Lanna vio su reflejo en el espejo, insegura de dejarse llevar por lo que la Gitana le prometió al venderle el artículo.
–Te verás frente al espejo, tocarás la frente de tu reflejo y dirás las siguientes palabras "muéstrame mi verdad en el espejo" y eso será todo –dijo la Gitana, mientras empacaba el antiguo espejo a su nueva dueña. Lanna no creía en fantasías, por lo que dudó mucho si adquirir la reliquia. Pero era algo que Selyn definitivamente habría comprado, así que lo hizo.
En su habitación de pie frente al espejo, Lanna pensó que no estaría mal probar, si el espejo en verdad era mágico y con solemnidad realizó los pasos sugeridos. En el instante en que repitió las palabras, fue absorbida por el espejo y de inmediato cayó sobre un piso transparente que le permitió ver las estrellas a sus pies. Se levantó adolorida y se sorprendió de ver que prácticamente estaba flotando en el espacio sideral. Lanna temerosa del lugar en el que se encontraba, caminó a tientas en busca de alguien que le pudiera explicar en dónde se encontraba. A lo lejos logró observar una figura, “parece una persona” pensó, y caminó hacia ella.
–¡Disculpa, ¿puedes ayudarme?! –gritó a la figura mientras caminaba. La figura que Lanna lograba identificar como una mujer, se dio la vuelta. Lanna se detuvo de golpe y sintió una punzada en su pecho. Era ella, era Selyn, la misma que había fallecido un par de años atrás.
–Hola, Lanna –saludó Selyn sonriendo tiernamente.
Los ojos de Lanna que no habían derramado una sola lágrima en dos años, de pronto no podían detener el torrente que se avecinaba. Lanna sintió un nudo en la garganta, que cortó su respiración. El dolor atravesó su pecho y rompió cada espacio de su ser. Ella no podía creer lo que estaba viendo.
–¿No vas a decir nada? –preguntó Selyn. Lanna que había estado inmóvil, caminó despacio hacia quién fue su mejor amiga. Se acercó a ella con cautela y cuando al fin logró tocar delicadamente el rostro de Selyn, se dio cuenta que no estaba soñando y se lanzó a los brazos de Selyn. La abrazó tan fuerte que temió romperle los huesos; pero no podía soltarla y lloró en sus brazos hasta más no poder.
Lanna sentada al lado de Selyn en medio de la inmensidad del espacio, comenzó su conversación.
–¿Qué haces aquí? Se supone que tú estás –titubeo Lanna.
–¿Muerta? –interrumpió Selyn, concluyendo la frase que no pudo salir de los labios de Lanna.
–Sí, eso. –susurró Lanna con tristeza.
Selyn la vio a los ojos y le sonrió con amor maternal.
–No debes temer al decirlo –aseguró Selyn-. Sí, estoy muerta, o al menos así es como se le conoce a este estado.
–Yo... –las lágrimas volvieron a correr por el rostro de Lanna– lamento mucho, lo que te pasó. Yo debí estar ahí contigo. Debí ayudarte, debí salvarte. Esto no habría pasado, si yo hubiese estado ahí, perdóname, perdóname.
Lanna no podía dejar de llorar y repetir esas últimas palabras, mientras Selyn tiernamente acariciaba su cabello y trataba de consolarla.
Lanna despertó en su cama. Las lágrimas aun rodaban por sus mejillas. Se levantó de golpe, no podía creer lo que le acababa de suceder. Trató de recordar cómo había regresado de aquel lugar “Me quedé dormida en el regazo de Selyn, por eso volví” concluyó. Fue a su tocador y aliviada vio que el espejo aún se encontraba exactamente donde lo había dejado. Tomó sus llaves y condujo hasta la estación donde había encontrado a aquella Gitana.
Los rayos de sol pegaban fuerte contra el rostro de Lanna. Ella vio su reloj, siete de la mañana “Es muy temprano” Dijo con sorpresa, porque no estaba acostumbrada a salir tan temprano de casa. Últimamente se dormía de madrugada y despertaba siempre tarde para ir al trabajo, después salía con quién tuviera ganas de acompañarla y llegaba a casa lo más tarde posible para nuevamente repetir el ciclo. No visitaba mucho a su familia, pues ellos siempre estaban ocupados en sus propios asuntos, enviarles y recibir uno que otro mensaje era suficiente para ella.
Lanna buscó por todos lados a la extraña vendedora. Quería preguntarle que era todo aquello que había experimentado, porque estaba totalmente segura que no había sido un sueño. Buscó hasta el cansancio; pero no pudo encontrarla. Se sentó en la banca de la parada de bus, y vio a su alrededor. Todas las personas parecían ir tan rápido, todas sumergidas en su mundo, en sus urgencias y preocupaciones, tratando de llegar a sus destinos. Lanna se preguntó, ¿Cuándo había sido la última vez que se había detenido a observar a los demás?, ¿Cuándo se había tomado una pausa? Siempre estaba trabajando, siempre estaba ocupada.
De pronto la Gitana se sentó a su lado.
–¿Me estabas buscando? -preguntó la vendedora.
–Si, ¿Cómo sabes que te estaba buscando? –preguntó Lanna.
–Solo lo sé, niña –respondió la Gitana, sonriendo.
–El espejo, lo que hace ¿Es real? –preguntó tímidamente.
–Depende de lo que para ti sea real. El espejo solo muestra tu verdad. –admitió la Gitana.
–Pero había una persona ahí adentro y prácticamente todo un universo –insistió.
–¿Y eso te asusta? –indagó la Gitana.