La Verdad

Capítulo 16: Reconstruir la confianza

Lisa bajó la vista, observando la servilleta sobre la mesa, las yemas de los dedos frotando inconscientemente los pliegues. Sentía que el corazón le arañaba como un gatito. Daniel, Daniel, Daniel... ¿qué demonios estaba tramando? Cada vez que lo veía, sentía el corazón como si lo hubieran metido en una lavadora, dando vueltas y vueltas, y lo único que acababa pensando era si aquel cabrón tenía conciencia o no.
-¿Te gusta el plato? La voz de Daniel irrumpió en sus pensamientos. Ella levantó la vista y lo vio enarcar una ceja, y sus ojos se suavizaron un poco.
Ella exprimió una pequeña sonrisa, apenas: -Estaba bien.
-¿Vale? Él frunció los labios: -Siempre has sido muy exigente con la comida.
-Ya no soy quisquilloso. Ella se sintió un poco decepcionada por haberse vuelto tan despreocupada, un poco autodespreciativa en sus palabras. Lo fulminó con la mirada, -¿Has preguntado eso a propósito?
-No. Daniel se encogió de hombros, con aire inocente, -Sólo quería saber qué te gustaba.
Lisa casi balbucea, -¿Te gusta? Realmente no te importo lo suficiente como para querer saber si me gustan las pechugas de pollo, ponte un signo de interrogación en tu propia mente primero. No lo dijo en voz alta, sólo le dirigió una mirada de reojo, pero era una mirada cómplice.
Lucas exclamó de repente: -¡Papá, este plato está delicioso, pruébalo! Señaló las verduras de su plato, con los ojos brillantes.
El corazón de Lisa tembló con fuerza. Estaba acostumbrada a que Lucas fuera frío con Daniel, y hoy esta cercanía realmente la abrumaba. Observó a los dos hombres mirándose fijamente, y esa ternura que había estado oculta bajo los ojos de Daniel por fin se filtró hoy. De repente se sintió un poco insegura, ¿lo había estado malinterpretando todo el tiempo?
-Sé que te ha gustado. le susurró Daniel a Lucas, entregándole un trozo del plato.
Lisa se congeló un poco. Había pensado que todo era por un simple sentido del deber y la culpa, pero ahora empezaba a preguntarse si antes había estado demasiado equivocada.
-Sí, que dejó que le gustaras tanto. murmuró mentalmente. Sus dedos se apretaron inconscientemente en la esquina de la mesa.
Una vez terminada la cena, todos salieron juntos del restaurante. La brisa nocturna era un poco fresca, las farolas estaban tenues y el aire olía a otoño. Lisa caminaba con la cabeza gacha cuando de repente sintió una mano en el hombro.
Se quedó inmóvil, levantó la vista y vio que la mirada de Daniel seguía siendo suave, pero con una profundidad de sentimientos difícil de alcanzar. Él no dijo nada, sólo se quedó allí, en silencio, esperando a que ella respondiera.
El corazón de Lisa latía desbocado. Quiso sacudírselo de encima, pero por desgracia sus pies no pudieron evitar detenerse. Era difícil decir lo que sintió, como una oleada de calidez perdida hacía mucho tiempo, o como una puerta que había estado cerrada durante mucho tiempo siendo empujada suavemente para abrirse... era incierto, pero la oleada de emoción fue suficiente para que ella se aferrara a ella durante un segundo.
-Lisa, sé que tienes muchas preocupaciones en la cabeza. Su voz era baja, pero su tono no era ni la mitad de urgente, -Pero te esperaré, y no te obligaré a tomar ninguna decisión. Tú y Lucas, pase lo que pase, yo estaré aquí.
Lisa no pudo evitar reírse, desairándolo interiormente, -¿Crees que no tengo preocupaciones? ¿Nunca has pensado en cómo causaste esas preocupaciones? Pero no lo dijo en voz alta. Sólo bajó la mirada y no dejó caer las lágrimas.
Sabía que no estaba preparada. ¿Qué era la confianza? Ni siquiera ella misma lo sabía. De repente, todo le pareció un poco ridículo. ¿Cómo podía decirle «confío en ti» en un abrir y cerrar de ojos? Movió ligeramente los labios, pero no dijo nada.
Los ojos de Daniel seguían oscuros. Sentía que el aire se congelaba y la cabeza le daba vueltas, su mente saltaba con voces y pensamientos inciertos: -Oh, Dios, ¿de verdad tengo que confiar en él? ¿He perdido la cabeza?
Sus dedos tocaron inconscientemente el dorso de su mano con suavidad. En ese instante, sintió una calidez, una sensación de seguridad perdida hacía mucho tiempo, como si el corazón que había estado tan herido y magullado hubiera encontrado por fin un lugar donde descansar.
Pero sabía que no era hoy, ni mañana, cuando podría olvidarse por completo de todas sus dudas. Sabía que esto era sólo el principio, que la confianza no surgiría de la noche a la mañana.
-Tienes razón. Levantó suavemente la vista hacia el lado de su cara y susurró: -Quiero intentarlo.
No se atrevió a mirar directamente la expectación de sus ojos, temerosa de que volviera a echarse atrás. Incluso temía un poco que si volvía a tocarlo, se derrumbaría por completo.
-Te esperaré hasta que estés preparada. Su voz sonó de nuevo, firme y suave.
Lisa no contestó, sólo asintió. Se miró los dedos entrelazados, pero en el fondo se reía de sí misma: así que realmente tengo el valor de enfrentarme a esto. Tal vez, ni ella misma estaba segura de lo que era confiar.




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