarde la chica como una porción, la había servido en un platillo, le gusto la forma en que Alex cortaba el pastel, porque parecía algo así como un chef, pero sin barriga de camionero y mucho más caliente. 
Entonces comieron a gusto el pastel. 
Alex tenía un poco de miedo, solo ellos dos en la casa, sin mencionar el vestido cortó que cubría a la chica. Sus pechos perfectos en los que cabían una mano de el sin ningún tipo de problema, y esa cintura parecida a la de una abeja. 
Entonces la chica se asomó a la ventana estaba lloviendo a cantaros, las goteras caían tan fuerte que hacían un sonido parecido <<Pop>> cuando caían en el concreto de la calle.
—No te vayas a ir mientras llueve. 
Alex Afirmo con la cabeza.
—Tu tampoco vayas a salir.—Contesto el chico.
—No lo creo. No lo hare en toda la noche.
—¿No tienes que ir a probar como es la personalidad de algún hombre?
El tono del muchacho estaba siendo del todo sarcástico, pero la chica no lo tomo tan ameno, y se giró poniendo los ojos en blanco, había dado en el clavo esa pregunta estaba hiriendo el corazón de piedra de la chica. Comúnmente Aleisha solo lo hubiera ignorado, mientras que lo despachaba de la casa, pero siendo esta lluvia una tormenta, y sin querer pasar algunas horas con un chico con el que la comunicación era muy mala, gracias a su infame pregunta, trato de contestar de lomas amable. 
—No. Para nada. 
—¿Entonces ya comprendiste que todo no es malo?
—No he dicho que todos pero la mayoría si, y por muchos pagan todos.
—¿Entonces yo soy malo?
Aleisha quedo completamente estática con la pregunta del hombre, no tenía como responder, así que pensó algo rápido para que se le fuera a escapar la primera tontería de sus labios. <<Tal vez no, eres un tipo diferente>> Hubiera querido contestar pero, no lo hizo.
—No lo sé. 
Un silencio abarco la tan espaciosa sala, estaba esperando alguna otra pregunta insensata del muchacho.
—¿Te gusto el pastel?
—Sí, estaba delicioso, Gracias. 
—De nada. 
Entonces el chico se asomó a la ventana, una típica ventana de cualquier casa, abrió el panel de vidrio un poco, pero un viento azotador hizo que se le escapara de las manos, y con el marco del ventanal se cortó una mano. 
Dejo escapar un gruñido, seguido de un par de maldiciones. Estaba herido. 
Su sangre chorreaba por el piso. 
—¿Estas bien?
El chico no dejo que ella se manchara de sangre, Aleisha había corrido directamente para verificar la profundidad del corte. EL la aparto con toda amabilidad, cerrando la mano, convirtiéndola en un puño para no derramar sangre encima de la alfombra, así rápidamente fue al lava platos. 
—¡Déjame Ver Alex!
Alex metió la mano debajo del grifo y soltó el agua, aunque un gran chorro salió impactando en la herida, nunca se le escucho un jadeo de dolor.  Mientras que Aleisha observaba atentamente con una mirada seria. 
—No pasó nada.—Alex reviso la herida—. Solo es una cortada leve.  
—Va a necesitar puntos.
—No.
—SI déjame ver. 
Aleisha se acercó rápidamente a él, poniendo su cuerpo a un lado del hombre, mientras que con sus dedos examinaba la cortada, la mano estaba hecha un desastre, la cortada había sido transversal y tenía una longitud equivalente a la mano del hombre. Alex estaba completamente impresionado por la mujer a la que todo le decían que caria de corazón, más en esas cuatro paredes él estaba descubriendo a otra persona. 
—Va a necesitar puntos.
—Si es profunda.—Afirmo Alex.
—Cierra el derrame con un trapo, espera aquí. 
Enseguida la chica fue en dirección a su recamara y saco un bolsillo con una inconfundible cruz de la misión roja. 
—¿Ere capaz?
—Sabes suturar.
—Algo. Estudie dos semestres de medicina. Luego lo deje. 
—Hazlo entonces. 
La voz que había puesto el chico le quito toda el alma, su profundidad al entonar las vocales teniendo un acento que la dejaba en el piso, tumbada, le encantaba cuando un hombre hacia un papel de protagonista de novela. 
—Siéntate en el mueble.
—No quiero llenarlo de sangre. 
—Hazlo.
Lentamente al escuchar las ordenes de la muchacha, lleno los ojos de alguna locura, y se fue yendo hasta el sillón, ella más atrás lo seguía con parsimonia mientras buscaba un bandeja para poner su equipo. 
—Va a doler. —Saco algo de alcohol del botiquín. Mientras también buscaba una sola cosa la aguja.—Va a ser del método ortodoxo, ya que no tengo las nuevas agujas. 
El afirmo con valentía.
La chica no entendió, tal vez era un cabeza dura, pero también era Valiente. 
Con firmeza estaba entendiendo porque no era como el resto de los hombres.
—No tengo tampoco anestesia. 
—No importar.
Si para el muchacho, la anestesia era los dedos suaves, cálidos y un poco sudados de ella. Era la única droga que quería inquirir. 
—Empezare. 
Tomo el alcohol. Entonces con un algodón lo empapo del todo en él. Luego quito el paño de la mano del chico, la sangre aun salía, pero no como antes. Aleisha estaba completamente de rodillas delante de él.  
Alex se percató de la hermosa mirada de la chica, los ojos de color café le sentaban de lo más bien 
La chica deslizo un poco el algodón por la herida.
Alex conoció el infierno, pero nunca se atrevió a dejar salir un grito. 
Aleisha admiraba la gallardía del hombre. 
Poco a poco fue poniendo la sutura, él estaba completamente sudado, pero su mirada no era vacilante, decía que siguiera, no iba a parar hasta que lograra suturar la herida completamente. 
—¿Te duele?
Aleisha estaba pendiente del estado del chico, sabía que se podía desmayar por el dolor. 
—Un poco solo termínala por favor.
Sintiendo un poco de aquel dolor insufrible, la chica se compadeció un poco y empezó a hacer las cosas más rápido pero con precisión, entonces estaba clara que el chico quería que terminaran para que se liberara de aquel inmenso dolor. Tardo quince minutos más en terminar. 
Cuando lo hizo se levantó de su ahínco, entonces sus rodillas estaban completamente rojas y su tez sudada. Como su hubiera corrido un maratón, pero a los ojos de Alex estaba más hermosa que nunca, su belleza natural era de aquellas en la que se podía perder. Cual laberinto. 
Ella se levantó para irse a lavar. 
El chico se quedó viendo la sutura. En total diez puntos. 
Miro interrogada a la mujer que se lavaba, en la lava platos. Sabía tales dotes de medicina como hacer una sutura perfecta.  Todos pensaban que era solo una chica que le gustaban las fiestas. El alcohol, jugar con otros hombres. Pero adentro de eso se escondía una bella chica que le encantaba la medicina por lo que parecía. ¿Qué otras cosas escondía aquellos hermosos ojos profundos?
Tendría que descubrirlo. 
Levantándose del sillón, Alex, fue a ver por la ventana, la tormenta seguía completamente igual, cayendo a cantaros. Alex miro a su casa, con aquella decisión en los ojos, como si estuviera viendo el futuro, miraba indagando cuanto tendría que pasar allí encerrado, aunque había atravesado peores tormentas, pero el corazón le decía que se quedara. Quería conocer más a la hermosa chica que se escondía detrás de un velo de emperatriz de las mujerzuelas. Era de esperarse, tanto habían influido esos puntos en él.
—¿Tenías que ir a algún lado?
—No.
—¿Entonces que miras tanto?
—Solo pensaba. 
—Pareces un poeta.
—¡Ja! Nada de eso.
Alex cerro la ventana para que el viento frio no entrara a la casa, estaba completamente frio ya para que se colara más aire. Cerrando la ventana también se murió el ruido de las goteras cayendo contra el piso.
—¿Dónde estudiaste Medicina?—Pregunto Alex.
—En otro estado, fue cunado tenia dieciocho. 
—¿Porque no continuaste?
—Problemas. 
—Creo que eres una buena médica.
—Seguramente lo hubiera sido.
Entonces él se sentó en el sillón, esperando que la lluvia amainara. Que la fuerte tormenta dejara de diluviar para que se pudiera ir a casa, la conversación aunque muy interesante se estaba poniendo pesada, como el plomo, pensaba que la chica se sentirá incomoda al tenerlo por mucho tiempo dentro de su casa. 
La chica vino en sí, y también se sentó al lado del muchacho. 
Sentada de ese modo, parecía una muñequita de porcelana, aquellas que vendían en las ferias y carnavales del país en las épocas festivas. 
—Alex… tienes que beber algún tipo de antibiótico. 
—Sí. Lo comprare.
—También tienes que ir a un  hospital para que curen la herida.
<<Ojala la tormenta no pasara nunca y nos quedáramos así por años>> pensó Alex viendo la belleza de la rubia. 
—Sí. 
Fue lo único que pudo decir, su mente procesaba aquella necesidad de morder los labios claros como la nieve. 
—¿Alex Vives solo?
—Sí. 
—¿Acaso no sabes decir nada más?
La actitud de la chica cambio en una fracción de segundo, Alex volvió en sí. Y puso conversa como debía hacerlo.
—A veces viene una prima, pero de resto estoy más solo que un perro.
—Vaya que eres sincero.
—Claro, ya te dije, si soy sincero ellos serán conmigo sinceros. 
La chica miro su mano, estaba chorreando un poco de sangre, aun los puntos no habían cerrado bien la piel del chico.
Enseguida ella volvió a arrodillarse y puso una venda para que la sangre parara. Esta vez Alex se quedó viendo el voluptuoso pecho de la chica. Mientras que ella miro para arriba, viendo  como él, estaba observándola atentamente, en un momento subió hasta parecer que se iban a besar, pro no pudiéndolo conseguir, se echó para atrás otra vez.
—Gracias de nuevo Aleisha. 
Era la primera vez que el chico le decía su nombre, casi sufre un respingo lujurioso, el acento y la forma de decir su nombre, causo que hasta la última hormona de su cuerpo, se estremeciera. 
—Es la primera vez que me llamas por mi nombre.
—¿No te gusta?
—No es solo, que nunca lo dices. 
El reflexiono.
—Es verdad perdóname vecina. 
—No importa. 
La chica parecía que iba a internarse en el cuarto a tomar una siesta, lo que era completamente ilógico, quien dejaría a una persona extraña en su casa, por irse a dormir, pensando que las imaginaciones de cada una de las chicas era simple, que alguien las matara y le hiciera daño, así pensaban conjuntamente, y hasta él pensaba de esa manera, como va a dejar a un extraño en casa mientras él se iba a su cuarto a dormir. Luego regreso con una manta. Y una almohada. Los ojos de la chica indicaban que se traía algo entre manos. 
—Duerme.
Lanzo las sabanas al sillón donde estaba Alex. 
—¿Cómo?
—Duerme.
—Pero no tengo sueño, en la noche me iré. 
—La tormenta no se calmara en la noche. 
—¿Cómo lo sabes?
—Lo presiento. 
No era algo que una persona pudiera adivinar con exactitud, pero Alex obedeciendo después de un gruñido leve, se coló entre la sabana y puso la almohada detrás de su cabeza y la dejo reposar. Dejo reposar conjuntamente con la espalda que estaba algo estresada. 
—¿y Tú que harás? Aleisha. 
—Dormiré también.
—Es temprano. 
—Para mí es tarde. 
—Dormiré un rato. 
Entonces Aleisha con una actitud rigurosa,  dejo ver su espalda y se fue con orgullo hacia su habitación, de un portazo cerro y cuando pensó que le había dejado completamente solo, entro un gato a la sala, salía de la habitación de Aleisha. 
Entonces el adorable animalito se encimo en Alex y se echó también a dormir. 
Era la mascota de Aleisha pensó Alex. 
Al final el gato era adorable, de color gris y muy parecido a su dueña en ciertos aspectos, le gustaba estar con los hombres. Porque no se asustó siquiera al verle.
Poco después Alex también sintió aquella necesidad de dormir, aunque no era mucha, poco a poco fue cerrando los ojos, oliendo aquel perfume a rosas que esbozaba la casa, aquella fragancia que solo lo ponía como un animal. Era divertido sentirse así, pero tampoco descarto la opción de volver a su casa cuando la tormenta fuera amena, porque no quería molestar más a Aleisha. 
<<Aun tengo que sacarle algo de información, tengo que aprovechar esta oportunidad, tal vez nunca en la vida se vuelva a repetir>> pensó mientras se quedaba dormido, el calor en la casa era agradable, y por ocasiones imagino a Aleisha durmiendo encima de él, como lo hacía su gata que lucía tan feliz. 




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