La Verdad

Capítulo 8: La tormenta mediática

Lisa estaba sentada en el sofá, con la carta de Daniel en la mano. El nombre de Daniel se veía claramente en la esquina del sobre. Se quedó mirando la letra familiar, pero su mente se llenó de voces del mundo exterior: sobre su escandaloso pasado, su antigua aventura con Daniel, que se había convertido en un tema candente en Internet.

Todo había sido muy rápido y furioso. Realmente no entendía cómo se había convertido en el centro de esta tormenta. Todos esos años, había pensado en pasar desapercibida, intentando mantener a Lucas al margen de todos los problemas. ¿Y qué había pasado? Todos sus esfuerzos se habían derrumbado de la noche a la mañana.

──Lisa, ¿en qué demonios estabas pensando? ¿Dónde está Lucas?

Al otro lado de la línea, la voz ansiosa de Samantha le escocía como si se la hubieran introducido en el oído. Lisa no contestó, se limitó a mirar la carta, con los dedos temblándole ligeramente.

En los últimos días, los medios de comunicación no habían tardado en desmenuzar su pasado. Su relación con Daniel había quedado al descubierto a todos los efectos, y no sólo se había cuestionado su carácter, sino que incluso el origen de Lucas se había convertido en un punto de discusión. Todo era una tormenta incontrolable, y ella, en el centro de la misma, era como una muñeca desechada.

──No he hecho nada malo.

Por fin habló, con la voz ronca, como aplastada. Guardó el móvil, lo dejó a un lado y se acercó a la ventana.

Al otro lado de la ventana fluía el tráfico. Se quedó allí de pie, sintiéndose como un ser solitario desconectado del mundo. Las lágrimas estaban a punto de derramarse y se las enjugó con todas sus fuerzas, respirando hondo e intentando calmarse. Pero la pesadez era como una piedra en su pecho.

──Puedo entender cómo te sientes, Lisa.

continuó aconsejando Samantha, con voz aún ansiosa ──No estás sola, no lo lleves sola.

Se agarró con fuerza al alféizar de la ventana, con la cabeza inclinada y los ojos cerrados, con el corazón agitado como una pila de bombas. Estaba acostumbrada a estar sola, acostumbrada a cargar sola con toda la responsabilidad. Pero el nombre de Daniel volvió a su vida, como una espina clavada en lo más profundo de su corazón, desgarrando su ya inestable mundo.

──Te ayudaré, Lisa. Estaré a tu lado tanto si estás dispuesta a aceptarlo como si no.

Al teléfono, la voz de Daniel se mantenía calmada, incluso un poco incuestionablemente firme. Pero cuanto más escuchaba Lisa, más confusa se sentía.

¿Lo hacía de verdad por ella o lo hacía por sentido del deber o por orgullo familiar? ¿Quería ayudarla o era algo que tenía que hacer por sí mismo?

Su interior empezó a temblar. Tal vez ya no pudiera mantenerse sola; después de todo, había cosas en las que la independencia no significaba aislamiento.

Justo cuando quería darse por vencida, el sobre vibró suavemente en su mano. Volvió al sofá y abrió lentamente el sobre. El membrete era cálido y la letra de Daniel era clara: ──Lisa, sé que estás pasando por muchas cosas en este momento. Sé que no necesitas que interfiera en tu vida y sé que quieres afrontar esto sola. Respeto tu elección, pero recuerda que siempre estoy aquí para compartir la carga por ti si lo deseas.

Los dedos de Lisa temblaban ligeramente, las palabras como que se volvían borrosas. Respiró hondo y las palabras que tenía delante se volvieron claras de repente──.

──Siempre estoy dispuesta a compartir la carga por ti.

Las palabras fueron como una cerilla, encendiendo rápidamente sus emociones. Bajó la mirada y las lágrimas se le escaparon de los ojos.

Debería haber sabido que esto iba a ocurrir. La presencia de Daniel no había sido una sorpresa, especialmente cuando se encontraba más vulnerable. Pero ahora no entendía por qué le importaban tanto sus palabras. No quería abrir la puerta de lo que había sido para enfrentarse al dolor del pasado, pero no podía negarle el tipo de preocupación que le ofrecía.

Sus emociones eran complicadas, como un lío. Quería aguantar sola, proteger su mundo y el de Lucas. Pero la carta le hizo darse cuenta de que tal vez la independencia no significaba aislamiento.

Volvió a meter la carta en el sobre, se levantó y se acercó a la ventana. Fuera, las luces de la ciudad se encendían y apagaban. Sabía que su vida nunca sería tan sencilla como en el pasado.

──Lo reconsideraré, Daniel.

Susurró para sí misma, como si se hiciera una promesa.

Lisa volvió a dejar la carta sobre la mesa y miró profundamente la letra familiar. Su mente estaba tan agitada que no podía leer nada. Sabía que la elección a la que se enfrentaba no sólo tenía que ver con su relación con Daniel, sino con la forma en que afrontaría los miedos y anhelos que llevaba dentro. En ese momento, su mundo era más complicado que nunca, y ella también estaba más confundida que nunca.




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