La verdad entre las sombras

Three (3)

---

Perspectiva de Maddy King

Todo se detuvo. Literalmente.

El cuerpo estaba ahí, tendido sobre el asfalto, quieto, demasiado quieto. Y aunque Olivia había sido la que manejaba, aunque ninguno de nosotros lo vio hasta el último segundo, yo no podía dejar de pensar en que algo no cuadraba. No del todo.

Me adelanté, ignorando a Sophia que empezaba a sollozar detrás. Olivia seguía de rodillas, en shock. Ashley no se movía. Ethan apenas salía del auto, tambaleándose como un niño perdido.

Me agaché junto al cuerpo. Había algo raro en él. No solo por cómo estaba caído. Era la rigidez. El color de la piel. El hecho de que no parecía… reciente.

—Esto no tiene sentido… —susurré, más para mí que para los demás.

Encendí la linterna de mi celular y deslicé el haz de luz alrededor del cuerpo. Y ahí estaban. Marcas.

El suelo era seco, la tierra dura, pero se notaba: el cuerpo había sido arrastrado. No desde el bosque, no desde un lado de la carretera… desde detrás. Como si alguien lo hubiese dejado justo en medio del camino. Como si estuviera puesto allí para que lo encontráramos.

Y había algo más.

Un líquido oscuro. Espeso. No era sangre. No tenía la textura ni el color correcto. Me incliné un poco más, enfocándolo con la luz.

—Esto… esto no es normal —dije—. No es sangre. Parece… aceite. O algo más espeso.

—¿Ya estaba muerto? —escuché a Ashley murmurar detrás de mí.

No respondí. Mi mente estaba yendo a mil. Si esto fuera un caso clínico o un experimento, podría analizarlo mejor. Pero ahora no. Ahora estábamos solos, en medio de la carretera, con un cadáver al frente y una situación completamente fuera de control.

Y entonces lo escuché.

Un crujido. Seco. Preciso. Viniendo del bosque, a pocos metros de donde estábamos.

Me puse de pie de inmediato, girando hacia el sonido. Levanté la linterna, enfocando entre los árboles.

Nada.

Pero lo había oído. Lo sabíamos todos. Porque todos nos quedamos quietos al mismo tiempo. En tensión.

—¿Hay alguien ahí? —pregunté. Mi voz sonó más firme de lo que me sentía.

Ni una hoja se movió. Ni un pájaro. Nada.

Y por primera vez… me sentí observada.

Fue solo un crujido. Uno. Y bastó para que todos nos tensáramos como si esperáramos que algo —o alguien— saliera de entre los árboles.

Entonces, la puerta del auto se abrió con un chirrido oxidado. Nos giramos de golpe, sobresaltadas, cuando Ethan salió tambaleándose, con la camisa medio desabotonada y los ojos entrecerrados.

—¿Oigan… por qué nos detenemos? —preguntó, con la voz pastosa.

Sophie se giró hacia él, los ojos empañados por lágrimas.

—¿¡Qué no puedes verlo!? —sollozó—. ¡Acabamos de matar a alguien!

Ethan parpadeó, mirándonos a todas como si habláramos en otro idioma. Se pasó una mano por la cara, intentando sacudirse la borrachera.

Y entonces… rió.

—Están drogadas, ¿verdad? —soltó, casi divertido—. ¡Yo no veo nada!

Se volvió al auto y entró de nuevo, gritando desde la ventana bajada:

—¡Y el borracho soy yo!

Me giré, confundida, buscando de nuevo el cuerpo. Pero… ya no estaba.

—¿Qué…? —susurré.

No había rastro de él. Ninguna marca. Ninguna mancha. Nada.

El suelo estaba seco, como si nunca hubiera habido nadie ahí. Como si lo hubiéramos imaginado. Un segundo antes estaba tirado frente a nosotras. Y ahora, se había esfumado.

Sophie empezó a temblar. Se abrazaba a sí misma y murmuraba en voz baja, una y otra vez:

—Ay no, ay no, ay no…

Olivia reaccionó primero. Su voz salió firme, pero cargada de miedo.

—¡Al auto! ¡Ya!

Corrimos. Nadie dijo nada más. Subimos y cerramos las puertas como si eso pudiera protegernos de lo que fuera que acababa de pasar.

El camino hasta el restaurante fue un túnel de tensión. Nadie hablaba. Solo se oía el motor y los pensamientos, retumbando en nuestras cabezas.

Yo trataba de buscarle lógica. Pero no había lógica para eso.

Y aún así… algo dentro de mí sabía que esto no había terminado.

narrador

El restaurante estaba oscuro, solo iluminado por la luz tenue de una lámpara que Olivia había olvidado apagar. Todos entraron apurados, sin decir palabra, como si temieran que algo los persiguiera desde la carretera.

Se sentaron en la primera mesa frente a la entrada, aún con el pulso acelerado. Sophie no dejaba de mirar hacia la puerta, temblando. Maddy la observó de reojo, con la mente llena de preguntas.

El silencio era espeso. Incómodo. Hasta que Ethan, con la borrachera empezando a desvanecerse, rompió el mutismo.

—Esperen… ¿en serio había un cuerpo ahí? —preguntó, con la voz más clara que antes.

Sophie levantó la cabeza. Sus ojos aún estaban húmedos.

—Es el fantasma del 4 de julio —dijo, convencida.

—¿Ah? —respondió Maddy, frunciendo el ceño.

Olivia se levantó de golpe, molesta.

—¿Cómo puedes creer eso? ¡Son historias para asustar a los niños y que obedezcan a sus padres!

Sophie también se puso de pie, sus manos apretadas en puños.

—¿Y qué explicación le das a lo que acabamos de ver?

Maddy se cruzó de brazos.

—¿Qué historia?

Ashley tragó saliva antes de hablar. Su voz era baja, tensa.

—Todos los pueblos tienen una historia... y la nuestra dice que cada 4 de julio aparece un fantasma. Un hombre muerto hace muchos años…

Sophie la interrumpió, su voz temblorosa.

—Jon. El fantasma. Dicen que se les aparece a varias personas cada año... y esas personas nunca vuelven a aparecer.

—¿Y por qué? ¿Por qué aparecen o desaparecen? —preguntó Maddy, intentando mantener la lógica en medio del caos.

Ashley la miró.

—Porque su muerte no fue vengada. Aparece cada año buscando a alguien que haga justicia por él…

Maddy frunció el ceño.

—¿Y cómo murió?

—¿En serio te estás creyendo eso? —interrumpió Olivia, claramente irritada.



#755 en Thriller
#342 en Misterio
#194 en Paranormal

En el texto hay: mucho misterio

Editado: 12.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.