La Venganza de Luna y Sol

23: "Cambio de roles"

    El viento nocturno que entra por las ventanas del auto me despeina el pelo mientras intento acomodármelo de todas las maneras posibles.

    — Ya te dije que no. — Refutó Einar desde el asiento del acompañante con los brazos cruzados.

    — Pero lo necesitas… — Volví a replicar. — Estás cansado, tú mismo lo admitiste cuando desperté en el hospital, y ya pasó una semana. — Él guardó silencio, sin despegar ni un momento la vista de la ventana. Suspiré. — Sé que puedes aguantar perfectamente sin dormir, pero de verdad quiero hacer esto por ti.

    Mis palabras parecieron por fin hacerlo reaccionar. — ¿Por qué?

    — Einar, llevas dos meses cargando conmigo y siendo básicamente mi niñera, llevas cuidándome cuatro meses si contamos el tiempo que lo hiciste sin que yo lo supiera… Sólo quiero hacer algo yo por ti esta vez.

    Se relajó en su asiento, lo cual me animó un poco. — Pero es peligroso, y necesitas descansar tú también…

    — He pasado días enteros sin dormir por el trabajo y la universidad — Le recordé. —, y seguro que me vigilaste durante muchas de esas noches. Me quedaré despierto mientras duermes por un día, si pasa algo lo primero que haré será despertarte.

    No me contestó enseguida, pero una rápida mirada a mi lado me dejó saber que estaba pensándolo, al menos. Finalmente, mientras un auto pasaba por nuestro lado en la autopista y nos adelantaba, habló; — Prométeme que no harás nada estúpido, prométeme que si pasa algo lo primero que harás será despertarme.

    — Lo prometo. — Le dije sin dudar, luego analicé sus palabras. — ¿De verdad me crees capaz de hacer algo estúpido en el caso de que pase algo?

    — No… — Admitió. — Pero contigo nunca está de más ser precavido, eres impulsivo a veces.

    — Ah, ¿Lo notaste? — Me reí.

    — Como para no hacerlo. — Sé que puso los ojos en blanco aún sin haberle visto el rostro.

    — Estoy trabajando en eso, y cada vez lo controlo mejor.

    — Lo sé. — Noté su sonrisa por el rabillo del ojo.

    Cambié de tema, confundido. — Ya casi llegamos a la ciudad.

    — Sí, es la última. Luego pasamos directamente al país vecino, que limita con Grustre. — Asentí. — Antes de que te diga a dónde ir para pasar la noche, hagamos una parada para comprar algo para comer.

   — ¿Por qué?

    — Kennet, si planeas dejarme dormir por un día entero vas a tener que quedarte en la habitación y no separarte de mí por ningún motivo, no planeo que te mueras de hambre mientras duermo.

    No moriría de hambre, pero preferí no discutir y sólo asentí con la cabeza en silencio.

    La carretera no está vacía esta vez como tantas otras veces lo había estado, aunque no estaba a rebosar de otros transeúntes, lo cual me permitió relajarme contra el respaldo del asiento. Desde el accidente no puedo evitar rememorar los recuerdos a cámara lenta del auto que se estrelló contra nosotros cuando algún otro vehículo se acercaba demasiado. Einar lo nota siempre, pero nunca me dice nada.

    Para cuando llegamos a la ciudad ya son alrededor de las once de la noche y recorremos las calles silenciosas buscando un lugar para comprar comida, pese a mi reticencia. Finalmente, y luego de un rato, Einar me hace parar en la vereda de un restaurante casi vacío pero animado. Aparco el auto, apago el motor, retiro la llave y miro a mi izquierda.

    Es un restaurante de comida India.

    Ni siquiera me preguntó si me gusta la comida India.

   ———

    Einar cerró la puerta de la habitación a nuestras espaldas suavemente. El encargado del motel fue reticente en un principio en cuanto nos vio, y no quería dejarnos quedar aquí, reconoció a Einar de inmediato y se mostró bastante asustado por él. Al final Einar lo convenció… Podía llegar a ser muy persuasivo si se lo proponía, no tengo que olvidar eso.

    Me descolgué la mochila del hombro y la dejé en el suelo a la vez que Einar se acercaba a la cama y dejaba sobre ella la pequeña bolsa que contenía mi cena de esta noche y mi almuerzo de mañana.

    — ¿Vas a tomar una ducha? — Preguntó él, asentí y me agaché junto a la mochila para sacar algo de ropa. — Deberías comer primero.

    — No quiero, ya lo haré después.

    No replicó.

    Traté de tomar la ducha lo más rápido posible, así que diez minutos después ya estaba volviendo a la habitación completamente vestido y revolviéndome el pelo con la toalla para absorber toda el agua. En cuando alejé la toalla de mi cabeza, mi cabello cayó con algunas ondas leves sobre mi rostro, tapándome por completo la visión. Me lo aparté de un manotazo y me acerqué a la cama. Einar sonreía divertido.

   — ¿Qué es tan divertido? — Gruñí dejando la toalla sobre la cama, intenté peinarme el pelo con los dedos.

    — Tu pelo está muy largo.

    — No me digas, ¿De verdad? — Repliqué. — Si tan solo tuviera una navaja…

    — ¿Como esta? — Levanté la mirada y vi a Einar sosteniendo en una mano una navaja pequeña y retráctil.

    — ¿De dónde sacaste eso?

   — El restaurante también tenía baratijas así y otras cosas. — Alcé una ceja, no convencido de su explicación. — No me mires así, es cierto.

    — Sí, de todas formas, con tus truquitos es lo mismo que robar.

    Me senté en la cama y estiré el brazo para alcanzar la bolsa con mi cena. Todavía no estaba completamente fría. — ¿Qué truquitos?

    Abrí un paquete de plástico blanco. — No has estado pagando por nada en todo el tiempo que llevamos viajando juntos.

    — Sí, pero eso no es un truco. — Replicó. — Muchas criaturas se infiltran en el mundo humano y saben de mi existencia y la de los demás Dioses, además de nuestra reputación; nos respetan, y están dispuestos a darme lo que pido sin inconvenientes.

    Me reí. — Excepto por todos los que cedieron de mala gana y los que se negaron explícitamente a ti y tú obligaste a ceder.



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En el texto hay: misterio, mitologia, romance

Editado: 08.05.2021

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