Caminaba con pasos rápido sin perder de vista mi objetivo, tengo claro lo que quiero y lo voy a lograr cueste lo que cueste.
Valery posiblemente no volvería a dirigirme la palabra después de esto, pero era necesario hacerlo, no podría considerarme su mejor amiga si no lo hiciera. No fue fácil escabullirme de ella, es como una mamá gallina, no me deja sola por mucho tiempo. Tuve que mentirle, decirle que tenía ensayo de teatro, al final, dejó que me vaya no muy convencida.
Ahora me encuentro como una acosadora persiguiendo a quien podría convertirse en mi mayor aliada en esta lucha, o al menos una de ellas.
Tropiezo con un señor que viene cargado de cajas y estás caen desparramadas en la cera.
—¿¡Acaso está ciega!?—Me grita.
Observo por un segundo su voluminoso cuerpo, su cara posee un extraño caso de lo que podría ser un bigote. Una sonrisa involuntaria se forma en mi rostro. Este arruga su frente mientras me observa de arriba abajo con desprecio.
—¿Me ves cara de payaso para que te rías de mi?—Escupe con enojo.
—No—Respondo sin borrar la sonrisa. Se inclina para empezar a recoger las cajas que están en el suelo, se que lo correcto sería ayudarle púes fui yo quien tropezó con él. Sin embargo, ha sido muy grosero y no se lo merece.
Lo esquivo para seguir mi camino, escucho como me insulta por lo bajo, antes de continuar me giro hacia él y toco su hombro.
Este se voltea, su expresión de enojo aumenta.
—¿Qué quieres?—Gruñe.
—Es que quiero decirle, que no.
—¿Qué no qué? —Pregunta hastiado.
—Que no tiene cara de payaso, pero si yo fuese usted me la pintará para ocultar ese intento de bigote que carga—Sonrió.
Lleva su mano hasta el lugar donde el bigote debe de estar y sé que es el momento perfecto para huir.
—¡Insolente!—Le escucho gritar tras de mi mientras corro despavorida.
De repente me detengo al darme cuenta que he perdido de vista a mi objetivo.
—¡Maldición!—Sale de mi boca—Todo es culpa de ese viejo gruñón.
Vuelvo tras mis pasos dispuesta a abortar la misión por el momento, solo espero no toparme con el cascarrabias otra vez.
Aumento mis pasos y una figura se materializa frente a mí.
—¡Demonios!—Grito del susto, estoy segura que mi grito logró escucharse a tres manzana de aquí.
—¿Qué haces siguiéndome?—Pregunta la figura ante mí.
—No te estaba siguiendo—Digo con inocencia.
—Por supuesto que sí—Afirma cruzando los brazos.
—Que no.
—Que si
—No—Digo
—Si
—No
—No
—Sí.
—Ahí está, lo acabas de confesar—Dice con una sonrisa petulante.
—Está bien, te estaba siguiendo, pero no para lo que tú crees—Hablo convencida.
—Y según tu, que es lo que creo—Refuta.
—Que te quería violar—Me limito a decir encogiéndome de hombros.
—¿De dónde has salido? —Pregunta con cara de espanto—Eso no ha pasado por mi mente.—Su expresión de horror me resulta divertida.
—Vale, tal vez tenga razón. Te invito un café, tú y yo tenemos un tema en común que tratar—Nos señalo.
—En mi vida creo haberte visto, por lo tanto no tengo ningún tema que tratar contigo. Con permiso, me tengo que ir, pero si te vuelvo a ver tras de mi siguiéndome otra vez no dudaré en llamar a la policía.
Me rodea para empezar a caminar en la dirección opuesta de donde me encuentro.
—Josh Mathew—Grito fuerte esperando que ésta se detenga al escuchar el nombre.
Me giro y como lo sospeche se ha detenido.
—Sí, tenemos un tema en común y este es Josh Mathew ¿Aceptas el café ahora?—Le pregunto segura de su respuesta.
—Tienes treinta minutos, ni uno más ni uno menos—La firmeza en su voz me asusta, pero nada hará que desista de mi plan.
—Serán suficiente—Aseguro.
La sonrisa en mi rostro podría opacar a la de la mona lisa.
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