La lluvia repiquetea contra la ventana con suavidad mientras conduzco por una carretera concurrida. Las nubes grises tapan por completo la luz del sol, los árboles que bordean el pavimento a ambos lados están llenos a rebosar de hojas anaranjadas que comienzan a caer. Una imagen otoñal típica, esta siempre fue mi estación del año favorita.
Escucho el ruido del auto al pasar una y otra vez por pequeños charcos en medio del camino, Einar se limita a mirar fijamente el mapa en sus manos. Ha estado en la misma posición por los últimos veinte minutos, y a estas alturas sé que lo que menos está haciendo es revisar el pedazo de papel en sus manos.
Luego de algunos escasos minutos, veo frente a mí cómo la carretera se divide en dos.
— Einar, ¿A dónde? — Le pregunté entonces, él levantó la mirada hacia el frente pero permaneció en silencio. — Einar.
— A la derecha, ve a la derecha. — Murmuró suavemente.
Obedecí y continué conduciendo con normalidad en silencio. Él miró el mapa una vez más y, luego de algunos segundos, lo cerró y lo guardó en su bolsillo.
— Continúa por esta carretera, no deberían haber más bifurcaciones en el camino.
— Bien.
— Discutamos otra vez lo que vamos a…
Le interrumpí. — Ya lo discutimos cincuenta veces — Me acomodé en el asiento y me aparté el pelo de la frente. —. En cuanto sientas la presencia de una, tú y Luna se quedan atrás y yo continúo solo. Si hay problemas que no puedo manejar, te llamo en voz alta o llamo a Luna.
Guardó silencio mientras me miraba, le ignoré.
Pasaron algunos minutos de completo silencio mientras yo observaba atentamente el camino frente a mí y él miraba cada uno de mis movimientos. Sé que está intentando poner sus pensamientos en orden. También sé que en cualquier momento…
— ¿Podemos hablar? — … Me hablará.
Tragué saliva. — ¿De qué?
— Llevas cuatro días siendo distante conmigo.
No le respondí, en su lugar me concentré en sobrepasar una camioneta algo destartalada que nos ralentiza el paso.
— Kennet. — Volvió a insistir.
— No.
— ¿Por qué actúas así?
Liberé una exhalación cargada de frustración.
— Saca cuentas tú solo, Einar, ya estás grande.
Apoyó la mano en el tablero.
— Estoy intentando hablarte y arreglar las cosas, no seas inmaduro.
— No estoy siendo inmaduro — Apreté la mandíbula y, luego de algunos segundos, la relajé otra vez. —, es bastante obvio lo que me pasa, y el hecho de que no puedas reconocer por ti mismo qué sucede, qué hiciste mal, sólo hace que me sienta peor, así que cállate. — No me contestó, apretó los labios y no volvió a decir palabra. — No estoy siendo inmaduro, estoy decepcionado.
Si eso no le da una pista, nada lo hará.
———
Me acomodé la capucha sobre la cabeza en cuanto Einar salió una vez más al aparcamiento.
Es bien entrada la noche y como estamos cerca de la costa la característica brisa oceánica me despeina el cabello con fuerza. Las estrellas son mucho más visibles desde aquí, también, y estuve observándolas largo y tendido apoyado a un lado del coche, con la mochila al hombro y esperándolo.
Me lanzó una llave ni bien estuvo lo suficientemente cerca, la atrapé en el aire y comencé a caminar rumbo al largo pasillo que da al aparcamiento, lleno de puertas cerradas y claramente desocupadas. Miré el número pintado en un pedazo de madera que colgaba junto a la llave; siete.
Mientras caminaba, Einar se retardó a mis espaldas. Cinco segundos después descubrí por qué.
— Suelta. — Gruñí tirando de mi mochila, que él había intentado sacarme de los hombros.
Alcancé la puerta correcta con tres grandes zancadas y la abrí con rapidez. Lo primero que hice al poner un pie en la habitación, y luego de prender la luz, fue buscar con la mirada la cama y las paredes. Divisé una puerta de madera con la pintura gastada en un rincón, me descolgué la mochila, la apoyé en la cama y comencé a rebuscar dentro de ella.
Einar cerró la puerta con suavidad, por el rabillo del ojo percibí cómo lentamente se apoyaba a un lado de la puerta, sobre la pared. Le ignoré.
— Kennet… — Me llamó luego de algunos segundos en silencio.
— ¿Sí?
No me contestó. Frustrado, continué rebuscando en la mochila hasta que encontré todo lo que necesitaba. Lo dejé con lentitud sobre la cama en una pequeña pila, cerré la mochila y me alejé de la cama. Me giré a verlo nuevamente, con la misma expresión que le dediqué por los últimos cuatro días.
— No contestaste. —Le señalé.
Apretó sus labios mientras me observaba, suspiró. — ¿Podríamos, por favor, hablar?
— Ya lo hicimos hoy, en el coche.
— Por favor. — Me rogó. Me forcé a mí mismo a mantenerme firme.
— Einar,
Dio un corto paso hacia mí. — ¿Es por la maldición?
Sus palabras me sorprendieron.
— ¿Qué quieres decir? — Le pregunté, fruncí el ceño.
— Es eso, ¿No es cierto? — Continuó con rapidez. — ¿Por qué estás enojado conmigo? Kennet, yo no lo controlo, yo no…
— No entiendo de qué rayos estás hablando. — Le interrumpí con brusquedad, me llevé las manos a los bolsillos de mi pantalón y di un paso hacia atrás. — Olvídalo.
— No — Dio otro paso hacia mí. —, sé que es eso — Le observé fijamente, la decepción probablemente plasmada en mi rostro. Él todavía no lo comprendía. Sin embargo, continuó. —, y también sé que me correspondes, pero no quieres admitirlo. Yo no soy responsable de la maldición, esa es Luna, yo no pedí que me maldijera. Y sí, es horrible enterarte de que la persona a la que quieres solo se fijó en ti por algo como esto, pero yo no lo controlaba y ya no estoy maldito, y te quiero, y no quiero que estemos así.