La Verdad De Ciertas Maldiciones

Siempre a tu lado

Era caer en un amor recurrente, al igual que un error. Amar a alguien que sabes que no es para ti y junto con eso arrastrar una cadena idéntica al de un prófugo, tan fuerte como la culpa.

Un hombre potentado enamorado de una de sus más grandes amigas y ésta a la vez llevando consigo un fuerte apego mal sano al hermano de su amigo. Un triángulo amoroso que les entregaba tantos desvaríos a quienes lo conformaban. Los personajes de tal cuento no tenían nada que ofrecerse a sí mismos. Uno no complacía al otro. El potentado con un alma generosa y llena de virtud no llamaba la atención de la bella amiga, pues ésta ansiaba más que nada un alma liberta y fuerte; la cual poseía el hermano. Verónica, Cipriano y Alex, pobres almas perseguidas por el karma.

Donde la unión de la tierra con el cielo se hizo vigente nació una bella criatura. Sus pies la guiaron a la casa de Cipriano, llevaba por nombre Alyne, se ofreció como sirvienta. Una verdadera dulzura de muchacha que a los ojos de su empleador era insignificante, en la mente de tal idiota sólo existía la silueta de Verónica.

Muy pronto Alyne empezó a conocerse, notó su poder en otros, se reunió con las que son como ella y se hizo más poderosa mientras mantenía la mira en donde sus encantos no llegaban. Alex, por su parte siempre regresaba cada vez más hastiado de la vida de un noble, deseaba volar a donde nadie lo moleste con obligaciones ridículas. Cada vez se volvía más prepotente y arrogante; pronto no hubo nadie a su lado que no fuera Verónica y los cuidados que Cipriano no tardo en identificar como interés romántico.

Cipriano tan afectado por la negación se encerró en sus pensamientos oscuros. En la cárcel mental vio cómo su hermano disfrutaba de la compañía de su más grande ilusión. Alex la quiso tanto que en sus brazos encontró la libertad más no las alas, odiaba sentir esas ataduras que ella también le impuso, casamiento. Urdió un plan para deshacerse de Verónica porque nuestro ilustre amante de pacotilla aburrido de tanta entrega la acusó de brujería en una corte que desesperados por la concurrencia de los fieles adeptos cambiaron su alma por diez monedas de plata diarias para que su infructífera existencia siguiera. Todavía no encerraban a Verónica porque Alex quería disfrutarla un poco.

Alyne corrió rápidamente al lado de Cipriano y lo consoló mientras pudo, enamorada de su amo. El pobre empedernido enamorado no salía de su pena, hasta que cierta noche vio como Alyne se bañaba y ambos se comunicaron su sentir, ella pudo sentir la fuerza de su deseo. Ambos se fundieron en el agua y sus cuerpos entraron en calor, se reconocieron y como si fuera una especie de aura mágica los dos se amaron.

No había día que Cipriano no buscara a Alyne, coqueteaban en la hora del almuerzo y claro que esto lo noto su celoso hermano que ya perdió a su amada a manos de la corte inquisidora; por supuesto de este delicado tema se hizo el escandalo necesario para que en un pueblo supersticioso las lenguas lleven lo que el viento no puede conducir rápidamente. A las que sí eran parte del aquelarre no les afectaba bastante, podían volar e irse, huir y volver a reencarnar, pues ese era su premio, los elementos las respetaban como a verdaderas aliadas; pero a Alyne le faltaba iniciarse por completo.

Alex notaba que su hermano tenía lo que él no pudo conseguir con su amada. Alyne poseía algo que no se describiría con facilidad. Alex cegado por la ira y envidia que no se contenía con una simple meditación de actos, la acusó delante de toda la servidumbre con Cipriano presente. La miraron con asco y ella temió por su vida por vez primera; los amantes que recién veían la maldad lloraron para sus adentros con el temor siempre presente de que se perderían el uno al otro. No querían dejarse, él odiaba dejar a su bonita, como le decía. Ella rogaba a la tierra para que no la alejaran de su querido.

Alex comenzó a levantar falsos contra Alyne frente a su hermano, diciéndole que ella lo había hechizado, acusándola de que ella inició a Verónica en ese maldito arte y finalmente cual cereza que adorna un pastel, ella es la meretriz del diablo y la noche que la encontró a quien esperaba nunca fue a él. El hombre enloquecido por los celos la encerró en una torre que tenía atrás de su casa en donde sólo las ratas se reunían y los cuervos se deleitaban de la carne putrefacta de ciertas alimañas.

 –Lugar perfecto para una bruja. –le dijo.

–No es lo que piensas, yo te he amado desde que te vi, en mi cabeza no hay más que nuestro futuro. Yo te amo. Pídeme lo que gustes y te lo demostraré. –gritó aún con amor en sus labios.

–Bésame. –le rogó.

–¿En dónde? –preguntó con cierto rastro de lujuria en sus ojos.

–En mi cuello… –ella lo hizo. –en mis labios. –y ambos se volvieron a fundir en un loco y desenfrenado amor.

Cipriano la escondió por miedo de que la atrapen, siempre la iba a visitar y ordenó que una vieja sordomuda la sirviera mientras él planeaba el escape a América, porque en Europa la situación no hacía más que empeorar y en el pequeño pueblo en el que vivían la mujer que era acusada no salía nunca más.

Con cada noche que pasaban juntos su amor aumentaba y las promesas también. La vieja torre se convirtió en un lugar habitable con la magia de la hábil bruja. Él ya lo sospechaba y una noche ella se lo confesó.

–No hay nada peligroso en mí. –habló con miedo. –Sé quién es ese diablo, pero nunca lo conocí. Yo no hago daño a la gente ni como niños, tampoco he bailado desnuda en las noches de luna llena esperando favores del demonio.



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En el texto hay: cuentos, romance, espiritusquenomedejandormir

Editado: 15.07.2020

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