El interior de la casa era increíblemente grande. Podía jurar que por fuera no se veía tan grande y los muebles se veían muy finos, todo era fino en ese lugar. Estábamos sentados en un sofá individual cada uno, separados por la mesa en el medio de la sala. Abby entró con una bandeja en sus manos, traía dos tazas de café y dos platos con una rebanada de pastel en ellos. Ella los dejó sobre la mesa frente a cada uno y Sebastian fue el primero en beber del café. Este tenía un sabor extraño, pero nada fuera de lo común o algo preocupante, aunque un pequeño sentimiento de que nos dieran veneno me hizo dudar y pareció que Abby lo notó.
—Tranquilo, Daniel. No los envenenare, pueden comer tranquilos. Él no tardará en llegar.
—Por cierto, Abby. ¿Qué haces tú aquí?, ¿Trabajas con Seth?
—No exactamente -Ella soltó una suave risita y se sentó en el sofá del medio- Él no es mi jefe, yo sólo lo ayudo porque tengo una pequeña deuda con él y aunque no me pidiera que le pagará, yo quise hacerlo.
—Perdona por parecer tan entrometidos -Interrumpió Sebastian dejando la taza de café sobre el plato en la mesa.
—No te preocupes. Es de esperarse que Daniel tenga muchas preguntas en cuanto a esto. Sabía que llegarían aquí, por eso los ayudé en aquella fiesta. Yo lo vi.
—¿Eres adivina o qué? -La miré bastante confundido y ella sólo negó.
—Algo así. Soy vidente, ese es mi don. Aunque, ir a esa fiesta no fue una pésima idea. Divertirse de vez en cuando no es malo.
—Sabias que vendríamos -Asentí repitiendo lo que decía mientras pensaba en la posibilidad de que ella supiera lo de Isabel y no dijera nada.
Bebí un largo sorbo de mi café el cual ya estaba un poco más frío. El lugar se había quedado en completo silencio por un momento. Unos suaves pasos se hicieron presentes en la habitación, pero resaltó aún más una voz grave y bastante fuerte.
—Ella no lo sabía. La muerte de Isabel era un tema desconocido para ambos.
Abby se levantó de su asiento en ese momento y yo sólo voltee hacia el lugar de donde provenía esa voz. Era como si hubiese leído mis pensamientos y eso me asustaba, no quería tener a nadie dentro de mi cabeza. Sebastian también se levantó de su asiento y yo hice lo mismo. Era más que obvio que él era Seth.
—Sebastian Dankworth. Que grata sorpresa -Se acercó a Sebastian y extendió su mano.
Era de la misma altura de él, tal vez unos centímetros más a alto. Vestía un traje azul demasiado claro, era más bien como blanco comparado al color azul intenso de sus ojos, era hipnotizante y tan pacifico. Tanto como el ambiente de todo el lugar.
—Me sorprende que sea grata para ti -Sebastian tomó su mano con cierta desconfianza.
—No creas en todo lo que la gente dice, Dankworth. Estoy de buen humor.
Seth soltó la mano de Sebastian y dirigió su mirada hacia mí. Se acercó lentamente viéndome de pies a cabeza, como si estuviese escaneándome lo cual era muy incómodo aunque en menos de una semana muchas personas ya lo habían hecho.
—Me gusta el color de tu cabello. Te queda muy bien.
Yo seguía mirándolo intentando procesar lo que había dicho, pero solo había un comentario sobre mi cabello. Nada importante y relevante de todo lo que había y lo primero que menciona es mi cabello.
—¿En serio él es el hijo de Jackson Birdwhistle?. Me lo imaginaba diferente, aunque si se parece en mucho a su padre. Si no fuera por tu cara aseguraría que no eres su hijo –Apretó mis mejillas y yo debía aguantarme.
—Muchos me han dicho que me parezco a mi padre –Pase mi mano por mi mejilla para calmar un poco el dolor que había quedado.
—Como sea, te parezcas o no espero seas igual de poderoso que él. Es algo que debo aceptar.
—Ehhh… Seth. Me gustaría hablar contigo un rato, a solas –Sebastian se encargó de interrumpir el momento. Se veía bastante serio, pero como si algo le preocupara.
Luego de un rato, Abby y yo estábamos en el jardín. Ella regaba algunas flores mientras yo la veía. Ninguno se había tomado la tarea de hablarle al otro y agradecía mucho que ella tomara la iniciativa de empezar.
—Lamento lo de tu amiga. Sé que la apreciabas mucho –Dejo las flores para prestarme atención.
—Gracias, Abby -Y eso fue lo único que pude decir antes de uqe se me ocurriera preguntarle cómo había terminado con Seth ahí. Pero parecía como si ella quisiera contármelo todo.
—Parece que van tardar mucho ahí adentro –Dejo algunas flores en una pequeña cesta.
—¿De qué crees que estén hablando? Parece ser muy importante y secreto.
—Para ser sincera no tengo ni la más mínima idea. No creo saber más que tú.
Me perdí en las flores que llenaban la cesta y en el movimiento, ella las cortaba y las ponía en la cesta. Excepto por las rosas, a las que les quitaba las espinas y pensé que ese era un buen momento para preguntar lo que quería saber.