Estaba apunto de sacar hasta mi alma de mi cuerpo, beber tanto alcohol la noche anterior no fue una buena idea y ni que hubiese sido tanto. Ahora, estaba recostado en el asiento de atrás con las gafas de sol puestas, deseando a que nadie se le ocurriera tocar la ventana o gritar porque juraría que mi cabeza iba a explotar. Sebastian estaba sentado en el asiento del conductor, sus dedos sonaban contra el volante y eso era tan molesto, aunque quería no podía aguantarlo, era como si hubiese un reloj dentro de mi cabeza y este no paraba de sonar.
—¿Puedes dejar de hacer eso, por favor? -Pregunté sin moverme de mi lugar, sólo aparté un poco las gafas de mis ojos para verlo mejor.
Estaba intentando olvidar lo que había pasado en la fiesta y ninguno había mencionado el tema, tal vez él no quería hablar de eso tanto como yo, ni siquiera quería pensar en el tema. Él no me miró y solo se detuvo, eso era lo único que quería que hiciera.
—Yo no te obligué a emborracharte, niño. Eso es tu culpa.
—Solo callate y dejame dormir -Me di la vuelta dándole la espalda y abracé mi cuerpo.
Isabel estaba comprando en una farmacia, nos habíamos detenido ahí porque ella dijo que conocía un té que me ayudaría y necesitaba algunas cosas, de paso me compraría unas pastillas para el dolor de cabeza. Ya estaba tan acostumbrado a dormir en ese asiento que no era tan incómodo como parecía.
—Tienes suerte, encontré lo que necesitaba -Me habló mientras entraba en el auto.
Le mostré mi dedo pulgar en señal de aprobación y regresé a mi posición anterior. Al menos había dormido bien la noche anterior, no en un hotel, pero estaba conforme. Tomé una de las pastillas y me quedé en el mismo lugar hasta que llegamos al tercer y último lugar en la lista, este debía ser el lugar en donde estaba esa dichosa llave y podía sentir que cada vez estábamos más cerca.
Sebastian se había estacionado un poco lejos de la casa, todos observábamos en silencio. Se veía como una casa normal, común y corriente, pero ellos no salían del auto, era como si estuviesen esperando algo importante.
—¿Por qué no salimos?. Estamos perdiendo tiempo.
—Shhhh... -Los dos se precipitaron a callarme y volvieron a su posición inicial.
—Esa no es una casa común y corriente, Daniel -Murmuró Sebastian aún con la mirada clavada en el lugar- Hay cazadores por doquier, está deber ser una de sus guaridas.
—¿Como demonios se convirtió la casa de mi padre en una guarida para cazadores?
Ninguno respondió, solo continuaban viendo hacia la casa y yo morí ignorado. Toda la gente entrando y saliendo de la casa me confirmaron que él tenía razón. Íbamos de mal en peor con esta búsqueda.
—¿Como demonios entraremos ahí con todos esos cazadores?. Nunca tendremos esa llave.
—Crearemos un plan, encontraremos una manera de entrar -Sebastian al fin presto atención a mi.
Nos alejamos de ahí como si sólo fuésemos de paso. Había gente vestida de negro, algunos trajes se veían bien, debía recalcar eso, pero sabia que eran crueles y que si nos descubrían no tendrían ni una pizca de piedad, me preocupaba más por ellos que por mi. Estaban en la entrada de la casa, con algunas armas sus manos, vigilando. Pasar por ese lugar me había provocado escalofríos, parecía que eran muchos y no tenia ni idea de como entraríamos sin ser vistos.
Nos alojamos en una parte alejada de un pequeño bosque, en realidad si estaba muy lejos de ahí. El césped se veía húmedo, como si hubiese llovido o algo así, el claro no era muy grande y habían muchos árboles rodeando el lugar, junto a algunos arbustos, tenían unas pequeñas frutas de color azul, pero preferí no arriesgarme y dejarlas ahí. El auto estaba oculto con una especia de camuflaje que lo hacía invisible, era un hechizo de Sebastian y parecía ser muy útil. Ya estaba oscureciendo y no llevábamos mucho tiempo ahí, el tiempo estaba pasando muy rápido y eso era malo. Habíamos quedado con llevar a cabo nuestro plan esa misma noche, no podíamos esperar más.
—Bien, repasemos el plan -Sebastian estaba de pie frente a nosotros.
Ya llevábamos un rato ahí, buscando alternativas para llevar a cabo todo esto. Isabel y yo nos recargabamos contra la puerta del auto que ahora era invisible, seguramente se vería muy extraño desde otro ángulo. Todos estábamos nerviosos, podía sentirlo, apuesto a que nadie pensó que encontraríamos tantos cazadores en ese lugar, justamente ahí.
Pero, todas las ideas no eran más que ideas inciertas e inconclusas, siempre había un desperfecto y aunque quería no podía aportar nada. Podíamos atacar, hacer que el tiempo se detuviese como lo hizo Sebastian en mi casa, ponerlos a dormir, matarlos, pero ninguna funcionaría del todo, eran muchos puntos en contra.
—Asi no lograremos nada aparte de que nos atrapen -Isabel soltó un suave gruñido alejándose unos pasos del auto y de mí.
—Sebastian, no tenemos un buen plan. Sé que no he aportado muchas ideas, pero creo que hasta tú lo aceptas.