EXTRA Navidad
Estaba preocupada organizando la celebración de fin de año, tenía a varias personas en la casa. Fadiam me ayudaba con la lista de invitados y todo estaría casi listo para medio día.
— Mamá —Vino corriendo mi hijo
Johan se estaba convirtiendo es un chico muy lindo, tenía las mejillas sucias y el cabello también con algo de tierra, sus ojos eran del color de los míos, al menos eso era nuestro parecido.
—Recogí estas flores, para ti — Dijo entregándome algunas ramas de flores y las coloqué en el macetero.
—Johan, que te he dicho sobre tu ropa —La voz de Eduard se hizo presente en el salón
Mire la ropa de mi hijo y estaba de tierra, apenas tenía cinco años; pero si era muy desorganizado y algo desobediente.
—Iré a cambiarlo — Cogí la mano de Johan.
—Yo lo hare, estas muy cansada — Dijo Eduard agarrando a Johan mientras este me daba una mirada triste
No tengo que consentirlo_ Me repetí en la mente
—Vinieron algunos señores bien vestidos, buscándote— Me informó Shime llegando a donde estaba
—Iré ver que necesitan —
Caminé a la puerta de las murallas, y rápidamente distinguí los rostros, era el amigo de mi padre y algunos ayudantes humanos a los cuales había visto alguna vez.
—Buenas tardes— Salude
—¿Usted es la Luna de esta manada? — Preguntó
—Si soy yo —Afirme
—Esta es una carta de su padre — Agarré la carta y la abrí.
«Hija, no espero que me perdones; pero tenía tantas deudas y aunque intente proteger a mis sirvientes si no te entregaba serían condenados todos como traidores, yo no pude luchar. Pero veo que tú fuiste mejor que yo y desafiaste aquel orden que regía. Me llegaron noticias de que tuviste hijo; mi único deseo es al menos verlo antes de morir.
Espero tu respuesta con cariño tu padre.»
Mi padre estaba vivo, o al menos esto aseguraba la carta. Tenía tanto miedo y anhelo de poder verlo. Yo también quería decirle que le había perdonado y que siempre todo sucede por algo y no era del todo su culpa. Después de todo así también lo habían criado a él.
Mis manos estaban sudando y un par de lágrimas rodaron en mi mejilla. Estos años había aprendido a perdonar ya que, si seguía guardando el odio, a la única que haca daño era a mí.
—Envíenle un mensaje de mi parte. “Esta noche él es bienvenido a mi hogar” —
Cerraron la puerta y volví a la mansión.
Cerrid y Jessi, habían tenido gemelos; ambos niños tenían ya once años y ahora estaban ayudando a poner el árbol dentro de la casa.
Calf y Fadiam eran los únicos solteros del grupo de amigos. Y no me parecía tan irreal ya que a Fadiam no creo que alguna chica lo aguantara más de una hora y Calf era un poco raro.
—Buenas tardes Luna— Saludaron lo gemelos.
—Buenas tardes —
—Amigos el almuerzo ya está servido en el comedor, no se tarden —Dijo Calf
Eduard tenía razón tener amigos en casa hacia que se sentirá como un hogar. Y la casa nunca lucia vacía y en un silencio frio.
Johan ingreso al comedor y se sentó junto a mí, me encargue de que terminara su plato para retirarnos.
—Mi hermana me dijo que vinieron unos hombres en la mañana— Habló Eduard en la habitación
—Si, eran los antiguos trabajadores de mi padre —Informé
—¿Te dijeron algo malo? —Pregunto viéndome
—Me entregaron una carta de mi papá, él quería conocer a Johan. Le invite para esta noche. —
Eduard me abrazo y me dio un beso en la frente.
—Perdonar no es fácil, pero eres una persona valiente; eso admiro de tí—
Solamente sonreí un poco y empecé a escoger el vestido para utilizar esta noche.
—Mamí, te ves hermosa—
—¿Quieres decir que cuando no me arreglo, me veo fea? —Dije y él negó la cabeza. —Vamos abajo, hay muchos niños, pero trata de no ensuciarte al jugar.
Con sus piecitos pequeños salió de la habitación. Al bajar al salón, vi el hermoso árbol adornado, los chicos habían hecho un gran trabajo.
Las luces iluminaban completamente y había música. Dirigí mi mirada a la puerta y encontré el cuerpo de mi padre sentado en una de las sillas cerca.
Su rostro lucía demacrado, al parecer el tiempo y las circunstancias se habían hecho cargo de él. Camine por todo el salón para llegar hacia él.
—Buenas noche, papá — Dije agachándome a su altura.
Sus brazos delgados abrazaron mi cuerpo y sentí sus lágrimas mojar mis cabellos. Conversamos un tiempo y le presente a Eduard, para luego traer al pequeño Johan.
—Johan, él es tu abuelo—Dijo Eduard y Johan solo le sonrió tímido. —Si vas estar por aquí un tiempo sería bueno que te quedaras en la casa —
Mi padre vio mi rostro para pedir permiso y asentí la cabeza.
—No estaré mucho tiempo aquí, quiero visitar a todas las familias que alguna vez hice daño—
Celebramos esa noche hasta que amaneció.