—Supongo que tu eres la señorita Suárez—Sonríe al decirlo. Sé que debo tener cara de boba, sin embargo, no le doy importancia—De la que debo cuidarme— finaliza
—Si, para comerte—Expreso, y a mi mente llega la escena de Caperucita y el lobo—Perdón, para servirte—Intento arreglar lo que dije—Aunque claro, estás tan bueno que tampoco duraría en comerte—Digo restándole importancia, a lo que él enarca una ceja divertido.
—Bueno...en ese caso, me cuidaré la espalda no vaya a ser que un día de estos aparezca en una gran olla de aceite hirviendo como en la mitología griega.
—No creo...
—Señorita Suárez, algo que compartir con la clase—Habla nuestra maestra interrumpiendo nuestra conversación.
—Nada que les vaya a interesar, señora Juls—Expreso observando al frente mientras de reojo veo al chico guapo sonreír divertido.
—En ese caso ¿Quieres prestar atención?—Pregunta, que más bien no es una pregunta, es algo como " Si vuelves a interrumpirme, la sacaré al pasillo"
Asiento prestándole toda mi atención, porque lo que menos necesito es volver a reprobar está materia una vez más.
Al finalizar la clase tomo mis cosas a toda prisa, quedé de reunirme con las chicas en la cafetería para concretar algunas cosas para la primera fase del plan. Cuando estoy a punto de salir, me acuerdo del chico guapo y me giro dispuesta a ofrecerle mi ayuda en su primer día, pero al hacerlo me doy cuenta de que no la necesita, las demás chicas del curso lo están rodeando como buitres, en ese momento siento cierta pena por él y pienso en ayudarlo, púes sé lo difícil que puede ser que te acosen de esa manera, no obstante, al ver su sonrisa petulante lo descarto, agarró mi mochila y camino hacia la cafetería.
Camino por el pasillo, sin sacar de mi mente al Adonis que será mi nuevo compañero de asiento, que está más bueno que comer con las manos, sacudo mi cabeza y alejo todo pensamiento relacionado con él, porque a pesar de que lo quiero como futuro padre de mis hijos, no puedo distraerme, lo único que me importa en estos momentos es mi mejor amiga Valery, y hacer sufrir al desgraciado que le hizo daño.
Llegó a la cafetería y busco a las chicas con la mirada, cuando las encuentro camino hasta ellas y tomo asiento frente a Tiffany.
—Todo está listo—Pregunto después de pedir mi almuerzo.
—Si—Responde Tiffany—Aunque aún sigo pensando que mi idea es mucho mejor y más efectiva. Ah y de paso no nos llevará a la cárcel—Expresa con sarcasmo.
—¿Acaso quieres tu sacrificarte por el equipo?—Pregunto dándole a entender que ninguna está dispuesta hacer lo que ella quiere aunque sea más efectivo.
Su plan consiste en enamorar a uno de los amigos de Lucifer <si al final decidimos dejarle ese nombre> Para de está manera sacarle toda la información que necesitamos sobre él, si embargo, y a pesar de que su idea puede ser beneficiosa ninguna está dispuesta a sufrir otra vez <es que tienen la absurda idea de que podrían terminar enamoradas de ellos, y no quieren correr riesgos> En mi caso no podría estar más de dos minutos en el mismo lugar que esos neardentales sin cerebro, es que enamorarse de ellos es una reverenda estupidez, y no, no son para nada feo, sino más bien todo lo contrario, están más bueno que galleta de chocolate cubierta de Nutella, pero su idiotez le quita lo lindo.
No sé si logran comprenderme, pero estoy segura de que si lo hicieran, comprenderían.
—¡Virgen de la papaya! ¡San Agustino de los encaramao! He muerto e ido al cielo—Exclama Débora con su vista fija hacia la puerta de la cafetería y con una papa frita apunto de salirse de su boca si no la cierra ya.
Todas giramos hacia donde observa para descubrir el origen de su impresión.
Sí, debí suponerlo, por ella viene entrando el que hace unos minutos atrás denominé cómo el padre de mis hijos.
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