El viento frío pega contra mi cuerpo y me revuelve el pelo mientras miro a mi alrededor con nerviosismo. Detrás de mí apenas puedo vislumbrar las pequeñas siluetas de Einar y Luna, ambos sentados en el suelo y mirándome con atención. A mi derecha, grandes olas chocan contra las rocas con fuerza, a mi izquierda enormes riscos y piedras irregulares.
La entrada a la pequeña cueva se ve un poco más grande de cerca, pero sigue siendo extremadamente pequeña y estrecha. No se ve absolutamente ningún movimiento, pero Einar aseguró que no está tan desolada como parece, y sé que debe ser así.
Miré frente a mí y me debatí internamente, ¿Es esta una buena posición?¿Sería arriesgado acercarme un poco más? Tengo la sensación de que todavía estoy bastante alejado de la cueva, pero no sé si sea una buena idea acercarme unos pocos pasos más o no.
Por precaución decido quedarme justo donde estoy. Sujeto con fuerza la pared a mi lado, exhalo profundamente y hablo.
— ¿Hola?
Esperé, pero no hubo respuesta. Las olas continúan chocando contra las rocas por debajo de mis pies, el viento choca contra mis oídos.
Decido ser directo.
— No vine a hacerte daño — Me relamí los labios y atenté con apartarme el pelo de la cara a pesar del viento —. Mi nombre es Kennet, soy un humano.
No supe qué más decir. Hablarle al viento me pone nervioso, sobre todo porque tengo la sensación de estar completamente solo aquí. Miré otra vez a mi alrededor, Einar y Luna siguen siendo dos pequeñas siluetas en la distancia, pero no se mueven de allí. Miré el suelo a mis pies y, con cuidado, terminé por sentarme en el suelo.
La vista desde aquí es impresionante, pero no vine hasta aquí para admirar el paisaje.
— Es un lindo lugar— Le dije, alzando la voz —, apuesto a que en tu cueva tienes unas vistas increíbles. Escogiste muy bien.
No obtuve respuesta.
Apoyé la espalda contra la pared y me animé a dejar una de mis piernas colgar por sobre los riscos. Los movimientos del océano comenzaban a distraerme y calmarme, tomé distraídamente una piedrita suelta a mi lado y comencé a jugar con ella.
Mi pulso se aceleró un poco en cuanto la súbita sensación de alguien acompañándome me sobrecogió, pero al mirar a mi alrededor todo sigue estando tan desolado como antes. Sin embargo, me aferro a mi intuición y vuelvo a hablar.
— Como ya he dicho, no vine a hacerte daño — Miré directamente al océano, por alguna razón no me animo a volver a mirar hacia la cueva. —, lamento mucho estar molestándote, sé que si buscaste refugio en un lugar tan remoto debe ser porque lo que menos quieres es que vengan a fastidiarte, pero de verdad necesito tu ayuda… Tú eres la única capaz de ayudarme.
Esperé, atento a cada pequeño sonido a mi alrededor.
Mi corazón todavía está acelerado.
— Eso no es cierto — Una suave y melodiosa voz me contestó desde el interior de la cueva, un escalofrío me recorrió la espalda. —, cualquiera que sea de mi especie puede ayudarte.
Analicé sus palabras con algo de dificultad y medité con cuidado mi respuesta.
— Bueno, en eso tienes razón — Carraspeé. — pero esperaba que tú, en específico, pudieras ayudarme.
No volví a obtener respuesta. El sol se ocultó detrás de una nube blanca por varios segundos, pero ella no volvió a contestarme.
— Sólo quiero hablar contigo. Si lo haces, te prometo que no te haré daño — Solté la pequeña piedrita en mis manos, que cayó hacia el océano en silencio. —. No te haré daño en absoluto, si me pides que me vaya ahora mismo, eso haré… Pero quiero que sepas que de verdad apreciaría tu ayuda.
Esta vez, mi respuesta llegó enseguida.
— ¿Por qué debería ayudarte?
Apoyé la cabeza contra los riscos a mis espaldas, ¿Por qué ella debería ayudarme, a mí, un completo extraño?
— En realidad no hay razón — Decidí decirle la verdad. —, no ganarás nada si me ayudas pero, si lo haces, estarías salvándome la vida.
Guardó silencio una vez más, pero ahora sé que está escuchándome, así que continué.
— Y eso tampoco vale de mucho, en realidad, soy un humano común y corriente…
— No, no lo eres — Me contestó. —, eres el humano que rompió la maldición del Dios del Fuego.
Sus palabras me sorprendieron un poco, pero luego recordé que las Fhyzas se caracterizan por saber muchas cosas… Por eso estoy aquí en primer lugar.
— Bueno, tienes razón, ese soy yo — Concordé —. Pero no creo que eso me haga especial.
Por el rabillo del ojo percibí movimiento, intenté enfocar mi atención en eso sin moverme para nada de mi posición actual. Por lo que puedo descifrar, está apenas un poco asomada en la abertura de la cueva para poder verme mejor. Sonreí ampliamente, pero seguidamente escuché un suspiro asustado y, como un borrón, la silueta había desaparecido.
Extremadamente asustadizas, no debo olvidar eso.
— ¡Lo siento! — Le dije de forma sincera, cerré los ojos con fuerza. — No quería asustarte, no tengas miedo.
El corazón se me aceleró otra vez, me llevé las rodillas al pecho y apoyé la frente en ellas.
De más está decir que estoy bastante seguro de haber arruinado nuestra oportunidad, por lo menos con esta fhyza.
— Lo siento — Volví a decirle, levanté un poco la cabeza. —, si quieres que me vaya, dímelo ahora mismo y te prometo que me levantaré y me alejaré de aquí.
Esperé y esperé, y continué esperando, pero ninguna respuesta llegó. Tampoco me animo a levantarme y alejarme, temeroso de asustarla aún más y que decida atacarme.
Había decidido insistir una vez más para que me diera la vía libre para irme con seguridad cuando, repentinamente, fue ella quien habló.
— Levántate — Se limitó a decirme, pero la oí con claridad. Obedecí. —, camina hasta la entrada de la cueva, da dos pasos hacia el interior y siéntate en el suelo.