La Venganza de Shophia

VI

Luego de enviar el e-mail al padre Ares. Miro por la ventana y veo que ya ha anochecido. Vuelvo a la cocina para prepararme algo para la cena. Como no presté atención antes, no sé si habrá comida, y si la hay, en qué estado está. Lo más probable es que esté vencida.

Miro en la heladera, y observo que está muy bien surtida, y la comida es fresca. Lo que me provoca nuevamente más preguntas ¿Quién se está haciendo cargo de la casa? Si hay comida fresca, significa que la casa está habitada. No es que no lo haya pensado con anterioridad cuando vi que el baño estaba limpio, surtido y con toallas limpias y listas para usar. ¿Por qué hasta el momento no ha aparecido nadie? 

Mientras pienso en todo esto, comienzo a prepararme la cena. Aunque nadie lo crea, la famosa heredera de los Ferri Cooper sabe cocinar. Fue lo que me ayudó a salir adelante cuando mi madre falleció. Me internaba todo el día en la cocina de la casa y ayudaba a Carmen, nuestra cocinera, con la comida. Ella me tuvo mucha paciencia y me enseñaba a cocinar, de hecho, me dejaba ayudarla en la cocina. Y digo ayudarla, porque si bien yo era la que le pagaba el sueldo, la cocina era su territorio, y no dejaba entrar a nadie en ella. Después del fallecimiento de mi madre, había entrado en una profunda depresión. No salía de mi cuarto durante días enteros. 

Un día apareció Carmen en mi cuarto, diciendo que era hora de que dejara mi habitación, necesitaba ayuda en la cocina, y dado que yo no estaba haciendo nada, bien la podía ayudar. La verdad no entendía cómo era que se animaba a hablarme de esa manera, pero como no tenía ni ganas de discutir, baje a ayudarla. Después de ese día, durante meses, estuve metida en la cocina, la verdad que fue la mejor terapia que pude haber tenido.

Me senté en la mesa con mi plato de espaguetis con salsa a la boloñesa. Era uno de mis platos favoritos, y la salsa era una de las mejores cosas que me salían. No era un plato para la cena, era más bien para el almuerzo, pero dado que me lo había saltado por estar todo el día buscando lo que la prensa decía de mí y de Clara, estaba bien.

Termino de cenar, y mientras lavo los platos, que es lo que más odio hacer, pero dado que estoy sola no me queda de otra, pongo la tetera para tomarme un té de tilo antes de dormir. 

Me llevo el té al dormitorio, y mientras medito todo lo que está pasando me lo voy tomando. Cuando lo termino me acuesto, mañana será otro día, mejor descansar.

Estoy en el bosque y no veo la casa por ningún lado, no hay un camino que seguir y lo único que veo son árboles por donde miro. Hago un giro de 360° y no tengo ni idea en que parte del bosque estoy. Estoy segura de que es el bosque que rodea la casa, aunque no sé por qué estoy tan segura, pero lo sé. ¿Cómo llegué aquí? Miro mi cuerpo y veo que tengo una túnica de color blanco, que me llega a los tobillos con una capucha. ¿Cuándo me puse esta túnica? ¿De dónde la saque? Sigo girando en círculo, no tengo ni idea para donde ir, tengo miedo de alejarme más de la casa, si elijo una dirección determinada. 

Mientras medito qué hacer ante mí aparece una anciana. Su cabello es blanco plata, le llega hasta más abajo de la cintura. Sus ojos son de un color que no puedo definir, parece que pasa por diferentes tonos en cuanto lo pretendo descifrar. Está vestida con una túnica muy parecida a la mía, solo que es de un color morado oscuro. Por las arrugas de su cara podría decir que está en sus 80 y largos años. 

—Veo que no me reconoces. — Dice la mujer, con un tono suave y casi musical. La verdad es que no sé quién es. Juro que no la he visto en mi vida. 

—Claro, que no. No me viste en vida. — Me dice. Parece que no lo pensé y lo dije en voz alta. —Hablamos cuando cruzaste el velo. — Continúa. La miró sin entender. — ¿De qué velo habla? —Del velo que separa la vida y la muerte. Yo te recibí del otro lado, en cuanto tu alma se despegó de tu cuerpo. — Hace una pausa y me mira esperando una reacción, un reconocimiento. Pero no logro recordar. Algo dentro de mí cree en sus palabras.

—Es muy importante que recuerdes. No tengo mucho tiempo para estar aquí, se supone que no debería visitarte en sueños. — Lo dice con apuro, como si tuviera que irse muy pronto. —Busca en la biblioteca un libro de color negro, muy viejo. Con dibujos celtas en dorado, no tiene título en él. Lo reconocerás cuando lo veas. Espero que al leerlo te ayude a recordar. Intentaré volver a contactarme contigo, pero no sé si lo pueda lograr. —En cuanto termina de decirlo, desaparece ante mis ojos. En un momento estaba ante mí, y al siguiente ya no estaba.

—¡¡Espera!! No te vayas, ¿quién eres? —Miro a mi alrededor y vuelvo a estar sola. El silencio del bosque es aterrador.

Me despierto sobresaltada. Qué sueño más extraño. Mi piel está cubierta de sudor. Miro el reloj de la mesa de noche y son las 3 am. Después de semejante sueño, no creo que pueda volver a dormir. Por lo que me levanto y voy a la biblioteca, a buscar un libro que me permita pensar en otra cosa para poder dormir. Mi madre tenía una colección extensa de libros románticos en casa. Como esta era una casa en la cual ella se refugiaba para descansar y despejarse, estoy segura de que algún libro sobre esa temática debe de haber.

Mientras busco un libro que me interese, veo con estupor el libro que me dijo la anciana en el sueño.

¿Qué diablos está pasando?, el libro del que me habló la anciana en el sueño está aquí.




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