La vela Rovaniemi

Ave cantora.❅⍋

La cabaña del sheriff del pueblo, es azotada con fuerza por su hija que maldice pisando fuerte, desesperada por el canto del ave dorada que la observaba a través de sus iris plateados, la joven ahuyenta el ave diciendo improperios.

—Ave estúpida —reniega como una niña caprichosa, lanzando afuera de la acera la piedrecita que rueda, perdiéndose en el jardín vecino, cubierto de nieve blanca, tratando de opacar el tintineo de los villancicos que se acompasaban con él cantó del ave.

—Shh, no maldigas por qué él puede escucharte —reprende la anciana que teje en la silla de ruedas con la mirada clara por las luces que parpadean a lo largo del sendero, la joven frunce el ceño al escucharla.

—No sé meta, donde no debe, vieja tonta. —La joven es tan inmadura que no mide el filtro del filo de su boca —. Los presagios de este estúpido pueblo, me tienen sin cuidado.

La anciana al escucharla tiembla como la hoja que está a punto de caer del árbol decorado. El bullicio que se acerca le advierte que este año todo será diferente.

—¡Merry! —llama la joven morena que hace sonar el claxon con fuerza, llamando la atención por el bullicio que carga —. Vamos, que llegamos tarde

Apremia a la joven que le da un último vistazo a la cabaña que es distinta a las demás, ya que esta se encuentra totalmente sombría, mientras que las demás tintinean como luciérnagas con las luces que las envuelven, suspira involuntariamente al recordar a su padre perdido en la soledad de su habitación con el hedor a alcohol que desprenden sus poros. Volviéndose a llenar de coraje, camina sin titubear hacia el automóvil que la resguardará del frío cruel.

—Los chicos ya nos están esperando en la entrada del bosque —informa la morena y Merry asiente perdiendo su mirada en el trayecto.

La nostalgia la embarga al detallar las sonrisas borrosas de los niños que tienen el calor de una familia amorosa y numerosa, ella un día también tuvo todo aquello, pero ahora todo se ha convertido en cenizas.

—¿No quieres hacerlo? —indaga la morena, al detallar el reflejo de su rostro decaído.

—¿Por qué piensas que no deseo hacerlo? —replica la joven al distinguir la entrada del bosque, donde tres jóvenes se ríen al lanzar el ave que chilla por su trato cruel.

—Merry, si tu padre te ha impulsado... —la joven no deseaba escuchar nada de aquello, así que no le dio tiempo a estacionar el auto, bajándose de este en pleno movimiento —. ¡Merry no quise...!

La morena grita, pero la joven apresura el paso, deteniendo el juego cruel de los hermanos Carel.

—Pero miren quién a sido valiente este año y ha venido a ver al monstruo de las cuevas oscuras —se burla el pequeño, tomando un mechón de su cabello rojo.

—Ya déjala Paúl —exige la morena que llega apresurada, entrelazando su brazo con el de Merry.

—Tu atuendo colorido será bueno para que nos alumbres con tu presencia.

La burla del mayor hizo sentir insegura a Merry que apretó el dobladillo de su falda blanca y voluptuosa, la cual resaltaba la chaqueta verde con brillos que se colocó para la ocasión para resguardarse del frío.

—Ya déjenla en paz, y vamos, por qué ya nos hemos retrasado —dice la morena, instando a Merry para que camine a su paso y tome la linterna que descansa en el suelo.

La joven se estremeció con el escalofrío que cruzó su cuerpo al escuchar el llanto de las aves que azotaban la brisa fría, que parecía no tener el mismo efecto en los demás.

—A mediados del siglo, se relataba que a las afueras del norte se encontraba escondido un pequeño pueblo llamado Rovaniemi —dijo la morena que la guiaba entre la subida rocosa que en su cima alumbraba un destello parpadeante —. Se dice que los pueblerinos construyeron sus pequeñas cabañas y las distribuyeron en medio del valle rodeado de un espeso bosque que en su interior resguardaba una vela gigante que flotaba entre el agua cristalina, pues los creyentes afirmaban que está era la simbolización del espíritu y la esperanza del alma con sus buenos deseos.

La carcajada de todos fue estruendosa cuando la morena terminó de contar el relato que todos en aquel pueblo conocían, las piernas de Merry temblaban como un caballo agitado por la carga pesada que su amo le colocaba en el lomo, su respiración se agitaba cuando se acercaba aquella luz, y las aves cantoras que atormentaba su sueño chillaban en sus oídos congelándole la sangre.

—¿Tienes miedo Merry? —preguntaron con fingido interés los hermanos Carel que la dejaban atrás, para adentrar sus pies en el claro del agua que hacía relumbrar la luz de la vela que flotaba esclareciendo la oscuridad.

Merry explayo sus ojos al detallar la bestia gigante que parecía una estatua de roca con los ojos cerrados con cuernos gigantes que sobresalían a los lados de la vela que mantenía un muérdago envuelto a la mitad que poco a poco había perdido su brillo.

Por un momento su cuerpo se paralizó, sus labios pesaron, el corazón le retumbó en la garganta y el oxígeno le quemaba los pulmones al detallar a los jóvenes que reían en la cima de la enorme estatua rocosa ensartando el pecho del ave que chilló contaminando sus ojos plateados en las finas espinas que sobresalían de los enormes cuernos. ¡No!... Se escuchó gritar internamente, pero ya era muy tarde, pues aquella oscura criatura abrió sus ojos, dejando ver sus iris rojos como la sangre, al igual que el cabello de Merry.



#3763 en Otros
#1024 en Relatos cortos

En el texto hay: esperanza, relato navideno, buenos deseos

Editado: 23.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.