El sol del mediodía me da directamente en la espalda cuando salgo del auto y me acerco al maletero, para sacar la silla de ruedas. Mientras acomodo sobre la vereda la silla, papá sale del auto y lo rodea para abrirle la puerta del acompañante a mamá.
Ella le da un manotazo en cuanto él intenta alzarla en el aire, estoy riéndome cuando me les acerco.
— Puedo levantarme y sentarme en la silla yo sola. — Sentenció decidida.
Le ofrecí mi mano de todas formas en cuanto se puso de pie, y sonreí en cuanto dio su primer paso y se aferró a mí de forma instintiva cuando trastabilló un poco. Mi padre bufó a su lado y ella rió conmigo en cuanto se sentó, empujé la silla por el pequeño camino de piedra que da a la entrada de la casa, papá se adelantó para abrir la puerta.
Mi madre sonrió en cuanto sus ojos repararon en la pequeña rampa de madera que construí hace algunos días para facilitarle la entrada y salida de la casa con la silla de ruedas, levantó su mano y apretó la mía, que descansa sobre el manubrio de la silla.
En cuanto cierro la puerta de entrada y miro hacia adelante, me sorprendo de ver una cabellera rubia idéntica a la de mi madre correr hacia ella e inclinarse para poder darle un fuerte abrazo.
— ¿Tía Ruth? — Pronuncié confundido.
Levanté la mirada, buscando a mi padre, quien me sonrió desde la entrada a la sala de estar.
Ella vive en el extranjero desde que tengo memoria, siempre tuve buena relación con ella y suele viajar a vernos cada fin de año. No esperaba verla hoy.
— Me alegro tanto de verte, de que estés bien. — Le escuché decir mientras abrazaba a mi madre. Se separó de ella un poco, con los ojos humedecidos, y enfocó repentinamente la mirada en mí.
Guardó silencio mientras lentamente se incorporaba y se cruzaba de brazos, con los ojos entrecerrados en mi dirección.
— ¿Qué? — Le pregunté confundido.
— No te veo desde hace más de un año y no me has llamado ni una sola vez.
Le sonreí y me crucé de brazos a mi vez. — No soy el único de los dos capaz de hacer una llamada.
Se inclinó hacia adelante y me golpeó el hombro a modo de reproche antes de rodear a mi madre y estrujarme entre sus brazos.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — Le pregunté mientras le devolvía el abrazo entre risas.
— En cuanto tu padre me llamó con las buenas noticias hace tres semanas, hice todo en mis manos para poder viajar antes y verlos — Se separó y llevó inmediatamente ambas manos hasta mi pelo. —. Ay, Kennet, ¿Hace cuánto no te cortas el pelo? Está lleno de nudos.
La tomé de ambas muñecas y alejé sus manos de mí. — ¿Viniste hasta acá solo para eso? — Le reproché.
Ella rió y se alejó rumbo a la sala de estar, pasó por al lado de mi padre y se perdió en dirección a la cocina. Papá se acercó a mí y me empujó para poder ayudar él mismo a mi madre, así que me alejé riéndome, atravesé la sala de estar y seguí a mi tía hasta la cocina.
—No — Respondió a mi pregunta en cuanto escuchó mis pasos acercándose. —, hoy vine a celebrar con mi hermosa familia.
En cuanto entré en la cocina, me sorprendí al ver la mesa completamente decorada, con un mantel blanco y adornos brillantes, también fuentes con comida caliente lista para ser servida llaman mi atención en el mesón de la cocina. En la pared que se enfrenta a la puerta de la habitación, un cartel negro con letras doradas reza ¡Bienvenida a casa, Rea!
En cuanto volví a mirarla a ella, me sonrió ampliamente.
— Llegué esta mañana, tu padre fue a buscarlos al hospital y yo me quedé aquí cocinando y esperándolos, ¿Qué te parece?
No supe qué responder, pero el gesto me conmovió, y eso debe de ser claro en mi expresión si me guío por lo emocionada que ella se ve y por su enorme sonrisa. Ella trabaja y ahorra siempre todo el año para ser capaz de viajar y pasar año nuevo con nosotros sin falta, y que se haya esforzado para poder adelantar el viaje y que haya preparado esto para mi madre, es increíble.
Abrí la boca para agradecerle, pero las palabras se me atravesaron en la garganta en cuanto fui consciente de la cantidad de platos sobre la mesa: somos cuatro, y hay cinco. Levanté la mirada y confirmé mis sospechas cuando ella apretó sus labios y me miró con tristeza.
Escuché la risa de mi madre a mis espaldas, acercándose a la cocina. En dos grandes zancadas me acerqué al plato y cubiertos sobrantes, los tomé y acomodé los demás para que no se notara su ausencia.
Me acerqué al pequeño mueble a un lado de Ruth y guardé las cosas en su lugar con rapidez.
— Sé que tú todavía tienes contacto con él de vez en cuando— Le dije en voz baja. —, y que probablemente le hablaste de esta cena y de que mamá ya está mejor, y te lo agradezco de parte de mi padre y la mía, porque a nosotros nunca nos contestó las llamadas, pero los dos sabemos que aunque lo hayas invitado Marco no vendrá aquí. Ver ese plato vacío en la mesa sólo habría entristecido a mamá, y quiero evitar eso, al menos por hoy.
Ruth guardó silencio, pero me sostuvo la mirada. Por el rabillo del ojo, vi cómo mi madre entraba en la cocina entre risas mientras miraba a mi padre. Finalmente, ella asintió levemente y se alejó para seguir hablando con mis padres y volver a abrazar a mi madre.
———
Ya eran las once de la noche cuando me despedí de mis padres y de Ruth luego de una tarde entera con ellos y me alejé de mi casa rumbo al departamento. La noche es húmeda, como siempre, pero al estar cerca el verano la gente seguía aglomerándose en las calles más concurridas del centro. No me preocupa demasiado caminar de noche por dichas calles pero, sin embargo, sí que me importaban las cuadras cercanas al departamento que, usualmente, estaban vacías a casi cualquier hora por la que pases por allí. Ahora mismo, sé que no habrá nadie y eso me da escalofríos de solo pensarlo. Desde el día siguiente a que mi madre despertara, me asusto fácilmente con cualquier mínima cosa, y varias veces me encontré a mí mismo revisando los alrededores o mirando a mis espaldas sin saber por qué. En ocasiones, incluso sentía que alguien estaba siguiéndome, pero rápidamente la sensación desaparecía.