La venganza es dulce como Breanna

Capítulo 4

Miro divertida a Patricia la cual se encuentra agarrando su pelo y mira a todos de manera furiosa. Trato de no reírme en su cara porque por fin se ha enterado de que sus amados manteles no han llegado y qué, peor que eso, han sido enviados a otra persona que está muy lejos de aquí.

Las mismas de siempre son las que nos encontramos. Emily quien trata de calmarla, pero Patricia parece un animal rabioso a punto de morder a quien le pase por el frente. Esta la chica a quien Alice considera su rival sin razón alguna, otra chica que ni puta idea de quién es, Alice y yo.

Tomo un sorbo del jugo que me brindaron, no voy a tomar vino cuando es claro que el alcohol me pone un poco emocionada. No me he atrevido a preguntar si su prometido se encuentra ya que la última vez que lo vi yo destrocé una botella de brandy en su cabeza y puse a su cuenta la botella. Ese fue un método rápido de controlarlo.

A Jhon no lo he vuelto a ver, y eso que fue un besuqueo bueno, pero mi objetivo es otro. Es arruinarle la boda de sus sueños a la folla novios de Patricia.

Maldita.

No le digo puta por acostarse con muchos hombres, lo cual le encanta hacer y yo sería de la que más la apoyaran si no fuese tan maldita. Es puta por no respetar las relaciones ajenas y follarse los novios de sus amigas.

—¡Esa maldita empresa me va a conocer!—grita. Su enojo esta mas en que ella habló maravillas de sus manteles y ahora no los tiene. La dejé en vergüenza y eso me hace sentir tan malditamente orgullosa.

—Cálmate, así no conseguirás nada—mi voz hace que ella abra los ojos. Creo que su situación solo empeora conmigo aconsejándola.

—¿Qué me calme?—pregunta respirando con rapidez—esos malditos manteles solo se consiguen una vez por año. Eso significa que ya no los tendré, mi boda debe tener lo mejor de lo mejor —me dice. Una chica de servicio aparece, la misma joven con la que tropecé la última vez que estuve en esta casa.

—Permiso, el señor Vlad la busca—Patricia se pone pálida y asiente.

—Vendré enseguida—mira a Emily—seguro Dominick hará algo para que esa maldita empresa de vaya al carajo—sonríe con suficiencia y se aleja.

—Iré por otro vaso de jugo—informo alejándome a la cocina. Encuentro a la misma chica sacando jugo de la nevera—¿puedo tomar un poco?—ella me mira y sonríe.

—Claro—lleno el mismo vaso y me siento a beberlo en el taburete de la cocina. La chica me observa curiosa.

—Pregunta, no muerdo—digo y ella ríe.

—Solo que me parece algo grandioso lo de la última vez, todavía no salía de mi impresión—la miro confusa—la discusión de usted y el señor—asiento tomando otro sorbo.

—No es como si fuera la primera vez que él discute con alguien—le respondo restándole importancia.

—Es la segunda vez que veo al señor Vlad perder la compostura—me confiesa y la miro con sorpresa—es un hombre que se mantiene siempre tan frio e inhumano que no podía perderlos de vista a ambos. La última vez fue hace nueve años—mis ojos la miran sorprendida—incluso la señora Patricia ha hecho cosas que podrían sacar de su sitio a quien sea, pero él se mantiene actuando normal como si nada lo afectara—bebo todo lo que queda en el vaso.

—Tu jefe es un maldito amargado—la señalo—no sé cómo ustedes aguantan tenerlo cerca, ese hombre es tan amargado podría suicidarme si me quedara junto a él sola por más de diez minutos.

—Él es un gran jefe a pesar de todo—defiende encogiéndose de hombros.

—O bastante idiota para casarse con Patricia—murmuro.

—¿Cómo se llama, señorita?—me pregunta tomando el vaso que usé y lavándolo.

—Breanna. ¿Y tú?—ella sonríe.

—Lucia—asiento.

—Es un lindo nombre ¿Qué edad tienes?—Alice entra azotando mi trasero—maldición, no quiero ser tu sumisa así que deja de azotarme pendeja—ella ríe sentándose a mi lado.

—Sabes que mueres por ser mi sumisa—ella muerde sus labios y me hace las señas de un tigre—Ya no aguantaba estar cerca de Emily y mi rival—dice.

—Recuérdame por qué es tu rival—ella solo rueda los ojos.

—¿Cómo aguantas a tantas arpías juntas y tener que atenderlas? Yo hace tiempo las hubiese envenenado—le dice a Lucia quien se ríe fuertemente.

—Se te paga por limpiar, no por reírte de las payasadas de estas dos—Emily entra y mis ojos se ponen en blanco. Lucia baja la cabeza y suspiro.

—¿Por qué no te largas, Emily?—pregunta Alice con una voz dulce que desde lejos podrías notar que es falsa.

—Porque Patricia es la dueña y señora de esta casa y es mi amiga—argumenta pasando un dedo por el mesón y luego hace una mueca—como que aquí se debe limpiar mejor, digo, te pagan por hacer eso, limpiar, no por reírte de las babosadas de Alice. Será mejor que consigas algo con que quitar el polvo o Patricia se va a enterar y ¿sabes que pasará? Te van a despedir, por eso deja de perder el tiempo y limpia—Lucia contiene las lágrimas, ella debe de sentirse humillada.

—¿Por qué no buscas algún hombre que te deje meter su polla en tu boca y así dejar de destilar veneno?—pregunta Alice encarándola.

—Estas defendiendo a una pobretona sirvienta—le doy una falsa sonrisa.

—Ella puede ser pobre, pero nosotras no estamos muy lejanas a eso. Si, puede que tengamos un trabajo que nos brinda mejor salario, pero no dejamos ser pobres. Tú tienes la mayor pobreza del mundo y es la falta de humildad—sus labios se convierten en una fina línea—ya entiendo por qué el pobre de Aarón parecía tan incómodo contigo cerca de él—un puchero se dibuja en mis labios—nadie está capacitado para aguantar tanto veneno, envidia y desprecio cerca. Eres peor que una escoria Emily y te engrandeces queriendo humillar a otros—ella me sonríe hipócritamente.

—¿Y qué me dices de ti?—pregunta—oh, todos tus novios prefieren acostarse con Patricia porque no les satisfaces de ninguna manera —siento la mano de Alice apretar la mía en una clara indirecta de que no salte sobre ella y la haga añicos.

—Alguna queja sobre mis líos amorosos, déjalo en el buzón, cariño—ella se da la vuelta saliendo y muerdo mis labios para no gritar con fuerza—como deseo agárrale las greñas y dejarla calva por perra—miro a Lucia—¿estás bien?—ella asiente.




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