El informe genético aún estaba caliente en la mano de Daniel. Los bordes del papel se curvaron ligeramente, y la verdad se filtró en cada centímetro de aire como veneno. Ya lo sabía, Lucas era su hijo biológico: «sin ninguna duda». Las palabras del médico fueron como un martillazo que casi detuvo su corazón.
Lucas formaba parte de él. Su sangre, su vida. El rostro del niño, familiar y desconocido para él, resultó haber estado siempre a su lado, escondido en esas tareas cotidianas de las que nadie le había hablado. No era de extrañar que siempre se hubiera sentido aquel niño, como si siempre pudiera tocar algún lugar profundo: así que era sangre de verdad.
── «¿Cómo reaccionaría Lisa?» Preguntó frenéticamente una voz en su interior. Pensó en un millón de escenarios y acabó subestimando su reacción. Simplemente no había suficiente para prepararse.
Lisa estaba de pie junto a la ventana, de espaldas a él. Las luces de la ciudad de noche parecían una capa de escarcha fría sobre ella. Se acercó a ella con suavidad, intentando romper el silencio sepulcral: «Lisa, tenemos que hablar».
Ella no se movió. El aire se congeló durante un segundo, dos segundos, tres segundos ── su figura era como una hoja que el mundo había abandonado, tan silenciosa que ni siquiera era una sombra.
── «Lo sé», Daniel respiró hondo, «Lucas es mi hijo».
La espalda de Lisa tembló ligeramente y no se volvió. Sus ojos seguían pegados a las luces fuera de la ventana, como si pudiera tragarse todas sus emociones ── «¿Lo sabías y sólo viniste a decírmelo?». Su voz era tan ligera como el viento frío que soplaba.
── «Lisa, yo ......» Daniel intentó estirar la mano y tocarle el hombro, pero ella seguía siendo un témpano de hielo. No hubo reacción alguna. El aire era tan frío que sintió que se asfixiaba.
── «Te has estado escondiendo de mí, Daniel». Ella se volvió por fin, con una fina capa de escarcha en los ojos. «¿Crees que puedes meterte en nuestro pequeño mundo y jugar a ser papá? ¿Lo haces por la responsabilidad o por el control?».
Tenía la garganta seca y el corazón le dolía como si se lo hubiera atravesado un cuchillo, pero apretó los dientes y aguantó. «Sólo quería... quería compensar todos esos momentos perdidos, quería darle a Lucas, y a nosotros, una oportunidad. »
Lisa se rió por lo bajo, con una voz llena de cinismo. ¿Sólo has pensado en él desde que supiste que era tu hijo? ¿Crees que necesito un «padre» como tú? ¿Qué puedes ofrecerle sino responsabilidades y promesas vacías? No tienes ni idea de lo mucho que he hecho por él, ni idea de nada».
Su voz se volvió estridente, sus emociones estallaron como un volcán── «Siempre lo he criado sola, y he vivido con ello. No tienes por qué entrometerte, su mundo, mi mundo, hace tiempo que no te incumbe».
Daniel se congeló un poco, sentía el corazón como si algo le hubiera aplastado un peñasco, y le dolía tanto que no reaccionó por un momento. Pero consiguió tragar saliva a duras penas── «Sé que me equivoqué, Lisa. Sólo intento enmendarlo».
Lisa negó con la cabeza, la decepción en sus ojos como cuchillos ── «Nunca lo entenderás. Hace mucho tiempo que no tengo nada que ver contigo. Si quieres ser padre, tendrás que ver si tú mismo eres uno competente».
Su tono era frío y minucioso: «¿Quieres ser padre? Entonces danos un poco de espacio y déjanos en paz».
El silencio era impresionante, el mundo entero parecía congelado. Daniel bajó la cabeza y sus ojos se hundieron, como si de repente hubiera perdido las fuerzas. Se dio cuenta de que más explicaciones, más esfuerzos, sólo harían que todo palideciera en comparación.
Lisa dejó de mirarle, le dio directamente la espalda y se alejó. Su espalda era como un muro que ya no le permitía acercarse ni un paso.
El teléfono sonó de repente, rompiendo el silencio.
Daniel miró el nombre en la pantalla: una llamada urgente de la empresa. Suspiró impotente, respiró hondo, contuvo el malestar de su corazón y descolgó el teléfono.
Pero al otro lado de la línea, por mucho que lo intentara, no podía quitarse de la cabeza las últimas palabras de Lisa: «Si vas a cargar con la culpa, ¿cómo vas a hacer frente a esa creciente ruptura entre nosotros?».
Unos días más tarde, Daniel se plantó en la inauguración del negocio y declaró con una mueca ── «Asumiré la responsabilidad como padre por el pasado, y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. Pero haré todo lo posible por enmendarlo».
La sala estalló y la prensa se volvió instantáneamente frenética. Lisa se mantuvo a distancia, sin rastro de expresión en el rostro, pero con un profundo sentimiento de humillación bajo los ojos: «¿Vienes a ser padre? Puede que sea decisión tuya, pero no olvides que yo también tengo derecho a decidir». Ya lo había decidido en el fondo de su corazón: si era necesario, no dudaría en apartar por completo a ese hombre de sus vidas.