La venganza de Wun

La sangre en la nieve

En una pequeña aldea, pasando las enormes montañas del sur de Mir, se encontraban celebrando una fiesta. Con el cantar de las aves un chico despertó, caminó hacia la calle y pudo ver las hermosas decoraciones del festival.

-¡Alto, alto, Wun!- gritaba la madre de aquel chico al ver que salía

-¿Quien te dió permiso de salir?- le dijo furiosa

-B-bueno oí a las personas y quise ver qué pasaba- contestó Wun

-Ya me se esa excusa, ahora entra antes de que me enfade- dijo mientras lo empujaba de vuelta a casa

La madre de Wun cerró la puerta y le dijo

-Ya te he dicho que no me gusta que salgas mucho a la calle

-Entonces qué, me quieres dejar encerrado

-Mira hijo, tu no eres como las personas de este pueblo, tu eres mitad Bida, el problema es que eso a varios no les gusta

-Pero todos son amables conmigo, mis amigos y los vendedores, todos me tratan bien

-Aun no has visto a la gente mala, no podría vivir si te pasará algo- Esa frase resonó en la mente de Wun, al final de cuentas aún no conocía todo el mundo.

Al final se limitó a pedir perdón y fue a ayudar a su madre en su consultorio, le había prometido que irían al festival después del trabajo.

Como todos los días, su madre le enseñaba a preparar medicinas y detectar enfermedades, al final lo enviaba por algunas plantas al bosque.

Durante la tarde, fue al bosque, él aún pensaba en lo que le había dicho, no comprendía porque las personas lo odiarían por ser de otro reino, tampoco entendía eso de que era solo mitad Bida, según sus historias, su madre estuvo en el ejército del imperio de Bida, hasta que regresó a su pueblo natal tras la muerte del padre de Wun, él no le creía, a su parecer, su madre solo le contaba esas historias para que pudiera dormir.

Wun caminaba cautelosamente, revisando bien cada metro que avanzaba. Su calma fue interrumpida por un enorme estruendo que vino de su aldea, al principio pensó que el festival se había adelantado y se molestó por perderselo, no fue hasta que escuchó gritos que entendió la situación.

Wun corrió rápidamente para ver qué sucedía y cuando llegó vió una escena horrible.

Su aldea estaba cubierta de fuego, soldados con símbolos de garzas en sus uniformes, masacraron a la población. Las personas luchaban con ramas y piedras, mientras que los soldados los cortaban con sus espadas. En medio del caos, un hombre fornido, rubio, alto y con vestimenta extraña apareció, por su aspecto, se podría deducir que era el líder.

La madre de Wun apareció, el hombre la reconoció de inmediato y se lanzó a atacarla, ella evadía sus ataques y trataba de alejarse.

-Así que eres tu de nuevo, en serio escogiste este lugar para huir- exclamó, sin obtener respuesta

-Yo te conozco bien, si te alejas lo suficiente me matarás, pero no soy idiota, usaré esto
Séptimo sol-

Tras eso le dió un golpe, con eso basto. El cadáver quemado de la madre de Wun yacía en el suelo.

-Ja, ahora matenlos a todos, estás tierras son de Lijan desde ahora- dijo con orgullo

-Señor son muchos y se están resistiendo- gritó un soldado

-Aaagh, otra vez, todo lo tengo que hacer yo, rápido, háganse a un lado- bramó furioso

Sus soldados se acomodaron detrás de él mientras extendía su mano.

-Cuarto sol- exclamó.

Una ráfaga de fuego apareció e incineró a toda la aldea.
Wun corrió para evitar las llamas, cuando llegaron hasta él, se escondió detrás de una enorme roca, aún así, un árbol cayó y lo golpeó tan fuerte que se desmayó.

Había pasado ya un tiempo y el despertó, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba caminando en la nieve.
De su aldea solo quedaron las cenizas, todos habían muerto y los soldados se habían marchado, aún así el sabía que volverian.

Camino por un largo rato, la sangre sobre la nieve se extendía por el horizonte. Solo podía pensar en sus amigos y familiares, su madre había muerto de un momento a otro y ni siquiera podía recuperar su cadáver.

De repente el cielo se torno negro, el rastro de sangre desapareció y las montañas alrededor también. A la distancia, una silueta espeluznante se reveló. Era una serpiente cobra con tres cuernos que le conferían un aspecto antinatural, el que estaba al centro era similar al de los ciervos, el de la derecha se asemejaba más a el tallo espinoso de una rosa y el de su izquierda estaba roto, Wun, admiraba su piel dorada, pero entonces, sus ojos, rojos como la sangre, se clavaron sobre él.

-Escúchame atentamente pequeño asesino- sonó por todo el lugar como un eco

-Soy Gowan y soy un dios, puedo ver qué eres un humano fuerte, te ofrezco hacer un trato conmigo, trabaja para mi, si aceptas obtendrás poder, si te niegas te mato- aquellas palabras resonaron por su cabeza durante un buen rato, tanto que ni siquiera se dió cuenta de que estaba asistiendo. Una parte de él tenía miedo, pero la otra sabía que con el poder que le ofrecieron podría volverse lo suficientemente fuerte para vengar a su pueblo.

-Entonces aceptas

Esa última frase resonó fuertemente, de la nada, una enorme luz lleno el lugar. Wun se desmayó, al despertar estaba en el suelo. Cuando se levantó vio que en su pecho había una cicatriz con la forma de ese extraño ser.




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