Grustre es un país muy curioso. La gente es muy amable y carismática, pero la noche cae sobre la ciudad demasiado pronto y los locales cierran muy temprano. Durante noches y noches me he visto obligado a conducir hasta tarde por calles desoladas y fantasmales porque absolutamente todo cierra a las siete de la tarde. Además, está el problema del idioma, al menos para mí.
Hablan mi mismo idioma, pero la mayoría de personas tiene el acento de la región tan marcado que comprenderles requiere de toda mi concentración. Einar, por otro lado, habla con ellos con facilidad e incluso imita su mismo acento.
Son las nueve de la noche y conduzco por las calles solitarias de la ciudad, con rumbo a la carretera principal que nos llevará directamente hacia nuestro destino después de todas estas semanas. Einar está a mi lado inclinado sobre el mapa en la oscuridad, pese a haberme dado ya instrucciones a seguir para que no me perdiera.
— Deberíamos llegar allí hacia la una de la tarde. — Me comentó casi en susurros.
— Está bien.
Dobló el mapa con cuidado y se lo metió en el bolsillo.
Seguí conduciendo y guardamos silencio el resto del viaje.
———
La ciudad costera de Everain es un lugar peculiar.
El pequeño centro de la ciudad está constituido por acogedores locales pegados uno al lado del otro, en estos momentos están cerrados. Están muy pegados a la costa y al muelle. Según Einar, las personas aquí suelen optar por vivir alejados de la costa, lo que significa que el pequeño centro lleno de locales es usualmente utilizado por los marineros que paran en el muelle y sólo ocasionalmente por las personas de la ciudad.
En cada extremo de la ciudad hay un bar y tres lugares que ofrecen habitaciones para los extranjeros. Todo lo demás son tiendas de comestibles, de ropa y otras cosas básicas.
El cielo estaba nublado y gris cuando por fin divisamos un cartel señalando cuántos kilómetros faltaban para alcanzar la ciudad, una leve llovizna golpeteaba contra las ventanas en cuando divisamos las primeras edificaciones. Einar observó el cielo a través de las ventanas y se estiró para tomar mi mochila del asiento de atrás a medida que acercaba el auto al pequeño estacionamiento frente al lugar que él me indicó.
Antes de que pudiera apagar el motor y desabrocharme el cinturón, él ya estaba rodeando el auto bajo la lluvia. Me puse la capucha de la campera y él abrió la puerta en silencio, entrelazó su mano con la mía a la primera oportunidad y, luego de cerrar la puerta del auto, tiró de mí con insistencia para resguardarnos de la lluvia.
Una campanilla oxidada delató nuestra presencia en la pequeña estancia de paredes descoloridas, las luces estaban apagadas pero había mucha luz natural gracias a las ventanas. Escuchamos pasos provenientes de un estrecho pasillo a mi derecha y, seguidamente, una mujer alta de cabello castaño oscuro y enfundada en un grueso pulóver de lana blanco nos recibió con la mirada enfocada en el suelo a nuestros pies.
Su relajada expresión se transformó en cuando vio a Einar a mi lado. Por algunos segundos, ambos guardaron silencio mientras se miraban entre sí. La expresión de la mujer es la de alguien que acaba de encontrarse con una visita completamente indeseada.
— Dios Fuego. — Finalmente le saludó con un breve asentimiento de cabeza, Einar lo devolvió. Entonces, su mirada se enfocó en mí. — Veo que lo que dicen es cierto.
— No sé a qué te refieres. — Le contestó con rudeza, la mujer entonces bajó la mirada a nuestras manos unidas.
Las solté y me llevé las manos a los bolsillos, repentinamente incómodo y queriendo largarme. Einar no me dijo nada.
— Se dice por ahí que has estado viajando con un humano, pero la cosa varía en cuanto al por qué.
— Entonces dejemos que continúe así.
La mujer parecía querer echarnos a patadas.
Miré hacia la puerta por la cual habíamos entrado, considerando tomar a Einar y arrastrarlo por donde habíamos venido, pero entonces ella volvió a hablar.
— Muy bien. — Declaró, se acercó a un pequeño escritorio en el rincón de la habitación y se escuchó el sonido de un cajón al abrirse. — No quiero tener problemas contigo. Segundo piso, la número siete.
Levantó su brazo en el aire sosteniendo una pequeña llavecita dorada. Einar se acercó a ella, tomó la llave y la mujer se limitó a volver por donde había venido y desaparecer de la vista. En segundos, Einar ya estaba tirando de mi brazo para llamar mi atención otra vez. Intuyendo sus intenciones, me limité a sacar la mano de mi bolsillo y buscar la suya, entrelazó nuestras manos mientras yo continuaba mirando en la misma dirección y, entonces, comenzó a caminar arrastrándome consigo.
Me condujo hacia el fondo más oscuro de la habitación, hacia unas escaleras sin luz, subí detrás de él y me condujo a través de un pasillo poco iluminado, observé las puertas de las habitaciones hasta que él se paró frente a la indicada y la abrió con rapidez.
Las paredes eran de un marrón oscuro que hacía parecer a la habitación un poco más grande de lo que en realidad es. Justo frente a la puerta, una ventana con las cortinas abiertas da directamente hacia la calle, la puerta a un baño en una esquina y en medio de la habitación, junto a la pared, una cama tamaño estándar estaba impecablemente hecha.
Einar se adelantó y se dirigió directamente al extremo opuesto de la habitación, dejó la mochila que cargaba al hombro sobre una pequeña cajonera de madera y yo me acerqué a la ventana en silencio. La luz del día hacía que no hiciera falta encender la luz artificial.
Me acerqué al marco de madera de la ventana y acomodé mejor las cortinas. En cuanto desvié la mirada hacia la calle, vi una figura cubierta por un impermeable azul cruzar la calle a toda prisa bajo la ahora incesante lluvia.