—¿Por qué tardan tanto? -Pregunté para mi mismo viendo la hora en mi teléfono.
Eran aproximadamente la 1:45 am y yo estaba en una gasolinera solitaria, sin un ayudante por ahí o alguien mientras ellos compraban cosas en la tienda que estaba ahí, menos mal solo irían a pagar por la gasolina. Suspire profundo recostandome en el auto, ya estaba desesperado y Sebastian me había pedido que me quedará adentro cuidando el auto y el dinero, no seria muy difícil hacerlo desde fuera, todo estaba demasiado tranquilo y solitario, como si fuese un pueblo fantasma.
—¡Ayuda! —Un grito desgarrador pidiendo auxilio se escuchó a lo lejos. Tal vez no está tan desolado aquí.
Pero ninguno salía de ahi, tal vez no habían escuchado. Eche un ultimo vistazo al interior de la tienda y me dirigí hacia el lugar de donde provenía el grito, pensé que podría ser un simple asaltante o tal vez una de esas criaturas, esos zombies que el Nigromante nos envió o algún cazador y un brujo, de todas formas sabía que no ayudaría en mucho.
—¡Dejala en paz...!
Me detuve al ver que solo había una mujer sola, gritando como loca en un callejón. Esta se detuvo y me vio con una sonrisa, yo no entendí hasta que unos fuertes brazos me tomaron del cuello por atrás y el frío filo de una navaja me hizo dejar de luchar por zafarme. La chica se acerco y me pateo justo en el estómago, logró sacarme el aire, no podía respirar. Tomó la billetera con todo el dinero y huyeron corriendo. Yo me quedé en el piso respirando pesadamente, no sentia aire dentro de mis pulmones y cuando me recuperé intenté alcanzarlos, pero ya no estaban. Escuché los gritos de Sebastian llamándome y lo vi correr hacia mi.
—Se llevaron el dinero -Dije aun un poco entrecortado mientras señalé por donde se fueron.
Sebastián corrió en esa dirección y regresamos al auto con Isabel quien no paraba de preguntarme si estaba bien, me sentía mejor pero aún me dolía el estómago y tenía una pequeña cortada en el cuello por el filo de la navaja y los movimientos bruscos del ladrón. En poco tiempo regresó Sebastián con cara de pocos amigos e inmediatamente me tomó por el cuello de la camisa despegando mis pies del piso sólo unos centímetros. Si había podido cargar al matón en el bar quien era más grande y pesado que yo, conmigo no necesito esforzarse mucho.
—¿Que demonios estabas haciendo allá?. Te dije que te quedarás en el auto, niño estúpido.
Me bajó dejándome caer al piso y recostó su cabeza en el techo del auto dándonos la espalda. Isabel me ayudó a levantarme del piso, mientras miraba a Sebastian, estaba más que molesto, estaba furioso y era de esperarse. Se llevaron casi todo el dinero que teníamos.
—Lo siento, escuché gritos y pensé que alguien estaba en peligro.
—Y tu ibas a ser el héroe -Volteo para mirarme más calmado- No debí dejarte aquí ni confiarte nada. Es mi culpa.
Entró en el auto y cerró la puerta con fuerza. Por un momento pensé que nos dejaría ahí cuando encendió el auto, pero bajó el vidrio de la ventanilla y nos miró a ambos.
—¿Se quedarán ahí o van a subir?
Isabel tomó las bolsas que habían dejado en el piso y las dejó en el asiento trasero. Ambos entramos en el auto sin decir nada y regresamos a la carretera. El silencio había vuelto y era aún más incomodo que antes, ya me había acostumbrado a eso en realidad. No pude evitar pensar en lo que la cazadora me había dicho sobre mi padre, lo habían vendido como si fueses a comprar carne al mercado y debí imaginar que el saber eso también afectaba a Isabel y Sebastian.
Ella se la pasó viendo por la ventana durante todo el camino, la sonrisa con la que nos había recibido ya no era la misma, creo que no era la misma desde el encuentro con los cazadores y se sentía bien el saber que yo la había convencido de venir o tal vez ya ni siquiera estaría con vida, esa idea me revolvió el estomago. Tal vez no tenía mucho tiempo de conocerla, pero ciertamente es mucho más amable que Sebastian, más compasiva y muy hermosa, creo que ya había mencionado ese punto antes, pero me gusta reconocerlo.
Mientras que Sebastian estaba totalmente serio, concentrado en el camino, no me había dirigido la palabra desde el incidente con los ladrones. Yo podía detenerlos, pero no lo hice, estaba ocupado intentando respirar de nuevo y era obvio que seguía molesto conmigo, aunque viendo el lado bueno al menos no nos robaron el auto con todas nuestras provisiones, por lo importante que era el auto para el seguramente me hubiese dejado en la gasolinera. Me preguntaba hacia donde demonios íbamos ahora, me apoye en el respaldo del asiento de Isabel y los miré a ambos.
—¿Adonde vamos ahora?
Isabel miraba a Sebastian como si esperará a que el me respondiera, pero sólo me ignoró por completo. Suspire un poco molesto y me dirigí a Isabel esta vez.
—¿Tú lo sabes?
Ella asintió y sacó un mapa de la guantera.
—En el camino investigué sobre todas las propiedades de tu padre. Hay tres, la más cercana está a 300 kilómetros de aquí, llegaremos algunas horas después del amanecer, probablemente.