La venganza es mi virtud

Capítulo 9 – Voces entre flores

El sonido del agua cayendo en la ducha era lo único que rompía el silencio. Me quedé mirándome en el espejo empañado. La chica que me devolvía la mirada no era la misma que solía peinarse con lazos rosas ni la que temblaba cuando alguien le alzaba la voz.
Esa chica se había ido.
Muerta.
Enterrada junto a su inocencia.

Ahora, cada respiración era una mezcla de calma y emoción, una ola de adrenalina que me quemaba por dentro. No podía negarlo: me gustaba. Me gustaba sentir que tenía el control. Que podía mover hilos invisibles y ver cómo los demás bailaban al ritmo que yo marcaba.

Era adictivo.
Tan dulce como el veneno.

Pero, entre los susurros de mi mente, a veces aparecía una voz.
Una vieja melodía que creí olvidada.

La señorita Clara.

Tenía la voz más suave del mundo. Olor a tiza, café con leche y jazmín.
Ella fue la primera persona que creyó en mí.
Siempre me decía:
—Eres una niña muy buena, Aurora. Nunca cambies.

Lo recuerdo tan claro…
Era la única que veía algo más que dinero o apariencias.
La única que me cuidaba cuando todos los demás solo esperaban algo de mí.
Cuando murió, sentí un vacío que ni las risas ni los regalos pudieron llenar.
Me quedé parada frente a su ataúd, rodeada de flores blancas.
Pensé que algún día yo también me volvería así: silenciosa, frágil… muerta por dentro.

Qué irónico.
Ahora también me rodeaban flores, pero ninguna era blanca.
Todas eran rojas, empapadas de mi tinta, goteando como si sangraran.
Mi nuevo lenguaje. Mi nueva firma.
Cada vez que una de mis “flores” aparecía, sabía que alguien más pagaba por lo que me hicieron.

A veces, cuando el silencio se volvía demasiado pesado, juraba escucharla.
“Nunca cambies, Aurora…”
Su voz era tan dulce, tan triste.

Y yo reía.
Reía porque ya era tarde.

—No te preocupes, maestra —susurraba frente al espejo, con una sonrisa torcida—. Ya cambié. Y no pienso volver atrás.

Me pinté los labios del mismo rojo que mis flores y cerré los ojos.
En el reflejo, ya no había lágrimas. Solo determinación.
Porque entendí algo: el dolor me había destrozado, pero también me había enseñado a sobrevivir.

Y si la señorita Clara me veía desde algún rincón del cielo…
Espero que entienda que esto también es una forma de florecer.

Nota del autor: Quisiera decirle a Aurora que se calme, que todo estará bien…
pero sé que sería mentirle.
Su historia ya está escrita, y ni siquiera yo puedo detenerla :( solo esperemos fuerzas.




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