La venganza del diablo

Capitulo 23

—Rie mientras pueda, porque cuando te empiece a cazar. Te haré sentir todo lo que alguna vez hiciste, al diablo nunca se le olvida nada de lo que le hacen.

Katia Ivanov.

Cierro las cortinas cortando así el último suministro de luz en cualquier parte de la casa, la soledad es vacía al igual que el interior de mi mente, que solo juega conmigo, un paso insignificante fuera de esta maldita casa y puedo sentir como me vigilan. Día tras, día.

Sus pasos leves se escuchan en el salon, una manta en mi hombros desnudos los cubre, transmitiendo un calor que me hace temblar, unas manos y un olor que puedo conocer tan bien como el de él. Pero en realidad al dar un paso alejándome lo más que puedo, lo consigo distinguir, no era él quien estaba a mis espaldas.

—No me vuelvas a tocar —elevo mi voz queriendo gritar, pero solo salen palabras entrecortadas en esporádicas respiraciones.

Su rostro se contra, niega y solo se da la vuelta en dirección contraria a la mía, arrastra sus pies por el suelo que quisiera que estuviera en llamas para verlo retorcerse y que se pueda quemar. Me siento observada, y a veces pienso que susurran cosas en mi oído por las noches.

Un leve movimiento al otro extremo de la casa me hace brincar, me voy a acercar cuando su figura ya ha desaparecido por completo de la estancia, unas voces se escuchan lejanas y comprendo que la televisión se ha encendido. Un suspiro aliviado sale de mi boca, camino unos cuantos pasos intentando no escuchar más que mi corazón latiendo al extremo. El cuerpo entero me tiembla, doy un respingo al escuchar más cerca el ruido del teléfono, sin esperar lo recojo del sofá al lado de los ventanales, el nombre en la pantalla me genera una decepción.

Dejo que siga sonando, quedándome en la misma posición con mi espalda encorvada, mis ojos pican y mis piernas quieren ceder y tocar el suelo.

Un toque en la puerta hace que un escalofrío me recorra una mala sensación se instala en mi estómago revolviendo lo de inmediato, otro toque cuando el tiempo corre con lentitud, doy un paso más, luego otro hasta que me encuentro caminando apresurada a la puerta, la curiosidad se instala en mi pecho, picando como si se tratara de la mordida de una hormiga muy pequeña.

Dejo que mi mano descanse en el pomo de la puerta, un toque un poco más fuerte me hace reprimir un pequeño grito, giro con lentitud la perilla, quitando con mi otra mano los seguros más arriba de esta.

Un leve viento golpea mi rostro, el espeso bosque se extiende a las espaldas de la mujer que está frente a mi, extendiendo con una mano su carta y una sonrisa en su rostro, algunas cortadas recorren sus mejillas, los lentes que lleva ocultan sus ojos. Dejando mucho que desear, estiró mi mano para agarrar la carta pero su mano libre viaja a mi brazo sacándome de la casa hasta el pequeño techo que se extiende sobre nosotras. Los árboles se mueven con ferocidad en direcciónes ilogicas ya que solo hay un leve viento. Bajo mi vista a su rostro, al ver una luz roja que se posa en su cabeza.

Se acerca más a mi y aunque intento separarme me es imposible.

—La muerte es un regalo si quien la merece no sufre, y la bendición más grande es desaparecer si quien controla tu vida así lo decide. El juego apenas comienza, y tú paranoia aumentará —entre los pequeños espacios de los árboles se ven algunas personas vestidas de rojo—. Creare un infierno en la tierra para ti, te haré querer morir.

Abre mis dedos con brusquedad dejando la carta en ella para alejarse, va caminando de espaldas sonriente, se detiene a unos cuantos metros de mi, fuera de la última parte de la estructura de la casa, algo impacta con ella, su cuerpo cae de rodillas pero en su rostro solo mantiene la sonrisa.

El grito que logre reprimir antes sale, me adentro lo más rápido que puedo a la casa, coloco todos los seguros de nuevo en la puerta, dejando me caer de espaldas al suelo. Mi cuerpo se siente frío, mis dientes castañean como si tuviera fiebre. Abro la carta como puedo rasgando el papel lo más rápido que mis dedos temblorosos me lo permiten.

Nadie puede mover un dedo sin que yo lo sepa. Cuida cada uno de tus pasos, no querrás que se adelante el juego. Voy por ti.

Atte: AM

Lanzo el papel a mi lado, agarro mi cabello con fuerza dejando que el teléfono caiga al mismo tiempo que suelto un grito.

—¡Maldita sea!

El sonido del teléfono interrumpe mi drama y agradezco, la locura me está respirando en la nuca, y estoy a punto de ceder. Lo levanto viendo el nombre en la pantalla, contestó esperando algún avance en su parte. Pero un grito me recibe.

—¡Esconderte mejor Katia, eres una estúpida!

—Cuida mejor tus palabras Annai, no hablas con cualquiera.

—Pues lo parece, tu apellido te queda muy grande Ivanov, eres una desgracia ni tus jugadas están bien ejecutadas, si estoy aqui es por tu maldita culpa, te digo algo no te vas a escapar si él decide que va por ti.

—Cuida tus palabras, no lo voy a volver a repetir.

—Cuida las tuyas, si no hubiera peleado por esa niñita no estuviera en el lugar que te corresponde.

—Mira Annai, tu decidiste participar por tu propia voluntad —elevo mi voz está vez gritando le al aparato en mi mano—, ¡Tambié es tu maldita culpa, maldita!, cada uno de mis planes a dado frutos. Y si no lo crees, lo vas a ver por ti misma cuando logré salir de ese agujero.

—¡No será tan fácil si es lo que crees!, ya me amenazó de muerte y ten por seguro que hará lo mismo contigo.

—Lo ha hecho millones de veces, y todo por culpa de esa maldita mujer. Y para que sepas tú, no eres nadie más que una pieza reemplazable, así que asegura tu lugar o alguien más lo ocupará.

A mi no me amenazas Katia —su voz es baja y ha dejado de gritar lo que indica que no está muy contenta con mis palabras.




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