—El infierno solo le da miedo a quien le teme al diablo.
Draven Sokolov.
Hace quince años.
¿Se han preguntado porque las personas pecan por la tentación de la serpiente?
Yo creo tener la respuesta, para mí las personas son la representación del mundo pecador que cae ante la tentación latente, yo soy la serpiente de la que todo el mundo habla, la que los hace pecar. Me oculto en las sombras esperando que caigas en mi trampa, sí quieres desistir de la tentación solo ruega porque mi ángel te conceda el perdón.
Aunque eso jamás pasará.
—¡Elije, maldita sea! —desde la lejanía escuchó como le grita, su cuerpo se mantiene inmóvil, la que deduzco que es su madre le da una cachetada.
Sus bocas se mueven, veo como un fajo de billetes llega a sus manos ella no reacciona. Solo mira con odio a su madre y padre quien la ha comprado mira a todos lados buscando la mirada que lo persigue. Cuando sus ojos se pasan en mi, sonrío dándome media vuelta adentrándome en el bosque de nuevo.
En el camino no muy lejos pude vislumbra un camino de tierra en el cuál un vehículo se imponía, de él baja mi padre junto Hendrick.
—¿Que has encontrado, Draven? —su voz grutal suena como un regaño,me coloco frente a él tendiendo mi brazo dejando ver el corte de una navaja.
—Deje rastros de sangre por el bosque —del bolsillo trasero de mi pantalón saco la navaja—. Haz que rastreen la zona, les daré las descripción del vehículo donde se la llevaron.
—Tienes dieciséis años, por el amor a tu madre Draven.
—No me importa y lo sabes, el trato entre nuestras familias viene desde antes de su nacimiento. La han vendido, Estéfano.
—Vamonos, hablaremos con más calma en la casa —su postura serena ahora está perturbada.
Sonrio saludando a Hendrick, nos acomodamos en la camioneta, saliendo del terreno.
Te encontraré, lo prometo.
Presente.
Desde hace tiempo no hago más que beber y mirar a la venta, pensando en la dulce venganza que llevaré acabo, Ethan se ha hecho cargo temporalmente del negocio, el viento en la habitación es helado. Mi presencia es más vacía que antes, pero solo unos pequeños hacen que me levanté todos los días solo a saludarlos, y escuchar sus pequeños balbuceos a través del monitor solo me alientan a intentar dejar la tristeza atrás.
Cómo todas las madrugadas me levanto agarrando las llaves del auto, pero prometo que esto será diferente, salgo de la habitación en silencio, el pasillo esta a oscuras por completo, el sonido de las garras de Cronos chocar contra el suelo me hace sonreír a medias.
La poca luz que entra por el ventanal me dejar ver su figura, su postura cansada me hace suspirar.
—Ya dos años Cronos —el lloriqueo se hace presente en él, el antes cachorro de Cristal corre queriendo jugar.
Al abrir la puerta principal los dos salen disparados junto al auto que me espera, soy tres pasos hasta estar por completo frente al vehículo. Les abro la puerta dejando que se suban, me introduzco viendo la figura de Hendrick descansando en el humbral de la puerta, aceleró hasta el fondo saliendo de la propiedad.
El sonido del teléfono me alerta, al contestar la risa de Laina llena el vehículo haciendo que Cronos y Candy ladren.
—¡Draven, disculpa molestarte!, hay buenas noticias —bufo cuando el sonido de la puerta se escucha a través de la línea—. Anahi, desperto.
—Prometelo —aplico una fuerza indescriptible en el volante, el cuero cruje bajo mis manos.
—Lo prometo por lo más sagrado.
—No me sirven las promesas vacías, llegó en cinco.
Corto la llamada, las calles están despejadas por lo que aceleró, Cronos parece entender porque empieza a ladrar, la fachada del hospital se ve a lo lejos. Mi corazón late desbocado, no hay un solo pensamiento racional en mi mente.
Divagó entre el sonido lejano de su, voz. El cuál connlos días se hace distante obligando me a tratar de recordar su voz, la hora en mi reloj marca las tres y media de la madrugada, al estacionar me bajo tan de inmediato abriendo apresurado las puertas dejando que bajen los perros, las enfermeras ven a los dos imponentes animales y algunas se van despavoridas por los pasillos evitando los a toda costa.
Sonrío a medio lado colocando mis manos en mis bolsillos, suspiro y el frío hace ver un poco de vapor. Apresuro mis pasos hasta llegar al elevador, no niego que las ansias por ver su rostro me consumen pero mantengo mis emociones al borde intentando parecer sereno.
Las puertas del elevador se abren concediendome el paso, marco el piso apresurado, la puertas se cierran dejando ver a la lejanía la figura de Ethan corriendo, mi teléfono suena al instante con su nombre en la pantalla.
—No importa, llegas tarde Ethan. Apresúrate.
—¿Me voy por las escaleras o qué? —la ironía en su voz es evidente, chasqueo mi lengua mirando las puertas—. Son las putas tres de la mañana, me estoy cagando de frío.
—Sube las escaleras, con eso entras en calor.
Corto la llamada y dejo en silencio el teléfono, Cronos bosteza y se echa en el suelo. Recuesto mi cuerpo en la pared a mi lado, suspiro con pesades mirando cuan lento subimos los pisos, los segundos dentro del elevador se hacen eternos hasta que las puertas se abren dejando ver el pasillo desolado. Camino entre mis pensamientos, ¿Que le diré cuando la vea?.
No sé que hago con mi vida en estos momentos, el olor a alcohol esta impregnado en mi. Nunca antes me había importado tanto mi maldita apariencia como ahora, pero. Ya estoy aquí frente a su puerta. Levanto mis nudillos tocando suave, se abre de inmediato.
Levanto mi rostro encontrándome directo con sus ojos, está frente a mi. Sus mejillas coloradas, sus labios que me tientan para que los bese. Sus ojos conflictivos, indecisos en que emoción mostrar primero llenos de preguntas sin respuestas.
Editado: 17.12.2024