Daniel hojeó los papeles de su escritorio y pasó los dedos ligeramente por encima de una vieja fotografía. Lisa en la foto sonreía como una tonta... oh, era una tonta. Su sonrisa era demasiado brillante para ignorarla, como el sol del verano, cegador y cálido. Se quedó mirando la foto y sus ojos empezaron a desviarse. ¿Acaso todo aquello de «Érase una vez» no eran más que fantasías suyas? En el reverso de la foto, el nombre de Lisa estaba silenciosamente grabado
──Ese nombre fue como una llamada silenciosa, como una travesura que de repente despertó sus recuerdos reprimidos durante tanto tiempo.
Lisa, discusión, lágrimas, espalda ...... Estas palabras cortaron su mente como pequeños cuchillos. El dolor de aquel momento era algo que aún no podía olvidar. Por aquel entonces, pensó que podrían superarlo todo, hasta que aquel malentendido lo golpeó todo como un pesado martillo. Ella le dijo.
── «No puedo seguir». Fue como cortar su relación hasta los huesos. Se culpó, se arrepintió, casi quiso desaparecer de la ciudad. Si al menos hubiera habido más paciencia, más comunicación, tal vez ...... maldita sea, quién sabe.
Apartó violentamente el cuadro, se levantó y se acercó a la ventana, entrecerrando los ojos para ver la calle, siempre abarrotada. Aquellos recuerdos le estaban matando, como un nudo que no podía deshacer. Lo curioso era que ahora empezaba a preguntarse si alguna vez había entendido realmente a Lisa, o si sólo había estado cegado por su propio orgullo e indiferencia. Qué puta vergüenza.
El Lucas ...... que tenía delante tenía esos ojos. Cada vez que miraba al pequeño, era como si le diera un vuelco el corazón. Sí, aquellos ojos le resultaban tan familiares que podía ver en ellos un reflejo de sí mismo desde su juventud. Acabado, ¿se había metido en un lío? Empezó a rebuscar entre las cosas viejas de Lisa, revisando fotos y facturas, buscando desesperadamente aquellas huellas del pasado. Resultó que no sólo los ojos de Lucas se parecían a los suyos, ¡sino que incluso aquella sonrisa era exactamente igual!
── Esto era un desastre. Finalmente no puede seguir ignorando las dudas en su mente.
Lisa también está luchando con el pasado. Nunca había superado del todo su separación de Daniel, aunque se había dicho firmemente a sí misma que no necesitaba nada de él, y menos aún el desastre que le había causado. Lucas era todo lo que quedaba de su mundo ahora.
── Su único punto débil, su luz. Se había hecho a la idea de que podía darle a Lucas el mejor futuro posible por sí misma, y no necesitaba a Daniel para nada, no necesitaba a nadie en absoluto. Su amor fue entregado a Lucas, nunca retenido.
Pero Dios sabía lo mucho que ella misma quería dejar atrás el pasado, y sobre todo pensó que si Daniel podía volver y demostrarle que estaba dispuesto a trabajar de nuevo para ellos, tal vez podría confiar de nuevo en el hombre que la había amado. Por desgracia, eso ya no era posible. Cada vez que decidía dejarlo ir, una parte de su corazón le decía...
──No, no es tan sencillo.
Levantó la mano y acarició suavemente la foto de grupo de su escritorio
──de ella y Lucas. Le había dado tanto amor que no había lugar para nadie más. Una voz sonó en su cabeza: «No puedo dejar que nadie arruine esto».
Así que decidió hacer algo al respecto de forma más directa; no podía permitir que Daniel siguiera afectando a su vida y al futuro de Lucas. Un abogado era imprescindible, había que reforzar la custodia. Ese tipo, Daniel, estaba totalmente en contra de acercarse a sus vidas. Ella había aprendido a proteger a su pequeña familia, a ser independiente. ¿Y él? No vuelvas a aparecer, ¿vale?
Lo que ella no sabía, sin embargo, era que Daniel había empezado a acercarse en secreto a la verdad. A través de un amigo en común, consiguió las facturas de Lisa y alguna información clave
──Más y más información llega, y sus sospechas lentamente comienzan a tomar forma. Finalmente, encuentra el certificado de nacimiento de Lucas. El cumpleaños coincidía con un momento en su memoria
── cuando Lisa estaba embarazada y él ni siquiera se había dado cuenta.
Con el corazón acelerado, Daniel siente que se está volviendo loco. Incluso comenzó a preguntarse a sí mismo
── «¿Entiendo a Lisa o no? ¿Qué me he perdido?» Cada pregunta le atravesaba el corazón como una flecha. Comenzó a ponerse más y más ansioso y molesto
──¿Es posible que haya hecho algo terriblemente estúpido? Todo empezaba a volverse borroso, pero sabía que tenía que hacer algo.
Lisa se empeñaba en que no le iba a poner fácil reavivar la relación. Todavía no podía dejar atrás aquel pasado y se daba cuenta de que no podía mantener a Daniel a una distancia total para siempre. Tarde o temprano, sus destinos se entrelazarían y el momento parecía acercarse sigilosamente.
Aquella noche, Lisa y Daniel volvieron a encontrarse cara a cara. Ella mencionó sin querer la fecha de nacimiento de Lucas. En cuanto dijo esa fecha, Daniel sintió que el corazón se le paraba de repente. Sus instintos se lo dijeron: todas sus sospechas se habían verificado. Lucas, el mocoso, era efectivamente su hijo.
Ya no dudaba. Todas las dudas, toda la ansiedad, estallaron en un instante. Ahora tenía que enfrentarse a la verdad. Si esperaba más, sería demasiado tarde para todo.