La Venganza Del Fantasma

Capítulo 7: Justicia y Redención

La confesión de Javier, junto con las pruebas reunidas por Marcos, Marta y Daniel, resultó ser suficiente para asegurar su arresto y posterior juicio. El proceso judicial fue arduo y emocionalmente desgastante, pero al final, Javier fue condenado por el asesinato de Marta.

Con Javier tras las rejas, Marta sintió una mezcla de alivio y tristeza. Su sed de venganza había sido saciada, pero ahora debía enfrentar el hecho de que su tiempo en el limbo podría estar llegando a su fin.

—Lo logramos, Marta. Justicia fue hecha —dijo Marcos, cuando salieron del tribunal.

—Sí, pero ¿qué sigue para mí? —preguntó Marta, flotando cerca de él.

Marcos la miró, con una mezcla de tristeza y cariño en sus ojos.

—No lo sé, pero estaré aquí para ayudarte a descubrirlo —respondió, con determinación.

Decidieron volver al apartamento de Marcos, donde habían pasado tanto tiempo planificando y luchando. Mientras se sentaban, reflexionando sobre todo lo que habían pasado, Marcos recordó una conversación que había tenido con un viejo amigo suyo, un profesor de parapsicología en la universidad.

—Tal vez deberíamos hablar con el profesor Ramírez. Él sabe mucho sobre espíritus y podría ayudarnos a entender qué sigue para ti —sugirió Marcos.

—Suena como un buen plan. Al menos sabremos si tengo que quedarme para siempre o si hay una manera de avanzar —respondió Marta.

Al día siguiente, visitaron al profesor Ramírez, un hombre mayor con una larga barba blanca y una mirada aguda y curiosa. Después de escuchar su historia, el profesor los miró con una expresión de interés genuino.

—Es un caso fascinante. Marta, tu espíritu está aquí porque tienes asuntos pendientes. Con la justicia ya cumplida, es posible que aún necesites encontrar paz interior antes de poder trascender —dijo el profesor, con tono reflexivo.

—¿Y cómo hago eso? —preguntó Marta, su voz llena de esperanza.

—Tal vez debas encontrar una forma de despedirte de tu vida anterior y aceptar tu nueva existencia —respondió el profesor—. Podrías escribir cartas a las personas que amaste, o tal vez realizar algún tipo de ritual de despedida.

Marcos y Marta decidieron seguir el consejo del profesor. Marta comenzó a escribir cartas a su familia y amigos, explicando lo sucedido y pidiéndoles que siguieran adelante sin ella. Fue un proceso doloroso, pero también catártico.

Mientras tanto, la relación entre Marcos y Marta seguía creciendo. Aunque sabían que su tiempo juntos era limitado, aprovecharon cada momento, riendo y compartiendo historias. Marcos descubrió en Marta no solo un espíritu vengativo, sino también una amiga y, en muchos aspectos, una compañera.

Una noche, mientras miraban las estrellas desde el balcón del apartamento de Marcos, Marta habló con sinceridad.

—Marcos, nunca imaginé que encontraría a alguien como tú en medio de todo esto. Has sido mi ancla, mi guía, y mi amigo. No sé cómo agradecerte.

Marcos la miró con cariño.

—No tienes que agradecerme, Marta. Ha sido un honor ayudarte, y aunque no sé qué depara el futuro, siempre tendrás un lugar en mi corazón.

Ambos compartieron una sonrisa triste pero llena de esperanza. Sabían que el tiempo de Marta en el mundo de los vivos estaba llegando a su fin, pero también sabían que su conexión trascendería cualquier barrera.

Finalmente, Marta completó sus cartas y realizó un ritual de despedida con la ayuda de Marcos y el profesor Ramírez. Mientras lo hacía, sintió una sensación de paz que nunca había experimentado antes. Sabía que estaba lista para dejar atrás el limbo y avanzar hacia el próximo capítulo de su existencia.

—Gracias por todo, Marcos. Siempre te recordaré —dijo Marta, mientras su figura comenzaba a desvanecerse.

—Y yo a ti, Marta. Hasta siempre —respondió Marcos, con lágrimas en los ojos.

Y así, en una noche estrellada, Marta se desvaneció, dejando atrás un legado de amistad, amor y justicia. Marcos, aunque triste por su partida, se sintió agradecido por haber conocido a un espíritu tan valiente y maravilloso. Sabía que, dondequiera que estuviera Marta ahora, finalmente había encontrado la paz que tanto merecía.




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