La Vecina

Capítulo 17

—¿Alex estaremos juntos por siempre verdad?

—Si mi rosa, obviamente que vamos a estar juntos para siempre, ¿es que no crees en mí?

—Claro que creo en ti, siempre creo en ti.

—Entonces para que te preocupas.

Alex sonrió, se echó para atrás, y entonces tomo a la chica entre sus brazos, dejando caer su pesado cuerpo en el sillón de siempre.

—Veamos una película si… por favor, estoy súper ansioso, por nuestro futuro…

Aleisha le gusto como entonaba aquellas palabras, aquellas nuevas palabras que nunca escucho en un pasado.

Le gustaba todo: la tenacidad de Alex, su fuerza física, todo, absolutamente todo. Estaba convencida que él era el único que iba a romper la medida de tres meses, con la cual duraba con cada hombre.

Viendo sus puntos, recordó aquella vez que vino en su cumpleaños, si no lo hubiera hecho, nunca pudo haber conocido a Aleisha, acariciaba la cicatriz suavemente hasta conseguir la atención de su chica, que rápidamente envolvió sus manos para acariciar la cicatriz.

—Todo estará bien. —Dijo ella.

—Si lo sé. Estarás a mi lado rosa…

Aleisha se sonrojo…

—Entonces quieres que haga algo, por ti.

Aleisha lentamente bajo las manos deslizándolas por el pecho del hombre. Él la acarició con delicadeza, pasando la áspera palma de su mano por el enhiesto pezón hasta que lo endureció tanto que estuvo a punto de pedirle que lo lamiera. Que lo chupara…

—Alex te amo. Te amo.

Esas palabras saliendo de su boca eran un sueño completamente.

—Yo también te amo Aleisha. Lo hice desde el primer día.

Ese comentario hizo que se estremeciera salvajemente. Por dios estaba completamente excitada.

Con sus manos, Ascendió por la espalda hasta llegar a sus hombros, encendiendo hasta la  última célula de su cuerpo.

Alex no podía resistir más a estar con la mujer de su vida, entonces lanzo a ella como un cazador y atrapo su boca hasta saborear su paladar.  

Con parsimonia pasaba sus manos por su cuerpo, deslizándolas suavemente por su vientre, pero buscando la caída a su entre pierna.

Aleisha aún no podía creer que un hombre la había domesticado, pero su cuerpo lo demostraba, con Alex no se podía contener ni mucho menos, perdía el control con aquellas caricias propinadas por sus manos ásperas y cálidas.

A esas alturas las camisas que los separaban de estar desnudos estorbaban.

Alex quería derrumbar aquella barrera con un zarpazo y luego arrancar la ropa dela chica.

Pero se contuvo tampoco tenía que hacerlo, no tenía que mostrarle esa lado que gritaba: Sexo Salvaje. Perdón Amor salvaje.

—Me voy a tatuar tu nombre en mi pecho.

Aleisha rio.

Mientras tanto desabrochaba la camiseta para ir dando paso al amor.

—Entonces yo me tatuare el tuyo, pero en una parte que no podrás ver con facilidad.

Alex cogió una bocanada de aire, y suspiro con pensamientos grotescos en su mente.

Entre cerro los ojos y entonces quito completamente la camiseta de la chica, ahora nada los separaba del placer. Enseguida deleito su vista con aquellos pezones erguidos y morados.

Aleisha considero que el cuerpo de Alex era una maravilla, mientras que entonces abrió su camisa para acariciar aquel pecho tan duro, y viril. No daba crédito a la ternura que irradiaban sus hábiles y ardientes caricias.

Estaban en la gloria.

Ella recibía sus caricias con algunos infames gemidos suaves. Pero echados en su oído con dulzura.

Con esa idea en mente, introdujo la mano en sus pantalones y la bajó hasta tocársela

No se podían contener, estaban al borde del colapso.

Era grande. Grande, larga y dura.

Alex apretó los dientes antes de besarla apasionadamente, Y ella supo

Que se habían acabado los juegos. Enseguida Alex la tumbo en la cama, y se encimo a ella. Se quitó el pantalón rápidamente, y le desabrocho el pequeño jersey de la chica, hasta bajarlo hasta más debajo de las rodillas, de allí para adelante seguía ella.

Aleisha apenas podía moverse cuando Alex la encerraba en aquella prisión negligente de pasión. Recorría su cuerpo con las manos y con la boca, haciendo descubrimientos inadecuados y osados.

—Ya estas mojada…

Separo sus piernas hasta que más pudo, y dejo exhibiendo su sexo de frente a él.

—Te voy a poseer. —Ella gimoteo entre risas sádicas.

En cuanto rozaron sus miradas Alex se hundió en ella con fuerza y cariño.

Aleisha gimió de placer, no se podía contener cada vez que hacia un movimiento la volvía loca de placer se descontrolaba, y se aferraba a los soportes de las patas del mueble, para poder soportarlo.




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