El día siguiente comenzó con una mezcla de nervios y determinación. Marcos se preparó para enfrentar a Javier nuevamente, pero esta vez armado con el conocimiento y el apoyo de Marta. Decidieron que la mejor forma de obtener pruebas físicas era grabar a Javier confesando su crimen. Para ello, necesitarían un plan ingenioso y un poco de suerte.
Marcos pasó la mañana comprando un equipo de grabación discreto. Cuando regresó, Marta lo estaba esperando, flotando impacientemente cerca de la puerta.
—Listo para jugar a los espías? —preguntó, su tono ligero, pero con una seriedad subyacente.
—Más que listo. Siempre quise ser un agente secreto —respondió Marcos, mostrando el micrófono oculto que había comprado—. Solo espero no ser un agente secreto muy malo.
Ambos rieron nuevamente, una risa que escondía la tensión y el miedo de la misión que tenían por delante. Decidieron que Marcos invitaría a Javier a su apartamento con el pretexto de pedirle consejo sobre un proyecto de arte. Mientras tanto, Marta se encargaría de crear un ambiente que hiciera que Javier se sintiera seguro para hablar.
La tarde llegó rápidamente, y Javier aceptó la invitación de Marcos sin sospechar nada. Cuando Javier llegó, Marta usó sus habilidades para crear un ambiente acogedor y tranquilo. Los libros se colocaron de manera ordenada, la luz era suave y cálida, y una sensación de calma llenaba el aire.
—Marcos, ¿qué necesitas? —preguntó Javier, sentándose en el pequeño sofá.
—Estoy trabajando en un proyecto sobre emociones oscuras y quería tu opinión. Sé que tienes una perspectiva única —respondió Marcos, tratando de sonar casual mientras encendía discretamente el dispositivo de grabación.
Marta, invisible, observaba desde un rincón, lista para intervenir si fuera necesario. Marcos comenzó a hablar sobre su proyecto, llevando la conversación lentamente hacia temas más personales. Javier, al principio receloso, comenzó a relajarse bajo la influencia del ambiente cuidadosamente manipulado.
—Sabes, a veces las emociones oscuras pueden llevarnos a hacer cosas que nunca pensamos que seríamos capaces de hacer —dijo Marcos, dirigiendo la conversación hacia el tema del asesinato.
Javier asintió, su mirada perdiéndose un momento en el vacío.
—Sí, como cuando uno pierde el control por celos… o miedo. Cosas terribles pueden suceder.
Marcos sintió que estaban cerca. Decidió presionar un poco más.
—He estado pensando en eso. ¿Qué tan lejos puede llegar alguien cuando está consumido por esos sentimientos?
Javier pareció tensarse, pero después de un momento de silencio, comenzó a hablar.
—A veces… la mente se nubla y se hacen cosas irreparables. Yo… tuve un momento así. Cometí un error terrible.
Marcos sintió un nudo en el estómago, pero mantuvo su expresión neutral.
—¿Te refieres a Marta? —preguntó suavemente.
Javier cerró los ojos, su rostro lleno de arrepentimiento.
—Sí. No era yo. Los celos me cegaron. La amaba tanto que el pensamiento de perderla me enloqueció.
Marcos asintió, sintiendo que estaba logrando su objetivo.
—Pero, ¿no has pensado en hacer las paces con lo que hiciste? Enfrentar las consecuencias podría ser liberador.
Javier abrió los ojos, mirándolo fijamente.
—No sé si puedo. Tengo miedo de lo que me pasará.
Antes de que Marcos pudiera responder, Marta decidió intervenir. Usando toda su energía, hizo que la temperatura de la habitación descendiera y susurró el nombre de Javier en un tono fantasmal.
Javier se estremeció, mirando alrededor con miedo.
—¿Qué fue eso? —preguntó, su voz temblando.
Marcos fingió no haber oído nada.
—¿Qué fue qué? No escuché nada.
—Alguien… alguien dijo mi nombre —respondió Javier, su rostro pálido.
—Tal vez sea tu conciencia hablándote —dijo Marcos, aprovechando la oportunidad—. Tal vez necesitas enfrentar lo que hiciste para encontrar paz.
Javier se hundió en el sofá, sus manos temblando.
—Tienes razón. No puedo seguir huyendo.
Con esas palabras, Javier comenzó a confesar, detallando su crimen con una franqueza que solo el miedo podía arrancar. Marcos, manteniéndose tranquilo, dejó que Javier hablara, asegurándose de que todo quedara grabado.
Cuando finalmente Javier terminó, el ambiente en la habitación estaba cargado de tensión. Marcos apagó discretamente el dispositivo de grabación, sintiendo una mezcla de alivio y triunfo.
—Gracias por confiar en mí, Javier —dijo, tratando de sonar sincero—. Creo que has dado el primer paso hacia la redención.
Javier asintió, su rostro aún marcado por la culpa y el miedo.
—Tal vez. Pero el camino es largo.
Cuando Javier finalmente se fue, Marta apareció junto a Marcos, su expresión mezcla de alivio y tristeza.
—Lo hicimos —dijo ella, su voz suave.
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historia corta, fantasmas y venganza, narración en tercera persona
Editado: 01.08.2025