La Venganza de Luna y Sol

6: "Cacería"

    Lo primero que veo al abrir los ojos es el techo blanco de mi habitación. La cabeza me da vueltas y me cuesta enfocar la visión, intento mover un brazo para poder apartarme el pelo del rostro pero, al intentarlo, una oleada de dolor me inunda y tengo que morderme los labios para no liberar un grito de dolor. Me quedo quieto, y espero.

    Mi respiración está tranquila y mi mente en paz, y esta vez, no tardo demasiado en recordar todo lo que me pasó. Ahora comprendo por qué me duele cada músculo del cuerpo, así que me relajo, intentando mantener la calma y no enloquecer.

    La última vez que afronté las cosas extrañas que me estaban ocurriendo, me dije a mí mismo que todo era real, y que tenía que aceptarlo y dejar de intentar buscarle respuestas racionales. Bien, si me guío por eso, entonces ayer intenté irme de la ciudad, me subí a un autobús rumbo a Kantra y, a mitad de carretera, una criatura que nunca en mi vida había visto detuvo el autobús buscándome, me dio una paliza y estaba a punto de asesinarme hasta que Dios Fuego me salvó el pellejo. Y ahora desperté en mi habitación.

    Me quedé recostado boca arriba, con los ojos bien abiertos y volviendo a preguntarme a mi mismo si no habré perdido la cordura y me habré vuelto loco de la noche a la mañana. Soltando una exhalación, cierro los ojos y decido intentar incorporarme en la cama.

    Cuento hasta tres y muevo rápidamente mi brazo derecho hasta tomar con mi mano el borde del colchón, me muerdo la lengua y cierro los ojos con fuerza en un intento por no gritar de dolor mientras hago fuerza y me incorporo en la cama. Es el mismo dolor de la última vez, como si alguien me hubiera golpeado a muerte. Cuando logro quedar sentado y apoyado contra el respaldo y la pared, me relajo, dejo mis extremidades inmóviles y abro los ojos.

    En ese preciso instante, mi ventana se cerró con un golpe seco, atrayendo mi atención. El aire de la habitación no tardó mucho en calentarse. Muevo mi cabeza en todas direcciones, analizándolo todo y asegurándome de que sea real.

    Esta es mi habitación, de eso no hay dudas. Con un gruñido, estiro mi brazo, alcanzo mi reloj despertador y lo traigo hacia mí; las doce del mediodía. Suspiro con cansancio.

    Sé que lo que sea que me pasó no fue un sueño. Está bien, los Dioses son reales, lo acepto, lo sé. Pero, ¿Qué era esa criatura? Aún puedo recordar con demasiado detalle su rostro, un escalofrío me recorre el cuerpo al hacerlo. ¿Fue real? ¿Realmente fue eso lo que vi?

    Un ruido en la sala me distrae, sobresaltándome. ¿Adrián? Hoy debe ser Domingo, su único día libre, pero generalmente duerme hasta mucho más tarde, despertarse al mediodía un Domingo para él es como madrugar, básicamente.

    De un doloroso tirón brusco, descubro las sábanas de mi cuerpo y apoyo los pies descalsos en el suelo. Me sobresalto al darme cuenta de mi vestimenta, ya que nunca duermo así. Hace calor, ya casi entramos en verano, ¿Por qué tengo camisera y pantalones térmicos?

    Me pongo de pie sin pensarlo demasiado con pasos lentos y dolorosos, abro la puerta de la habitación y me asomo a la sala.

    Adrián me devuelve la mirada desde el sofá frente a la televisión, está agachado levantando un vaso de plástico del suelo.

    — Eh, ¿Te desperté? Lo siento. — Me dice, le miro de arriba abajo; tiene su ropa de trabajo.

    — ¿Qué haces acá vestido así? — Le pregunté dando unos cortos pasos hacia adelante, pero enseguida me detengo al notar que el dolor es demasiado intenso como para moverme sin sostenerme de algo.

    — ¿Por qué? — Pregunta confundido.

   — Hoy es Domingo, Adriá, tu día libre

    — No, Kennet, hoy es Viernes. — Me replica rápidamente. — Sólo volví a recoger algo.

    Dejo salir una risa sarcástica. — Es Domingo, idiota, vé a sacarte eso

    — Kennet, hoy es Viernes, ¿En qué mundo vives?

    Bajo mi atenta mirada, él se acercó a mi y pasó por mi lado, metiéndose en mi habitación.

    — ¿Dónde está tu teléfono?

    — Probablemente en mi pantalón. — Contesté con rapidez.

    Adrián se acercó a la cama y tomó mi pantalón, sacó mi teléfono del bolsillo y lo encendió, mostrándome.

    — ¿Lo ves? Hoy es Viernes. Hoy te toca a vos trabajar también.

    Miré el aparato en sus manos, atónito, por algunos segundos.

    — ¿No trabajé ayer? — Le pregunté con un hilo de voz.

    — No, ayer fuiste a la universidad, y estudiaste todo el día hasta tarde, lo estabas haciendo cuando llegué del trabajo, ¿Recuerdas? Ayer.

    La cabeza comenzó a darme vueltas otra vez, me aferré a la pared pero en ese instante me fallaron las rodillas.

    Adrián volvió a sostenerme antes de que me desplomara.

   ———

    El dolor abrumador que había sentido al despertar hace algunas horas había desaparecido hacía más bien poco, pero ya estaba preguntándome a mi mismo si lo había sentido en absoluto mientras cerraba la llave de la ducha.

    Adrián me hizo muchas preguntas después de ayudarme a estabilizarme y guiarme devuelta a la cama, ya que esta es la segunda vez que casi me desmayo frente a él, me interrogó por un buen rato acerca de mis hábitos alimenticios, e incluso señaló que “me veo más delgado”. Con un poco de insistencia, me lo saqué de encima y me dejó descansar en paz.

    Me envolví una toalla en la cintura y salí al salón, pero me dirigí directamente a mi habitación en silencio.

    La remera del trabajo la había encontrado limpia, doblada y colgada en el ropero justo como la había dejado el Lunes pasado. Revisé todos los almanaques y aparatos de la casa que pudieran dar la fecha; hoy es Viernes, sin duda alguna, y aún me duele la cabeza cada que pienso en ello o lo recuerdo.

    Sé que no imaginé en absoluto las últimas horas de mi vida, yo ya viví este día; fui a trabajar el viernes en la noche, volví el sábado en la madrugada y dejé la ciudad esa misma noche, hoy debería de ser Domingo y, en su lugar, desperté dos días atrás en el tiempo. Lo sé y no pienso pensar lo contrario, pero es difícil cuando literalmente todo a tu alrededor, toda lógica te dice estás equivocado.



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En el texto hay: misterio, mitologia, romance

Editado: 08.05.2021

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