* * * * * * * * * CAPITULO 14 * * * * * * * * *
SOFÍA:
DÍAS ANTES DEL ATAQUE
La mañana alumbraba mi habitación en la mansión del Alpha. Había muchos insectos merodeando el jardín, así que pase la mañana midiéndome vestidos nuevos que había hallado en la habitación de Katherine.
Al inicio quería ser como ella desde pequeña, mi madre era hermana de la suya, pero no tuvo tanta suerte, mi padre junto a la mayoría de la manada fue obligado a pelear, muriendo en batalla. Por otra parte, ella creció en la familia de cuna de oro, su padre era el Beta de la manada, era la más felicitada por la rectitud y su increíble etiqueta que ella poseía, no había ninguna falla en su carácter, el pueblo entero quería que ella fuera la Luna, ya que Kiliam había perdido a su pareja. Todo sucedió como tuvo que suceder, aquella noche de eclipse lunar.
Me quede a vivir en la casa de mi madre, y por compasión el Alpha me otorgo empleados, a los cuales hice trabajar y luego mejore mi pequeño lugar. Pero todo cambio hace aproximadamente seis meses, el día de la cacería; me había quedado atrapada entre las ramas y el jabalí iba a pasar por mí encima. Sabía que por este lugar estarían los guardias, solo quería llamar la atención un poco para pedir un favor; pero eso cambió mi vida.
Nunca había gozado del favoritismo de alguien y menos de una clase muy superior. Katherine había descuidado a Kiliam y la corte de los aldeanos lo sabía; durante años habían pedido un heredero, pero ella se hacía a la difícil.
Terminé de peinarme y decidí devolver los vestidos antes de que pasaran a ordenar las habitaciones.
Escondí el vestido de seda azul, que pensaba usarlo el día que ella regresara. Me dispuse entrar a la habitación y guardarlo en el baúl cuando la puerta se abrió.
—¿Qué hace usted en la habitación de la Luna? —Preguntó con voz molesta desde la puerta, aquella empleada
—Le traía de vuelta los vestidos que me presto, no sabía que no debía entrar — Mencioné
—Nadie, ni siquiera el Alpha se atreve entrar a la habitación de la señorita sin permiso. —Me advirtió
—De todos modos, ya me retiraba— Le dije mientras salía de la habitación
—Espera— Siseó girando hacia mí y mirando mi cabello — Esa tiara de rosas es de ella también
Quizás había olvidado mencionar el hecho de que saque joyería y algunos adornos también de su habitación, pero quien se fijaba en pequeños detalles. Ella aprovechó mi distracción y me quito el adorno de rosas, desordenando mi cabello que apenas había peinado.
—No robes cosas de la Luna— Me amenazó con su dedo índice.
Salí de la habitación, ella me las pagaría; era solo una esclava, quien se creía para hablarme así. Odiaba a las personas que me seguían tratando igual que cuando no era nada, así como Katherine que se creía superior a mí. Veamos cuanto les duraría su altanería a ambas.
—Sofí pareces molesta— La voz de Kiliam interrumpió mi formulación de planes. Estábamos en los pasillos cerca de las escaleras
—No es nada — Dije poniendo mi cabeza en su pecho.
—Anda dime, haré cualquier cosa para que te sientas mejor—Puso su mano en mi cabeza.
—Una empleada me hizo sentir mal— Confesé —La chica que trabaja para mi prima— Sonreí al saber que tenía su atención— Ella encima robó mis adornos para cabello, ni siquiera quiso confesar su pecado y escapo llevándose todo.
—Decide el mejor castigo que creas conveniente, hasta que te diga lo que quieres saber —
Lo había conseguido.
Esperé a que las luce del cielo se oscurecieran y bajé con dos guardias hacia la cocina donde estaba ella ayudando.
—Sáquenla, y llévenla al lugar de tortura. — Ordené y los guardias me miraron raro —Se atreven a desobedecer las órdenes del Alpha
—¿De qué se me inculpa?— Grito ella cuando era sacada arrastrando del lugar.
— De ladrona —Mencioné acercándome.
Llegamos al lugar de tortura, un campo abierto, donde eran castigados los traidores con bajo rango, antes de ser exiliados.
— Confiesa que eres una sucia ladrona, y te exiliaremos sin sufrimiento— Dije tratando de ser compasiva con ella, le estaba dando una oportunidad, pero en sus ojos solo había furia.
—¿Acaso quieres que confiese algo que jamás he hecho, jamás lo haré; castígame si quieres? —
La ataron a la silla, y sujetaron también sus pies, introdujeron dos palos de madera entre sus piernas y empezaron a torturarla. Otra le tiraba paja venenosa en la cara, haciendo que su rostro se hinchara como picaduras de insectos. Cansada de ser espectadora me acerqué.
— Mírate ahora, donde esta esa “Luna” para que te defienda, estás sola. —Recalqué.
Odiaba que confiaran tanto ella, era una loba común; con una vida fácil sin preocupaciones.
—Ella vendrá, volverá; porque le pedí que volviera por mí — Chilló. —Te hará pagar, ella merece defender a personas de clase como yo; pero tiene un gran corazón
—¿Por qué se detuvieron?, castíguenla hasta que no pueda hablar. — Dijo recogiendo el barro del piso y manchando su cara y su boca.
Pasaron horas, en las que terminé de cenar y volví a ver que sucedía. Ya no se escuchaban gritos así que estaba a punto de quejarme.
—Señorita, no confesó; pero acaba de desmayarse sin decir palabras— Dijo uno de los soldados
—Arrojen su cuerpo a las colinas de los “Rogers” — Informé.
El pueblo no necesitaba alguien a quien respetar, sino tener miedo, el miedo era el verdadero cimiento de una nación fuerte. El temor que impulsa a sacrificar sus vidas para cumplir nuestra misión.