La Vecina

Capítulo 6

Su tía era la dueña de un pequeño bar en la ciudad, entonces ella se dejó convencer hace tiempo atrás de volver a trabajar con ella, porque le necesitaba mucha mano de obra, entonces la linda muchacha hacía de camarera por las noches, ayudando a su tía con las labores del Bar, a veces barría y limpiaba también era de lo más común que lavara algunas copas. Pero se la pasaba divirtiendo en una minoría de cosas que podía hacer en el bar. También le caían algunos dólares extras que eran tan estimados como una moneda de oro para Aleisha.

Su Tía era la única familiar que tenía desde que llego a la ciudad, justamente ella pensaba en que las cosas que le habían pasado era por no obedecerla, cuando le decía que no jugara con los hombres de esa ciudad, ni que se enamorara.

La tía de Aleisha se llamaba Estefany.

Era una amiga más que tía. 

Se contaban absolutamente todo. Hasta que chico le gustaba, pero eso cambio esa noche.

La chica fregaba incomprensiblemente pegada a la esponja, Estefany como buena observadora pensaba que su sobrina estaba completamente mal, tenía un mal de amor, o estaba enferma, comúnmente llegaba con una sonrisa al bar, iluminando todo. Pero hoy no era lo mismo. Sentía que solo estaba haciendo su trabajo como una empleada más del bar.

Entonces se esforzó por comprenderla un poco, hasta que pudo hacerla reír, le conto que le pesaba.

—¿Entonces no es un muchacho la que te tiene de esa manera?

—Si Tía, es alguien que me tiene así.

—¿Quién es?

—Mi vecino Alex. —Su sonrisa era deliberante como si estuviera tratando de escaquearse de la pregunta pero tampoco abandonando la realidad.

—¿Cuántos años tiene?

—Son los mismos que yo. No te preocupes por la edad, ni por el donde trabaja.

—Eso es necesario saberlo.

—Tal vez.

—¿Entonces qué te parece?

—Tengo miedo.

—¿De qué?

—Que termine siendo como los demás. Que solo le gusta un polvo u luego se van, me dejan con la ilusión y atormentándome que nunca conseguiré a alguien. Es que es tan difícil conseguir algo de amor en esta sociedad del siglo veintiuno. Es tan difícil, ser como el principito y la rosa.

Su tía inmediatamente vio aquellos ojos marrones colmado de dolor, era como si le metieran en una casa, dos ladrones y sacaran todo de ella. Aunque la tía conocía muy bien a su sobrina, también estaba protegiéndola completamente de los hombres que podían ser unos disfraces como ella lo estaba diciendo.

—Lamentablemente es como tú dices mi hija. Los hombres y muchas mujeres solo le gusta el sexo. Solo eso, nada más. Pero debes juzgar con tu corazón pequeña Ale, sino juzgas a las personas a tu alrededor, con tu pensamiento, con tu inteligencia. Con tu sabiduría nunca crecerás y te mantendrás en ese poso en el que estas. Donde la luz no te toca, tienes que avanzar.

Ella reflexiono por un instante.

—Posiblemente tía.

También pensó que las cosas con Alex no eran lo suficientemente malas para solo para apartarlo del medio.

Regreso a su trabajo, la señora Estefany volvió a hacer lo suyo.

Nuevamente retomo el trabajo de fregar aquellos vasos hasta sacar el último sucio de su parte. Entonces generalmente se encontraba con unas cuantas chicas. Empezó a gustarle estar en el bar. La gente bailaba y se divertía, podía ver las parejas ficticias aquellas que nunca tenía. Aquellas parejas que disfrutaban de la vida. De ser como eran cuando quisieran serlo, porque se gustaban unos a otros.

Casualmente nunca estaba de acurdo con que ellos las parejas, estuvieran tan enamorados. Porque corrompían a los demás, sus muestras de amor, era en vano, estaban dominados por sus cuerpos. Cosa que veía mal. Pero en cierta parte también necesito estar con Alex, tomando una copa. Bailando al ritmo de la música. Viendo que los demás estuvieran cerca de ella, posando sus miradas en una bonita pareja.

Besarlo

Tocarlo.

Verlo.

Sentirlo cerca para variar. Esperar que una sonrisa se esbozara de su macizo rostro y se conectaran con los labios en un beso.

Era una manera inevitable de pensar en el muchacho, no era algo que ella quería pensar, solo le salía, no era su culpa que cada minuto que pasara, un virus mortal, llamado Alex estuviera irrumpiendo en cada célula de su cuerpo, para apoderarse de ella.

No hay nadie más que se esforzara en pensar cuánto daño hacia lo que parecía el sentimiento del amor.

 

 

 

El chico fue a su dormitorio a revisar si la chica estaba en la casa, pero las luces estaban apagadas, trato de ver por la mirilla del telescopio pero tampoco conseguido nada, entonces bajo a la sala frustrado. Hizo esfuerzo en recordar. Estaba en el bar con su tía, como había dicho el día anterior. No le recordaba.

Un mensaje le llego a su teléfono.




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