Navidad
El nacimiento de una criatura que era una fuente de vida, que se abrazaba al calor, pero al mismo tiempo al sacrificio de los pecados de la humanidad, era algo que Merry siempre lamento de aquellos presagios que siempre se toman a la ligera.
—¡Detente! —exigió Merry, alejándose de la morena, quien no entendía su arranque de valentía al lanzar leños y rocas a la bestia que le gruño al rostro—. Lamento haberte lastimado, pero ellos no tienen la culpa.
Las lágrimas de Merry bajaban por sus mejillas y la bestia acarició aquellas lágrimas con el filo de sus uñas, cortando ligeramente la piel suave de la joven. El corazón de Merry dolió al detallar la estatua de una mujer postrada al suelo en posición de oración, junto alrededor de cientos de cadáveres que se alojaban como regalos alrededor del árbol gigante que se escondía detrás de la bestia. La estatua empezó a fragmentarse con las lágrimas que fluían de la bestia que mojaba su pelaje.
—Perdón —se escuchó lamentar —. Yo he roto la esperanza de un pueblo, la gratitud de la vida, la creencia de la salvación y el amor incondicional de la humanidad —. El llanto de Merry era ensordecedor, al igual que el chillido de aquella bestia que se lamentaba.
Pues Merry conocía que aquel hombre que un día lleno al mundo de asombro, felicidad, esperanza y bendición, obsequiando cálidas sonrisas, fue condenado por la mano de su hija, quien destruyo la posibilidad que su madre le había obsequiado en aquel domo para ser un ser normal, al romperlo con el cráneo de su vicioso abuelo.
—Perdón, pero él... Él me dejó sola en la oscuridad de la credulidad y ustedes colaboraron con ello —dijo la joven refugiándose en el pelaje gris de la bestia que vestía una bata roja —. Perdóname papá, te lo suplico.
La bestia la alejó oscureciendo su mirada, al distinguir a la morena que negaba con el miedo que paralizó su cuerpo, cuando esté corrió agarrando con fuerza su cabello.
—¡No, no, no! ¡Por favor! ¡Merry! —grito la morena cuando la bestia la olfateo alzándola, para dejarla caer con fuerza en la laguna que se la tragó, expulsándola con los cientos de cadáveres.
Merry grito con fuerza al ver los restos de su mejor amiga con hilos de baba roja, y corrió sin importarle que aquella laguna la succionara, tomando la vela, y colocándola con prisa en las manos de su madre, alzando sus oraciones al abogar al perdón, y a la oportunidad de la resurrección detallando como la bestia se perdía en el sendero para llegar al pueblo. Su corazón empezó a descender, la respiración no llegaba a sus pulmones y los gritos ensordecedores nublaron su vista, perdiéndose en la oscuridad.
«—Es una vela muy bonita madre —elogio la niña, envolviendo el muérdago alrededor de su base —¿Para qué la deseas? —cuestiono con curiosidad.
—Esta vela, mi pequeña Merry, representa la esperanza que ilumina el alma de la humanidad —retiro los pequeños bucles que se le habían formado en el cabello, sacudiendo la nieve blanca de sus hombros —. Nunca se debe perder la fe en el amor, pues solo así el ser humano conoce su verdadero valor con la ventana que abre sus ojos.
—Todos tenemos la oportunidad de ser escuchados, de abogar al perdón y la misericordia de nuestros pecados, gracias al nacimiento de una hermosa criatura que fue entregada para pagar nuestras fallas —agrego su padre, con una sonrisa delicada.
El hombre alto de cabellos finos y blancos, quien vestía con pantalones rojos y camisa blanca, coloco a Merry encima de sus hombros, detallando juntos como Noelia encerraba aquella vela en el domo de nieve que ella, destruyo sin miramientos, recordando la última parte de aquel pasaje tan peculiar.
“Cuando la vela Rovaniemi ya no conceda su magia, la única manera en la que se puede detener a la bestia que asecha al pueblo, es destruyendo al ángel de cabello rojo, quien fue enviado del cielo para apaciguar su ira y domar a la bestia para que la humanidad pueda vivir en paz, recordando la misericordia de Dios”.
—Todo está bien mi pequeña Merry —. Una mano enguantada y fría acaricia su cabello con ternura y dedicación —. Gracias a ti y a tu madre, esta bestia pudo tener una vida tranquila y conocer el sentimiento de la bondad y generosidad.
La joven soltó su último suspiro, perdiéndose en la densa neblina que la envolvió en un calor abrazador, recordando como aquel hombre demostró su amor incondicional junto a su pequeña niña al lado de su madre, quienes vivirían en aquel profundo sueño hasta la eternidad.
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