Un tamborileo extraño y bastante notable me hizo salir de mi trance, no vi nada más después de que la luz se apagara para mí y tarde un poco en darme cuenta que ese sonido era mi corazón latiendo. Me forcé a mí mismo a abrir los ojos y no pensé que lo primero que vería a seria el, Sebastian estaba sentado a un lado de la cama, viendo hacia la puerta con sus brazos cruzados sobre su pecho, al parecer aún no había notado que ya estaba despierto. Deje salir un largo suspiro y logre llamar su atención.
—Vaya, al fin despertaste. Pensé que tendría que darle a tu madre la mala noticia –Su voz sonaba como si no estuviera emocionado al verme despierto y ni siquiera entiendo porque debería estarlo.
— ¿Que me paso?
—Empezaste a gritar como loco el nombre de Jackson, te despertaste y para tranquilizarte tuve que noquearte con un pequeño hechizo.
— ¿Ósea que es tu culpa que me desmayara? –Me senté en la cama sosteniendo mi cabeza con una de mis manos, ya que todo me daba vueltas.
—Exacto, era necesario o terminarías colapsando por tanta presión. De nada.
— ¿Presión?, ¿Por qué presión?
—No eres como tu padre, hay cosas que ustedes no pueden soportar, magia muy fuerte. Tu padre intento comunicarse contigo, pero al parecer fue demasiado para ti.
—Lo hizo aun sabiendo lo que me haría. Vaya amor.
—Corres menos peligro que él. Yo que tu prestaría atención al hecho que logro hablarte, tal vez con eso consideras más el ir a buscarlo.
Mire la hora en mi teléfono que descansaba en la mesita cerca de mi cama. No quería ni siquiera sentarme en la cama, pero prometí que lo ayudaría y luego de esto, al menos, sé que mi padre está vivo y puedo ayudarlo.
—Bien, en ese caso deberíamos irnos ya.
Hice un gran esfuerzo para correr la sabana de mi cuerpo y sacar mis pies de la cama. Sostuve mi cabeza y me puse en pie sin esperar, fue una pésima idea ya que en segundos sentí mi cuerpo desplomarse, pero unas fuertes manos me sostuvieron antes de que llegara al suelo.
— ¿Estás seguro? Aun te ves mal.
Sus manos se movían sobre mi espalda suavemente hasta llegar a uno de mis hombros, haciéndome sentir un cosquilleo en esa zona. Baje la mirada hacia sus zapatos y negué apartándolo de mi sin mucha fuerza.
—No, estoy bien. Tú querías irte lo más rápido posible así que lo haremos. No podemos darnos el lujo de distraernos. Esto no es nada que una pastilla no pueda arreglar.
El soltó mi brazo y retome mi postura anterior, el piso se hundía frente a mí, mi cabeza era como una caja de metal y una bola rebotaba por todas partes, así visualizaba mi dolor. Suspire profundo y tome una toalla del respaldo de mi cama dispuesto a tomar una ducha. Sentía la mirada de Sebastián sobre mí, observándome detenidamente y siguiendo todos mis movimientos, me daba escalofríos por lo que aligere el paso y me encerré en el baño.
Tome una ducha rápida, intentando relajarme un poco, mientras el agua caía sobre mi cuerpo. Los mareos desaparecieron casi por completo y me sentía mucho mejor al salir, tal vez eso era lo único que necesitaba.
— ¿Y bien?, ¿estas mejor? –Su voz provenía de la misma silla en la que estaba cuando me desperté y yo solo asentí a su pregunta – Bien, entonces nos vamos.
Se levantó de su lugar y empezó a sacar ropa de los cajones para meterla en una maleta sin siquiera acomodarla. Era hipnotizaste, solo de verlo sentía como la bola en mi cabeza empezaba a rebotar nuevamente por lo que me acerque a él y le quite las prenda que tenía en la mano.
— ¿No vas a empacar? Te estoy ayudando niño.
—Yo lo hare. No es necesario.
—Como quieras. –Dejo las cosas sobre la cama y se sentó en el mismo lugar de antes– Por cierto, deberías vestirte primero. No me quejo ni nada de eso, pero por tu cara veo que ni siquiera lo recordabas.
Sabia a lo que se refería cuando menciono mi cara, debía estar roja y tenía razón no lo recordaba, estaba más concentrado en él. Tome algo de ropa de la que él había sacado y entre al baño de nuevo para cambiarme. Pude escuchar su estúpida risita desde el otro lado de la puerta, burlándose de mí.
—Idiota… –Susurre mientras me vestía, intentando no caerme.
Él no se levantó de esa silla hasta que las cosas estuvieron listas, se tomó muy en serio lo que le dije. Salió por la ventana para ir al otro lado de la puerta y yo baje las escaleras con cuidado con mi maleta, por si mi madre estaba en casa aun.
—Buenos días, cariño –Me saludo con una sonrisa y dejo el plato sobre la mesa del comedor.
Ella estaba cocinando el desayuno, eso sucedía al menos dos veces por mes por su trabajo, por eso me pareció muy extraño que exactamente ese día lo estuviese haciendo.
—Buenos días, mama –Me acerque un poco a ella y deje un pequeño beso en su frente –Pensé que estabas en el trabajo.
–Debería, pero quería prepararte el desayuno antes de que te fueras. Por un día que llegue tarde no pasara nada –Hizo un gesto con su mano para quitarle importancia al asunto, sabía que no me escucharía si le decía algo –Come antes de que vengan por ti.