La luz del sol en mi rostro junto con el polvo y el sonido de varios autos pasando cerca de mi hicieron que me despertara totalmente desorientado. Segundos después logre darme cuenta de que seguía en el asiento trasero del auto y que Sebastian no estaba, me senté de golpe y algo en mi cabeza exploto haciendo que la sostuviera con ambas manos, sin embargo el dolor en todo mi cuerpo ya no estaba, la ropa manchada de sangre tampoco, la idea de que él hubiese cambiado mi ropa mientras estaba inconsciente hizo que se me revolviera el estómago de nuevo y mis mejillas se calentaran.
—Buenos días, niño. ¿Cómo te sientes?
Gire mi cabeza hacia la izquierda, encontrándome con él en la ventana. En su rostro había una estúpida sonrisa arrogante como la de siempre y traía unas bolsas consigo.
—Un poco apaleado por la vida, pero bien. Supongo.
El abrió la puerta trasera del auto y dejo las bolsas en el asiento junto a mí. Sin pensarlo me pase al asiento delantero, junto al del conductor. Rebusque entre las cosas que tenía en la guantera y saque un par de lentes oscuros, me los coloque y recosté mi cabeza en el asiento.
—Hay comida en esas bolsas por si tienes hambres. Después de todo lo que sacaste ayer debes estar vacío –Se sentó en el asiento junto a mí y saco una hamburguesa. Al parecer se había detenido en una gasolinera.
Las imágenes vagas vinieron a mí, la paliza, la pequeña discusión, yo sacando hasta el alma de mí y por ultimo Sebastian llevándome en sus brazos y dejándome en el asiento trasero en donde desperté.
— ¡Dios, soy un desastre! –Pase mis manos por mi rostro por debajo de los lentes– ¿Por qué no me dejaste tirado en la calle?
El solo se encogió de hombros y saco el vehículo del estacionamiento. Lucia más tranquilo que la noche anterior, a pesar de haber conducido toda la noche sin dormir. Al menos eso parecía.
—Eres insoportable, pero no tanto.
— ¿Y qué paso con todos mis golpes y mi ropa?
—Ah sí… –Respondió con comida en su boca y espere que tragara para que me respondiera –Tu ropa está en la cajuela y tuve que curarte. Tenías al menos dos costillas rotas, te dejaron casi muerto, me sorprendió que pudieses hacer tu drama sin problema.
No pude evitar que el calor subiera a mis mejillas, pero lo importante era la razón por la que estaba aquí, sin nada. Mire hacia la ventana para disimularlo un poco y l parecer lo noto porque soltó una suave risita y negó con su cabeza.
—Tranquilo, no vi nada y no hice la gran cosa –Metió su mano en su camisa y saco un pequeño cristal blanco que colgaba de su cuello– Solo deje que lo usaras mientras dormías y tú mismo te vestiste. Aunque no te miento, me hubiese gustado hacerlo yo.
— ¡Cállate! –Golpee su hombro con un poco de fuerza y me cruce de brazos viendo por la ventana.
Soltó una carcajada y ni siquiera miro el lugar en donde lo había golpeado, parece como si no le hubiese hecho nada. Suspire profundo y me incline en el asiento rebuscando en las bolsas algo de comer. Saque una hamburguesa y sin dudarlo la mordí, no estaba mal y si tenía hambre.
— ¿Adónde se supone que vamos ahora?
—Con Isabel, la bruja de la que te hable. No podemos buscar la llave si no recuerdas nada.
— ¿Y qué tal si el habla antes de que nosotros encontremos esa llave?
—No lo haría, yo lo conozco. Puede trabajar bajo presión.
Baje la mirada hacia mi hamburguesa medio mordida que aun descansaba en mis manos, mientras intentaba formular la pregunta, una pregunta que al menos me sacara de duda. Aunque sea solo un poco.
—Se nota que lo conoces bien -Me quite las gafas y lo mire por un momento- ¿Desde cuándo conoces a mi padre?, ¿Cómo se conocieron?
Él se quedó en silencio, solo viendo hacia el frente sin agregar nada más durante al menos un minuto. Tal vez no lo recordaba o no quería contarme aún o nunca.
—Fue hace mucho tiempo, en serio mucho tiempo. Tal vez tu madre ni siquiera había nacido aún...
Su mirada viajo hacia a mí, mi expresión de sorpresa debía ser muy ridícula seguramente ya que él sólo sonrió y regreso su mirada al camino.
— ¿Cuantos años calculas que tengo, Dan? –Preguntó sin más, cortando la historia. Ese apodo hizo que se movieran muchas cosas dentro de mí.
—Mmm... Parece que tuvieses 24, pero apuesto a que tienes muchos más.
Su suave y ronca risa resonó en todo el auto, pero continuaba sin hacer ningún contacto visual conmigo.
Mi expresión se volvió más marcada. ¿Cómo podía verse tan joven y tener casi... Años?
—No me digas que usaste un hechizo, poción, menjurjes o lo que sea para verte así y en realidad eres un anciano horrible o incluso una pila de polvo.
El volvió a reír con fuerza, mientras yo lo observaba en silencio. ¿Por qué esto era tan gracioso para él?