La venganza del diablo

Capitulo 25

Cronos

Mis patas golpean la tierra seca pese a la lluvia repentina, todos corren bajo está sin importarles si se mojan o solo llegan bajo algún lugar a refugiarse.

Me siento al lado de mi ama, su olor se ha mantenido fuerte en el aire desde que volvió, puedo ver cómo sus movimientos son más decididos que antes, su voz más firme y sus sentimientos ya no controlan esa pequeña y ligera parte de ella que la hacía ver vulnerable. Ahora, es la reina que alguna vez mencionaron.

Todos se mueven dispersos en sus actividades, algunos cargando cajas otros simplemente transportando armas o un arnés, algunas cosas extrañas, al pasar por su lado podía sentir el olor de la carne cruda y la sangre fresca, solo puedo lamer mi hosico imaginando el sabor.

Anahí se mueve hablando con algunos hombres, pero yo sigo el camino, siguiendo el rastro de un ligero olor a vainilla que reconozco muy bien, esquivo a unos cuantos , a otros simplemente les ladro para que se aparten. Al llegar me quedo a una distancia considerable, alejado sentándome en la tierra viendo su rostro, joven con una sonrisa un poco torcida. Uno de los hombres se va a acercar para agarrar la caja. Me levanto sintiendo mi corazón a mil, golpeando con fuerza mis costillas, dejo a su vista mis dientes posandome al lado de Cristal.

—Cronos —su susurro me hace ladrar.

El hombre no se mueve, mantiene su postura agachada intentando agarrar la caja, yo solo acerco mi osico a su mano, cerrándolo poco a poco para intentar aprisionar su mano, gruño cerrando cada vez más rápido. Pero una voz me detiene. Alejo mi osico y saco mi lengua.

—Cronos, déjalo. Y tú, elige otra caja.

Draven camina de la mano de Nat, su porte no se ve interrumpido por la ternura de la pequeña niña de ojos extraños. Sus balbuceos y pequeños gritos me vuelven impaciente, ni hay ninguna amenaza cerca, pero aún así ella persiste en gritar y hablar sin parar. Me echo en la tierra, para descansar al lado de la niña vainilla. Draven se acerca por completo y nos mira con desaprobación a ambos.

Sí pudiera, le arrancaría la mano al que echó para merecer su mirada. Lo haría sin dudar.

Katia Ivanov.

Puedo escuchar sus voces, sus pasos. Puedo sentir como se acercan a mis espaldas, sus manos en mi cuellos y la sonrisa en sus labios se va extendiendo cada vez más.

Agarró sus muñecas intentando que las afloje, puedo sentir el aire de mis pulmones salir de a poco sin volver a entrar, mi corazón parece que ha dejado de latir pero mi mente no deja de trabajar, su cara se acerca más a mi rostro. Y solo entonces habla.

—Te dije que tenías que tener cuidado con la boca del lobo, no sabrás que tan cerca está para cerrar su boca y atraparte.

—Matame —pido en un susurro que parece durar una eternidad para salir de mi boca.

—Aun no, esto está muy lejos de terminar.

Quita sus manos de mi cuello y agarra con fuerza mi mentón, apenas y puedo respirar un poco cuando me hace voltear mi cuerpo tan rápido que unas incontrolables ganas de vomitar se hacen presentes.

—Mira, amor —señala el cristal tintado frente a nosotras—. Verás lo que le pasa a los traidores como tú, no encontrarás paz más allá. Solo pagarás lo que hiciste.

Sus palabras desaparecen en el eco de la habitación, Anahí me agarra con fuerza y me hace acercarme más haciéndome perder el poco aire de mis pulmones.

—No te estás enfrentando al diablo, tan solo te estás enfrentando, a su angel —golpea el vidrio dos veces y acerca su boca más a mi oído sin dejar de verme a través del cristal—. Te dañare desde dentro hacia afuera, y me súplicaras morir. Pero morir para ti será un lujo, algo que no te puedes permitir.

Voy a hablar pero una luz se enciende haciendo que cierre mis ojos unos minutos, y al abrirlos puedo ver las marcas de unas manos en el vidrio marcadas con sangre, como si alguien hubiera hecho un pacto, un contrato. Me acerco más sin que me lo pidan o me obliguen, la luz titila y se apaga.

Me acerco sintiendo como sus manos se van alejando de mi cuerpo, al voltear luego de no ver nada a través del cristal. No la veo, solo veo a la habitación desapareciendo pego mi cuerpo al vidrio a mis espaldas queriendo fundirme en el, pero solo oigo un llamado, una voz baja. Suave y poco tosca como quien quiere asustar.

Mi pulso se vuelve a acelerar y siento mi cuerpo cada vez más pesado, solo puedo mover mi cabeza más no mi cuerpo, intento por todos los medios pero no responde y no da señales de querer hacerlo.

—Katia —puedo escuchar como cantarrutea mi nombre, como me llama a la fogosa oscuridad—, ¡Katia!

Volteo mi rostro dejando de ver cómo la habitación se desaparece en la famosa nada.

—¡Katia! —otra vez esa voz, más cerca —¡Maldita sea, Katia!

—Señor, si me permite...

—¡Que te calles!, Katia. Si no despiertas te voy a matar yo antes de que tan siquiera lo pienses —luego de sus palabras siento agua realmente fría caer sobre mi rostro al igual que algunos trozos de hielo.

—Cállate Caius, tu voz es desesperante —toso después de hablar, intentando limpiar mi rostro pero mis manos se sienten atadas.

Abro mis ojos parpadeando rápido intentando acostumbrarme a la luz de este lugar, las paredes obscuras mantienen mi mente tranquila, permitiendo me suspirar y volver a toser, mi garganta se siente rasposa seca por la falta de agua.

—Dame agua.

Las palabras salen con dificultad, Caius, niega y una sonrisa se planta en su rostro, se acerca a mi costado, muevo mi rostro pensando que va a soltar mi mano derecha para así agarrar el agua en la cómoda. Levanta su mano con un sobre medio abierto en ella, el sello está roto. Desgarrado por él, levanto mi rostro viendo el suyo.

—¿Sabes tan siquiera que es esto?




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