Nunca lo había visto en persona, pero mi madre se encargó de mostrarme por foto quien sería el que se encargaría de todo lo relacionado con la fortuna familiar en caso de que ella y yo por equis motivos no lo pudiéramos ver. La foto no le hace justicia.
Santiago Ferri es uno de los solteros más codiciados. Con 40 años, un metro noventa de altura, cabello castaño claro, unos ojos color miel y un cuerpo, que con ese atuendo parece bastante apetecible, es quien se encuentra fuera de mi pequeño refugio.
No lo puedo creer, con todo lo que está a punto de pasar, como puedo estar pensando en eso. Lo que menos me debería de importar en este momento es su aspecto. De pronto escucho que tocan la puerta.
Me quedo paralizada. Vuelve a tocar la puerta ahora con un poco más de fuerza. Bueno no me queda de otra, voy a abrir y hacer como si nada estuviera fuera de lugar. Tomó una respiración profunda, pongo la mejor sonrisa falsa que tengo y abro la puerta.
-Hola, buen día.- Digo intentando controlar el temblor en mi voz. Espero no haber sonado demasiado nerviosa.
-¡Hola Shophia! ¿Cómo te encuentras?- Dice sonriendo. Me conoce, es lo primero que pienso. Al ver que no respondo me dice, -Disculpa, no me he presentado, soy Santiago Ferri, un primo lejano. Soy quien en este momento se está haciendo cargo de la fortuna de la familia.- Se presenta, y me extiende la mano a modo de saludo. Salgo de mi estupor y se la estrecho.
-¿Puedo pasar? Traje algunas provisiones- Me dice. Es ahí que miro, y al costado de él hay algunas bolsas. Todavía sin palabras, me aparto de la puerta para que pase. Cuando pasa a mi lado puedo ver que trae demasiadas bolsas repletas.
-Veo que te he dejado sin palabras.- Me dice. Y pienso que es poco, no se como que decir, tengo miedo de hablar. Prefiero que continúe él con la conversación. -Pensé que a estas alturas estarías repleta de preguntas.- No me digas, pienso para mis adentros.
Veo como pasa directo por la cocina mientras habla, y comienza a desembolsar todo lo que ha traído, y lo va colocando en su lugar. Por lo visto la casa no le es ajena, es lo primero que pienso, dado que conoce la ubicación de cada cosa. Lo más probable es que sea él quien haya provisionado toda la casa con anterioridad.
Ajeno a todo lo que pasaba por mi mente me dice -Por qué no te preparas un par de cafés, mientras voy preparando la comida para almorzar. La verdad es que tengo mucha hambre, y no pude tomar mi primera taza de café está mañana. Me quedé dormido y tuve que salir a las corridas si quería llegar aquí antes del almuerzo. Hay mucho de lo que debemos discutir y para la noche ya debería estar de vuelta, si no queremos levantar sospechas.- Continúa hablando, mientras hago el café.
Hacer algo me sirve para canalizar mis nervios. -No se como responder a eso.- Le digo a modo de respuesta a su monólogo, y es la verdad, no tengo ni idea. ¿Tendrá problemas de vista? Me pregunto, como no le parece raro que parezca 10 años menor.
Una carcajada me saca del bucle de mis pensamientos. -No, no tengo problemas de vista me dice.- Ups, parece que lo dije en voz alta, automáticamente siento un calor subir por mi cara, debo de estar bordó de vergüenza.
-Sé exactamente lo que está pasando.- Que bueno que alguien lo sepa, pienso. Ahora procuro sellar mis labios, y que no salga una palabra de lo que cruza por mi mente. -Pero por lo visto tú no.- Continua, y en eso estoy completamente de acuerdo.
Miro la cafetera, y al ver que ya está hecho, nos sirvo un café a cada uno. Santiago ya terminó de guardar todo lo que había traído. Toma un trago de café y dice, -Era lo que necesitaba.- Mientras ahora busco lo que necesita para preparar el almuerzo. Lo observo sobre mi taza de café mientras lo tomó.
-No sabía si te encontraría aquí. Tenía muchas esperanzas de que no hubieras muerto.- Lo dice mientras me mira de arriba abajo. -Pero por lo visto sí.- Continua. -Puedo preguntar cómo sucedió.- Lo miró durante lo que parece una eternidad, pero que deben de ser sólo unos segundos. En donde decido que debo de hablar con alguien en carne y hueso de lo que me sucedió porque sino voy a terminar explotando. Dado que es él único ser humano a kilómetros a la redonda, bien puede ser él quien escuche mis desgracias.
-Clara me secuestró y me asesinó. Después de un mes más o menos desperté en mi yo de 14 años en está casa. Ese sería un pequeño resumen- Decidió no contarle todavía lo que Clara me declaró antes de mi muerte. Lo miro y espero a que se largue a reír de mi pequeña historia y me mire con lástima y crea que me he vuelto loca. Para mi sorpresa nada de eso sucede, él asiente con la cabeza, aceptando lo que digo.
-Cuando desapareciste, y no dejaste ningún rastro, tuve la esperanza de que te estuvieras escondiendo por algún motivo. O en el peor de los casos que estuvieras siendo retenida en contra de tu voluntad. En cuanto me enteré, por si las dudas vine a preparar la cabaña y a llenarla de provisiones por si lo que no quería que pasara, hubiera pasado. -
Al terminar de decir eso, ya la comida estaba hecha, por lo que puse la mesa y nos sentamos a comer. Continúa hablando en donde lo había dejado. -Tenía la esperanza que provisionar está casa estuviera de más. Pero desde que cumplí los 18 años, se me informó de la maldición de las mujeres Ferri. Y qué hacer, si una de ellas muriera. Se me dijo que cada tanto, casi al azar sin ningún patrón que pudiéramos reconocer, una de ellas resucita en su propio cuerpo de 14 años. Y despierta en está misma casa. Es por ello que la familia nunca se deshizo de ella.-