—No hagas llorar al ángel, la niebla en el averno se espesa y de allí sale algo que no esperas. Así que ten cuidado y recuerda cada uno de tus pasos, porque uno en falso te costará todo lo que has logrado.
Draven Sokolov.
Hace trece años atrás.
Dos años y medio desde que la vendieron como una mercancía, como si no valiera nada más que unos simples billetes, ya tengo más de dieciséis años y soy más racional que antes, ahora se cual es mi misión aquí, encontrarla y que ella le de sentido a mi miserable existencia. Y es lo que necesito, ver su rostro y que tan solo al ver sus ojos ella me diga que estaremos juntos para siempre pero por ahora tengo que mantener todo bajo perfil. Y sobre todo encontrarla sin un rasguño en su cuerpo o el maldito mundo sufrirá las consecuencias.
—Draven me estás escuchando —la voz tranquila de mi madre llega desde lejos.
Levanto mi vista viéndola en el humbral de la puerta, su rostro sereno y sus mejillas rosadas me recuerdan a ella, el mismo color de ojos y la misma sonrisa un tanto torcida pero igual de hermosa.
—No, madre, ¿Que decías?
—¿Ya tienes la lista de los invitados?, tu padre me la ha pedido y si no está lista tienes hasta mañana para entregársela.
—Esta lista —agarro la hoja de papel sobre el escritorio de roble.
La extiendo viéndola acercarse agarrándola, sus ojos no se despegan de mi aunque ya me haya dado la vuelta para ver la pantalla frente a mi.
—¿Algo más madre? —me atrevo a preguntar sin voltear a ver su rostro.
Escucho su risa baja un tanto risueña y esa sensación extraña se apodera de mi, una calidez inigualable y tan tranquila que me relaja y me hace sonreír, dejo de redactar el correo dignandome a mirarla. Sus ojos marrones me recuerdan a ella, pero se que a quien tanto frente a mi es mi madre.
—Sonrie para que cuando estés con ella no se note que jamás haz sabido hacerlo, hijo.
—Lo intentaré.
—Te ves, hermoso. Te amo.
—Y yo a ti.
Sonríe más amplio haciendo que sus ojos casi desaparezcan en los pequeños pliegues que se forman al rededor de sus ojos. La puerta del despacho se abre dejando ver a un Ethan sonriente y su manera de caminar es una tanto preocupante. Cojea de una pierna y el dolor se nota en cada paso y, aún así mantiene la sonrisa en su rostro.
—Y yo los amo a los dos —abraza a mi madre cuando está a su lado—. Tengo buenas noticias, o un poco buenas si es que Draven las toma bien.
—Habla Ethan.
—Calma Draven despacio, Hendrick tiene la ubicación. Los ancianos la vendieron a un hombre de trata de personas —sus palabras quedan al aire cuando se sienta—. La estaban matando de a poco, no querían entregarla cuando estuviera inconsciente por días se la iba a entregar y que entonces pensará que estaba muerta.
Me recuesto en la silla donde estoy, si encuentro a quien la tienen lo voy a degollar frente a toda su familia, ella es importante sin ella mi mundo se paraliza en tan solo unos segundos. Los ojos de mi madre están llenos de incredulidad Ethan por su parte sabe que no puede flaquear ahora. Él es la pieza más importante en todo esto.
Me levanto con cuidado, intentando mantenerme sereno, camino contando cada paso que doy para así poder calamar mi mente. El dolor en mi pecho se mezcla con la rabia.
Que mala combinación.
—Si mi padre pregunta por mi, estoy donde los abuelos —paso a un lado de mi madre sin mirarla.
Me alejo más y más, mi mente me aleja de la realidad, invitando me a dejarme llevar por mis emociones. Pero jamás las dejaré dominarme, se que si lo hago luego me arrepentiré de mis acciones así sean las más correctas, el dolor es algo que no se. Sino que se siente, al igual que las lágrimas cristalinas, cuando ya se acaban lo único que queda es luchar.
Abro la puerta en silencio no se en que momento mi manos estaba en el pomo de la puerta principal, mis pies pesan como si estuvieran hechos de plomos y mi corazón late a toda prisa. Luchando por salir de mi pecho, o tan solo lastimarse con espinas para dejar de latir por unos cuantos segundos. La nieve cae con fuerza limitando mi visión más allá del jardín, una luz intermitente me llama, invitando me a acercarme.
Ahora se que la nieve no trae nada bueno en mi vida, todas las desgracias ocurren cuando está nevando. Y se que puede que hoy no sea la excepción. Camino con cuidado dejando que cada unos de mis pasos dejen una marca grande en el suelo que la nieve vuelve a cubrir en unos instantes, recorro el camino en silencio siendo consumido por el susurro se mi mente que me obliga a callar y solo escuchar su voz ahora en mis recuerdos casi inexistente. Se está desvaneciendo el sonido de mis memorias, tan solo dos años y unos meses han pasado. Pero para mí se ha sentido toda una maldita vida, eterna y que solo el dolor crece con cada día.
A veces desearía morir y no abrir mis ojos pero con solo pensar en lo que ella está sufriendo por mi culpa me hace sentir vivo pero roto sin una parte de mi. Y la única que me hace sonreír como estúpido cada noche.
Levanto mi vista viendo todo el recorrido que me falta, la lejanía de la casa me hace suspirar y entender que ya no hay marcha atrás. Y si mi venganza no empieza ahora, empezará si alguien daña aún más el espíritu del angel al que solo por tenerlo frente a mi varias veces se adueñó de mi vida. Sufrirá las consecuencias de sus actos y le haré saber lo que es la venganza del diablo.
Presente.
El sol a bajado considerablemente, la tarde ha estado tranquilo paro llena de competencias, ninguno de los dos a terminado el corte apenas van por las astas el venado de Ethan es más grande que el de Laina y el color del animal indica que era un cervatillo no tan pequeño.
Cristal está sentada con mi madre a lo lejos comiendo pirozhki, y riendo al ver lo que hacen los locos de mis hermanos, Hendrick está a mi lado cargando a Noah luego de haber ayudado a Ethan, la sonrisa con la que lo mira demuestra cuánto se está divirtiendo, sus palabras de hace días llegan a mi, se que el jamás lo ha pensado ni ha pasado por su cabeza.
Editado: 15.02.2025