El silencio en la habitación es asfixiante.
Miré a los dos hombres parados frente a mí, están mirándome de forma despectiva y silenciosa mientras el médico que acaba de entrar se limita a levantar una de las sillas azules que hay contra la pared, la deposita a un lado de mi cama y toma asiento, sin importarle lo que hacen los otros dos.
Ojea con interés la planilla en sus manos.
Sentado con las piernas entrelazadas en la cama, de repente me siento muy pequeño.
— Muy bien, Kennet Larsen — Desvié la mirada hacia mis manos. —. Dos costillas rotas, varios moretones y rasguños repartidos por todo el cuerpo, cortes en el antebrazo izquierdo y quemadoras producto del cinturón de seguridad — Levantó la mirada de los papeles hacia los dos hombres frente a mí. —. Le hicimos algunos estudios el día en que despertó por primera vez, antes de que volviera a caer inconsciente por una semana. No parece tener absolutamente nada en la cabeza, ni siquiera un hematoma… — Volvió a mirarme. — Seguiremos haciendo estudios, porque claramente no es normal que quede inconsciente por tanto tiempo sin más cada vez que despierta, pero aparte de eso creemos que está fingiendo amnesia.
Bueno, ahora mismo sí estoy fingiendo, pero cuando hicieron esos exámenes no lo hacía.
Los dos hombres me miran fijamente entonces, yo me encojo en mi lugar, incómodo.
El médico se levanta, dejando la silla vacía, estrechó las manos de los oficiales y se retiró sin decir nada más. La puerta se cerró con suavidad a sus espaldas.
Uno de los hombres, bajito, de cabello castaño y hombros anchos, se sienta en la silla vacante y me estudia en silencio.
— ¿Por qué no nos dices la verdad, Kennet? — Me preguntó su compañero, retomando el hilo de nuestra conversación interrumpida.
Empezamos yendo directo al grano.
— Les estoy diciendo la verdad — Insisto. —, desperté hace diez días sin recuerdos de nada, volví a caer inconsciente, desperté hoy otra vez y sigo sin recordarlo — Clavé la mirada en él. —. No sé nada.
Me sostuvo la mirada por varios y tensos segundos. — Deja ya el teatro, no conseguirás nada haciendo esto — Se inclinó un poco hacia mí, me aparté lentamente. —, admitas haberlo hecho o no, todas las pruebas apuntan hacia ti, lo único que falta es el arma que se usó para matar al pobre señor Dellager y a la mujer sin identificar, así que ¿Por qué no colaboras con nosotros? Quizás hasta podría ser beneficioso para ti.
— No puedo colaborar con ustedes porque no recuerdo absolutamente nada, no sé nada, no sabía ni cómo me llamaba cuando desperté…
— ¡Ya basta! — El hombre sentado en la silla azul de plástico estalló contra mí. — El señor dallager y aquella mujer desconocida fueron hallados muertos en la estación de servicio en la que tú solías trabajar, en tú turno de trabajo, y las cámaras de seguridad súbitamente dejaron de funcionar por veintitrés minutos mientras esto ocurría. Desapareciste por un mes y medio y hace dos semanas reapareciste en el auto robado del señor Dellager. — Guardé silencio, mirándole fijamente y apretando los labios. — Ya escuchaste al médico, no hay evidencia de que algo esté mal con tu cabeza, no tienes ni un moretón o rasguño y en los escáneres todo parece estar en completo orden. Deja el teatro y confiesa de una vez, sabemos que fuiste tú.
Le sostuve la mirada por varios minutos, sin decirle nada.
Finalmente, hablé; — No recuerdo absolutamente nada.
El hombre se recostó bruscamente contra el respaldo y miró hacia la pared, frustrado. Su compañero, sin embargo, ahora está mirándome con lo que parece ser lástima.
Puso una mano en el hombro tenso de su compañero y le llamó la atención, con un apretón se puso de pie, arrastrando la silla por el suelo.
— Muy bien, Kennet, ya nos vamos. — Alejó la mano del hombro de su compañero. — Pero por favor, piensa un poco, considera hacer lo correcto y confesar, quizás así puedas cambiar un poco la balanza en tu favor. Eres joven, y escuché por ahí que estudiabas medicina… — Levanté una ceja, mirándole. — Si cambias de opinión y decides decir la verdad, habla con el médico a tu cargo, él se encargará de ponerse en contacto con nosotros y vendremos enseguida.
Espera una respuesta de mi parte, así que asiento levemente con la cabeza y él, finalmente, me devuelve el gesto y se dirige a la puerta de la habitación. Las suelas de sus zapatos resuenan en el suelo mientras ambos hombres salen por la puerta, escucho los murmullos de personas en el pasillo antes de que la puerta se cierre y todo vuelva a su silencio usual.
Me relajé contra el respaldo de la cama, cerré los ojos y me acomodé en el colchón.
— ¿Ya se fueron? — Escuché a Einar desde el pequeño baño individual de la habitación.
La paz duró muy poco.
— No.
— No es cierto. — Le escuché decir mientras abria la puerta y caminaba hacia la cama.
— No se supone que hagas eso, ¿Y si no te estaba mintiendo y sí había alguien?
— Entonces no me mientas. — Tomó asiento en la silla de plástico azul a mi lado. — ¿Cómo te sientes?
— Como si me hubieran pegado en la cabeza con un martillo.
— Lo siento… — Llevó una mano hacia mi cabeza, pero me aparté bruscamente.
— No me toques la cabeza, mi pelo está asqueroso.
Einar me miró con fastidio, se inclinó hacia adelante y puso su mano en la parte de atrás de mi cabeza pese a mis protestas.
— Kennet, hace una semana te hice prácticamente una operación en la cabeza, basta.
— No comprendo cómo es que sigo vivo después de eso.
— Sé lo que hago, no fue la primera vez. — Alejó su mano de mi cabeza. — No tienes nada, como si nunca te hubiera abierto el cráneo.
— ¿Era realmente necesario hacer eso?