La Venganza de Luna y Sol

22: "Pequeños cambios"

    Einar cerró la puerta de la habitación a sus espaldas mientras yo aún me sacaba las lagañas sentado en medio del colchón, se acercó a la cama con rapidez y me lanzó un bulto negro que atrapé al vuelo.

    — ¿Qué es esto?

    — ¿Qué te parece que es? — Me contestó con diversión.

    Creo que ya pasó demasiado tiempo conmigo, comienza a hablar como yo.

    Inspeccioné con detalle el bulto y noté dos tiras negras que sobresalen de él; correas. Una mochila. Encontré el cierre, lo abrí y revuelví en su interior; remeras, pantalones, cepillo de dientes...

    — ¿Por qué me das esto?

    — ¿Cómo que por qué? Lo necesitas.

    — Me siento como un niño. — Murmuré, le escuché reírse desde su lugar cerca de la ventana. — ¿Me dejaste solo para conseguir esto?¿No era peligroso?

    — No lo hice, Bernie se ocupó.

    Decidí no preguntarle, murmuré un casi inentendible gracias, él asintió con la cabeza. Me puse de pie con la mochila en la mano y caminé al baño de la habitación en silencio.

   ———

    — No tenemos un mapa. — Establezco mientras me ato las zapatillas al borde de la cama.

    — Tampoco un auto. — Me señaló Einar mientras camina lentamente de un extremo al otro de la habitación. — Ni sabemos en qué ciudad estamos.

    Suspiré sonoramente mientras termino de atar el nudo. — Estamos en Tanak, había un cartel enorme a las afueras de la ciudad, ¿Es que no lo viste?¿Qué clase de soldado eres?

   No le prestó atención a mi burla. — Tenemos que conseguir otro auto y un mapa.

    Me puse de pie y comencé a pasarme una remera por la cabeza, me frustré cuando mi pelo se enredó con la tela. — Y otra navaja, de ser posible.

    — También. — Concordó conmigo distraído.

    Tomé la mochila por una de sus correas y me la colgué del hombro de un tirón, cuidando de no tirar al suelo los restos de mi desayuno que descansan en una bandeja sobre la cama.

    — Todo listo.

    Einar se acercó a la puerta de la habitación a grandes zancadas, la abrió y esperó a que pase hacia el pasillo para cerrarla con llave y poner una mano en mi espalda, apurándome para alcanzar las escaleras.

    — No necesitas empujarme para que no me quede atrás. — Me quejé apartando su brazo.

    — Tú solo camina, ¿Quieres?

    Bajamos las escaleras salteándonos escalones, el hombre de la noche anterior nos espera en la recepción nuevamente.

    Salí por la puerta del edificio por mi cuenta, dejando a Einar atrás por algunos breves segundos. Cuando me alcanzó, comenzó a caminar hacia una de las esquinas para cruzar la calle, le seguí.

    — ¿Ahora qué? — Le pregunté luego de algunas cuadras de caminata.

    Pasamos por la vereda de una plaza en silencio, él observa todo a nuestro alrededor, como si buscara algo.

    — Ahora caminamos otra vez, hasta alcanzar las afueras de la ciudad. — Abrí la boca para protestar. — Podremos encontar un mapa en alguna estación de servicio en la carretera, pero no podemos robar un auto en pleno centro de la ciudad.

    — ¿¡Robar un qué?!

    — ¿Qué otra cosa esperabas? — Me soltó con brusquedad. — Necesitamos un auto, ¿Cómo piensas obtener uno?

    No necesité pensarlo mucho. — Está bien.

    — Bien.

    Continuamos caminando en silencio a través de las concurridas calles de Tanak bajo el sol abrasador del mediodía.

   ———

    Me pasé la mano por el pelo por millonésima vez desde que desperté, apartándomelo del rostro mientras nos abrimos paso hacia el reconocido paisaje de la carretera.

    Los locales comenzaron a escasear hace algunos kilómetros, y Einar pudo conseguir en uno de ellos un mapa detallado del país y otro que incluye varios países más, incluyendo Grustre. Decidimos tenerlos siempre encima a partir de ahora, así que él los lleva bien doblados en los bolsillos de su campera de cuero. Parece ser inmune al calor del verano, aunque en algunas semanas comenzará el otoño.

    Los autos pasan a nuestro lado silbando cada cinco segundos, pero aprendimos a hacer caso omiso a medida que nos internamos más y más en la carretera. Esquivamos piedras y obstáculos de dudosa procedencia mientras vemos en la lejanía un cartel detrás de unos arbustos.

    — Hay una estación de servicio más adelante. — Me dice Einar leyendo el cartel mientras yo le alcanzo y me detengo a su lado.

    — Entonces vamos. — Le apremio, tomando su muñeca y tirando de él para que continúe caminando.

    Le solté y tomé la delantera. Cuanto antes hagamos esto, mejor.

    Algunos metros más adelante divisé la estación de servicio; es la misma compañía para la que solía trabajar y tiene un diseño y distribución similar también. Maldita ironía.

    Me dirijo directamente hacia el rincón más alejado del aparcamiento, la parada para cargar combustible menos usada y fuera de la vista de la persona que esté a cargo del turno, a no ser que se acerque a ver por la vidriera. Einar me sigue sin decir nada.

    — Hay cámaras. — Le digo. — Pero si son iguales a las que había en donde solía trabajar, esta parada para cargar combustible de aquí debería de estar fuera de su rango, así que estamos seguros. — Me alejé del lugar, salí del estacionamiento y rodeé la pared. — Ahora, a esperar aquí.

    — ¿Por qué aquí?

    — ¿Tú pararías a por combustible allí si vieras a dos tipos parados y haciendo nada?

    — No.

    Extendí los brazos. — Exacto. — Einar se fue a sentar contra la pared, me le acerqué y lo tomé del brazo antes de que lo hiciera. — Yo que tú no me siento ahí.

    Einar se incorporó y se acercó a mí con ambas manos levantadas. Me reí.

    — ¿Y cómo lo hacemos? — Me preguntó.

    — ¿Cómo que cómo lo hacemos? — Le contesté con brusquedad. — ¿Esperas que piense en eso yo también?



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En el texto hay: misterio, mitologia, romance

Editado: 08.05.2021

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