10: "Algunas respuestas"

    La fachada del destartalado hotel frente a mí no me inspira nada de confianza, pero no puedo replicar en absoluto mientras soy arrastrado a través de su puerta de cristal rota.

    La recepción es un simple cuadrado diminuto con puertas a la izquierda, una escalera justo frente a la puerta principal y un escritorio a un lado. Un hombre de mediana edad se encuentra detrás de éste, y a sus espaldas distingo llaves colgadas en la pared.

    El Dios hechó una rápida mirada a las llaves y se dirigió a las escaleras, arrastrándome detrás. Consigo ver la expresión de sorpresa del hombre al ver a mis heridas, pero pronto lo dejamos atrás y alcanzamos el piso superior.

    — Es un minotauro, y sabe quién soy. — Me dice rápidamente en cuanto abrí la boca a punto de replicar, así que continué dejándome arrastrar en silencio.

    Él se dirigió directamente hacia una puerta al final del pasillo, la abrió de un empujón y me metió dentro de un tirón. Cerró la puerta nuevamente y se dedicó a recorrer y revisar por completo la habitación mientras le miraba.

    Frente a mí hay una cama doble con una mesa de luz a cada lado. A un lado de la puerta, un ropero destartalado y, a su lado, una silla de madera. En la pared izquierda, que da a la calle, las cortinas blancas de una pequeña ventana ondean con el viento.

    Me acerqué a la cama lentamente y tome asiento, casi desplomándome. Llamé la atención de Fuego mientras lo hacía, e inmediatamente se acercó a mí.

     — Dame tu mano — Me pidió, se la extendí sin objetar nada. Se sentó a mi lado en la cama y la observó con cuidado entre sus manos durante algunos instantes. —. Esto te dolerá.

    Segundos después, tomó la navaja por el mango y la sacó de mi mano de un tirón. Mordí mis labios con fuerza para evitar soltar un alarido de dolor, y enseguida noté el sabor de la sangre en mi boca. No tardó en envolver mi mano sangrante con las suyas y, momentos después, me soltó. Levanté la mano y la observé frente a mi rostro, moviéndola. Está manchada de sangre fresca, pero está completamente curada.

    — Por algunas horas te dolerá, pero pasará y será como si nunca te hubieras lastimado.

    Algunas de las piezas en el rompecabezas de mi mente comenzaron a unirse. — Hiciste esto mismo cuando me atropelló la camioneta, y cuando la criatura me atacó en el autobús — Él asintió con la cabeza. Bajé la mano hacia mi regazo, mirándole. —. ¿Qué tan serias eran mis heridas la primera vez?

— Ambos brazos y piernas rotos — Contestó de inmediato. —. Pequeñas heridas en todo el cuerpo, una contusión y… Casi te rompes el cuello, si llegaba un segundo más tarde habrías muerto y yo no habría podido hacer nada — Guardó silencio, inspeccionando mi rostro. —. Por eso te dolía todo el cuerpo al despertar, literalmente tuve que sanarte completo.

   Asentí con la cabeza mirando el suelo. Intenté mover la mano que acaba de curarme una vez más pero, como era de esperarse, sentí un dolor intenso que me obligó a desistir y dejarla inmóvil sobre el regazo

    — Gracias. — Le dije, probablemente por primera vez de forma completamente sincera. Él negó con la cabeza.

    — Sácate la remera, no puedo curar tu espalda con la remera hecha pedazos en medio.

    Me levanté de la cama inmediatamente y tomé el borde de la remera con la mano izquierda, la levanté y me la saqué por la cabeza. La sangre se ha secado un poco y siento la espalda arder al retirarla por completo, pero es algo soportable. Le escuché pararse detrás de mí y posar sus manos en mis heridas, no puedo evitar arrugar el rostro del dolor pero, segundos después, lo único que siento son sus manos cálidas sobre la espalda.

    Se alejó algunos segundos después y yo volví a colocarme la remera ensangrentada. Me di la vuelta y él ya está a unos pasos de mí, así que volví a sentarme en la cama. Él se agachó frente a mí. Antes de que pueda asimilar lo que está sucediendo, ya está rompiendo mi pantalón en la zona de las rodillas para acceder mejor a mis heridas.

    — Lo siento. — Me dice mientras posa sus manos sobre los raspones.

    — ¿Cómo lo haces? — Le pregunté. — Curar, me refiero.

    — No es exactamente curar — Observé cómo pasaba su mano por las costuras rotas y estas volvían a unirse, como si nunca se hubieran roto. Levantó la mirada hacia mí al terminar. —, es revertir, volver atrás en el tiempo. Puedo hacerlo con cualquier cosa.

    — Lo hiciste luego del autobús.

    — Sí. — Afirmó poniéndose de pie.

    — No vuelvas a hacer eso. — Le dije con un gruñido. Él no me contestó, pero le vi sonreír levemente mientras se sentaba a mi lado.

    Tomó la navaja que hace unos instantes estaba clavada en mi mano y comenzó a jugar con ella.

    — Me dejaste curarte, y te prometí decirte la verdad si dejabas que te protegiera apropiadamente — Volvió la mirada hacia mí. —. Quiero que hagas un juramento, sólo por si acaso.

    — ¿Por qué necesitas mi permiso? — Indagué impulsivamente. — Eres un Dios, si quieres protegerme, lo haces y ya está.

    Me miró fijamente por algunos instantes antes de contestar. — No puedo protegerte si no me dejas, no porque necesite tu permiso, sino porque necesito tu cooperación, Kennet — Levantó la navaja, llevándola frente a su rostro, y la observó. —. Luego del incidente con la camioneta, me fue fácil vigilarte porque conocía tu rutina, sabía dónde vivías, la biblioteca que concurrías, la Universidad en la que estudiabas— Repentinamente, clavó la navaja en la madera de la cama a su lado y se volvió a mirarme. —. No soy un rastreador, a no ser que me invoques; no sé dónde estás, osea que podés escabullirte de mí con facilidad. Y por eso, Kennet, necesito que me prometas que me dejarás protegerte y vigilarte en todo momento a partir de ahora. ¿Lo comprendes?

    Aparté la mirada de él y analicé sus palabras en silencio. — ¿No te basta con mis palabras? — Indagué sin razón alguna, ya sé la respuesta.