La verdad entre las sombras

Two (2)

Madison "Maddy" King:

El día en el restaurante había sido... intenso. No sabía si estaba más cansada por las órdenes interminables o por tener que procesar tantas caras nuevas. Olivia parecía sacada de un libro de dueños estrictos, Sofi no paraba de hablar ni un segundo, Ethan... bueno, no hace falta decir mucho sobre él, y Ashley era más tranquila, aunque parecía tener un radar para las miradas incómodas. Algo me decía que detrás de esos ojos había más de lo que dejaba ver.

Cuando Sofi me invitó a la celebración de la noche, acepté por cortesía. A decir verdad, solo quería llegar a casa, meterme en la ducha y desaparecer en mi cama. Pero no podía negar que algo en ese grupo... no sé, me intrigaba.

Volví a casa pedaleando. El pueblo era tan pequeño que todo estaba a unos minutos de distancia. El aire fresco de la tarde me despejó un poco, pero las piernas me temblaban del cansancio. "¿En qué me metí?", pensé mientras dejaba la bicicleta afuera y entraba a casa.

El baño fue lo mejor del día. Me quedé un rato bajo el agua caliente, dejando que la tensión se fuera por el desagüe. Cuando salí, me miré al espejo.

Siempre fui delgada, piel canela, con esos dos mechones blancos que heredé de mi mamá (según mi hermano, me hacen parecer una bruja de cómic... gracias, Nate). Mi pelo, largo y lacio, caía como una cortina negra sobre mi espalda. Mi abdomen... bueno, un poco marcado, de tanto andar en bici y correr de un lado a otro en las ciudades donde viví antes. Nada del otro mundo.

Suspiré. "Algo simple y cómodo". Abrí el armario y elegí unos jeans ajustados y una camiseta blanca que dejaba ver un poco mi clavícula. Suficiente para una fiesta en un parque.

Pedaleé de vuelta al centro del pueblo. Las luces ya comenzaban a encenderse y la gente empezaba a llenar el lugar. Fuegos artificiales, puestos de comida, música en vivo... Todo parecía sacado de una postal de "pueblo perfecto".

—¡Maddy! —escuché la voz de Sofi a lo lejos.

Me giré y ahí estaba, con su sonrisa de influencer, móvil en mano.

—¡Hola! Estás hermosa —dijo mientras se acercaba y sin pedirme permiso, se tiró una selfie conmigo—. ¿Lista para la noche?

—Supongo —sonreí un poco, incómoda. No estaba acostumbrada a estar en el foco.

Sofi revisó la foto en su teléfono, claramente satisfecha.

—Bueno, Ethan está por allá en sus cosas que no quieres ver... créeme —dijo señalando hacia algún rincón del parque—. Y por allá están las chicas. ¡Vamos!

Me reí. No sé por qué, pero esa vibra caótica de Sofi empezaba a contagiarme.

—Vale, pero ¿qué "cosas" exactamente? —pregunté.

—Shh, mejor ni preguntes —rió, agarrándome del brazo y llevándome hacia las luces—. ¡Esta noche va a ser interesante!

El parque estaba iluminado con luces de colores y el aire olía a algodón de azúcar, frituras y pólvora. Familias, niños corriendo con bengalas, parejas tomados de la mano… todo parecía sacado de una película. Pero había algo que no encajaba. No sabía qué era. Un presentimiento. Como cuando entras a una habitación donde alguien estuvo discutiendo y el aire se siente distinto. Denso.

Sofi me arrastró entre la multitud hasta donde estaban Ashley y Olivia. Nos saludamos y todas charlaban animadas, pero yo no podía dejar de mirar hacia un extremo del parque. Entre los árboles. Había algo… o alguien.

Una figura.

Oscura. Quietísima.

No era parte de la decoración. No se movía. No tenía linternas ni luces. Solo estaba ahí, inmóvil, como si mirara directo hacia nosotros.

Parpadeé.

Ya no estaba.

Tragué saliva y fingí una sonrisa mientras me acomodaba el pelo.

—¿Estás bien? —me preguntó Ashley, con el ceño ligeramente fruncido.

—Sí —mentí—. Solo creí ver a alguien. Pero seguro era un árbol raro. O mi imaginación.

Pero yo no podía quitarme esa sensación.

Ese frío.

Ese vacío raro en el estómago, como cuando algo no está bien.

Miré de nuevo hacia donde había estado la figura… y algo brilló brevemente entre los árboles. Una luz tenue, azulada. Como un destello.

Esta vez no lo imaginé.

—Chicos —dije, pero nadie me oyó. Estaban embobados con el espectáculo en el cielo.

Me giré hacia Ashley, pero ella también tenía la mirada hacia arriba.

Yo, en cambio, volví a mirar hacia los árboles. Y entonces lo escuché.

Mi nombre. Susurrado. Como si el viento me lo hubiese traído:

“Maddy…”

Me congelé.....

Después de ese susurro que me heló la sangre, un estruendo me sacó del trance. Un fuego artificial explotó justo encima de nosotros con tanta fuerza que me sobresalté.

En ese momento, estalló el primer fuego artificial y todos miraron al cielo. Colores brillantes lo pintaron de rojo, azul y dorado. Sofi sacó su teléfono y empezó a grabar.

Ethan apareció por detrás con dos vasos de soda y una sonrisa sobradora, como si no pudiera importarle menos el mundo.

—¿Lindos, no? —dijo Ethan apareciendo de la nada, tambaleándose un poco, con una sonrisa ebria pintada en la cara.

No respondí. No podía. Aún sentía el eco de esa voz en mi cabeza. Maddy... Lo había escuchado, lo juraría.

La noche siguió su curso como si nada. Risas, luces, música. Pero yo estaba en otra parte. Metida en mis pensamientos. O en mis miedos, quizá.

Pasadas las once, Olivia nos llamó. Ethan estaba borracho, riéndose solo, así que ella decidió llevarnos a todos a casa usando su auto, aunque fuera el de él. Antes, dijo que tenía que pasar por el restaurante a buscar algo.

Montarnos fue un caos: Sofi hablaba sin parar, Ashley tenía cara de cansancio, y yo seguía mirando por la ventana, intentando entender qué había visto... o escuchado.

Una vez en marcha, el ambiente en el carro cambió. No sé si fue por el cansancio o por otra cosa, pero se sentía extraño. Silencioso. Demasiado.

De pronto, un ruido fuerte —un crujido seco, como huesos rompiéndose bajo las llantas— nos sacudió.



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En el texto hay: mucho misterio

Editado: 12.05.2025

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