Anahera Malyshev.
Los padres de Draven, pasan a mi lado hablando con Laina, su cara aburrida demuestra que no le interesa para nada charla qué le están dando. Sigo caminando en silencio. Me mano sudán, me mejilla pica, mi cuerpo está caliente pero el frío es más grande. Empujó la puerta por segundo de esta noche, lo veo pensar si; sus manos alargadas en la barra desayuno, sus ojos fijos en un punto en la nada.
Sello mis labios para no pronunciar palabras alguna, pero él parece sentir mi presencia.
—Tu plan, está un poco... —pausa su hablar, pero sigue mirando el punto fijo en un lugar desconocido—, ¿Estás segura de querer venganza?
Mi mente queda en blanco con su pregunta, esa simple palabra desafía todo lo que he conocido hasta ahora pero no me hace olvidar lo que quiero, ni dudar, ni un segundo de mis acciones, pero me cuestionó doblar con el sobre eso lo hará entender. Abro mis labios soltar unas cuantas palabras pero solo me acerco hasta estar a su lado viendo su rostro, los músculos de su mandíbula están tensos, sus puños se han envuelto alrededor del vaso de cristal.
—Sí, estoy segura de eso, quiero verla llorar lágrimas de sangre y verla gritar hasta que sus cuerdas vocales ya no sirvan y solo entonces tendré paz.
No dice nada, su silencio sé que ahora mis nuevos pensamientos griten cuán apresurados están por cumplirse, mi mirada viaja hasta su rostro para volver a sus manos que cada vez se vuelve más y más pálidas, hasta que el cristal bajó sus manos se disuelve en una sinfonía desdibujada en el viento, lentas gotas de sangre caen como si estuvieran prediciendo algo, un gran lago de sangre.
—Más qué crear esperanzas de guerra, crea un plan que te funcione no solo una bomba de humo, Caius está junto a ella, está peor de la cabeza que Ethan, Pero él en cambio no tiene compasión por sus presas, Ethan ve a su objetivo antes de siquiera disparar.
Cada palabra sale con más crudeza que el anterior, besos palmas con conflicto de emociones en sus ojos, gira su rostro dándome contemplar aquellos colores que tanto amo, dejo que mis manos reposen en sus mejillas, el frío de su piel cae en el color de mis palmas.
—Sabes, la guerra no es para mujeres...
—No, no es para mujeres, porque —dice, interrumpiendo mis palabras para agarrar mis manos—. Querida mía, ustedes son más persuasivas y sus movimientos son ágiles, delicados y sus órdenes son dictadas desde las sombras.
Al terminar sus palabras se levanta dejando un beso en mi frente, la extraña sensación de algo líquido se extiende por mi mejilla cuando sus manos se quedan ahí.
—Cada que dudes de lo que quieres, dímelo. Si alguien, quien sea te hace algo, aunque no me digas quién fue lo pondré frente a ti y haré que se arrodille hasta que sangre. Y no se te olvide quién eres Anahera Sokolova. Si alguien te daña, morirá.
—Lo se.
—Eso es bueno.
Aleja sus manos dando marcha a sus pasos alejándose hasta salir de la cocina dejándome con sus palabras rondando por mi cabeza, El sonido del reloj se cuela en el silencio, limpio con cuidado la sangre que ha dejado en mi mejilla, viendo las pastillas de vidrio en la barra de desayuno, y un gran rastro de sangre. Me acerco más hasta ver mi reflejo en el rojo.
—Lo más fuerte en la vida más allá de los lazos familiares son los deseos carnales que corrompen el alma y nos acercan más al averno y a mi a sentarme al lado del diablo.
Draven.
Todo parece cerrarse oprimir mi respiración en mis pulmones, corroer mi mente y hacerme tambalear, algunas luces permanecen apagadas pero, al parecer solo son un espejo de lo que se espera. Empujó la puerta principal sintiendo el frío de la noche, cada ráfaga aviva aquella parte perdida en mis memorias.
Las voces y risas a lo lejos me hacen avanzar, hasta que a mi espalda la voz de mi madre se escucha, resiliente, con secretos bajo cada palabra.
Al dar vuelta a mi cuerpo, ella se encuentra ahí con su gran abrigo que lo protege del frío.
—Hijo —repite, queriendo que me acerque pero solo doy otro paso atrás.
Niego agarrando mis manos hasta llevarla a mis espaldas, la sangre sigue saliendo sin querer parar solo para recordarme cuando es equilibrado me vuelvo al tenerla a ella como mi debilidad.
—Madre, ve adentro, te vas a enfermar.
—No —baja las escaleras, sus pasos decididos me hacen seguir retrocediendo—, ¿Qué le ha sucedido a Anahí?, no parece estar bien.
—No le hice nada, yo no me atrevería.
—Lo se —su voz se vuelve cómplice, casi como si estuviera jugando conmigo.
—Madre, yo solo —me cuesta pronunciar esa maldita palabra—. Tengo miedo, a que algo le pase o que alguien le haga algo.
—Si está contigo nada pasada, solo piénsalo Draven, tienes que entenderla.
—Lo intento madre, lo intento pero cada vez que la veo pienso en los peores escenarios, no quiero que nada le suceda.
—Si hablamos de los peores escenarios, te aseguro que cada vez que sales de aquí a "tus asuntos", ella tiene todo el tiempo el corazón en la mano. Hay personas que son más fuertes que otras, qué son fuertes pero no con la misma intensidad, cada uno sufre de manera diferente, unos en silencio, otros. En voz alta, tu, lo haces de una manera extraña hijo. Solo necesitas un tiempo para ti; comprender que no siempre podrás mantenerla a salvo y, tienes que dejar que ella explore quién es, vive en un mundo el cual avanzó mientras ella estaba inconsciente. Déjala que encuentre su motivación, así, como tú encontraste la tuya.
Editado: 31.08.2025