"No desperté de golpe. Volví en partes. Y cada parte traía consigo una razón para quedarme."
Estar despierta no es lo mismo que estar bien.
Abrir los ojos es solo el primer paso. Después viene el ruido, el peso, el cuerpo que se siente ajeno y los recuerdos que llegan en desorden. Mi mente iba más rápido que mis músculos, y cada pensamiento era una corriente eléctrica que no encontraba dónde aterrizar.
Todo dolía. El cuerpo. El alma. Las ausencias. Lo que pasó y lo que no.
Grace fue la primera en notarlo. Ya no hablaba como antes. Ya no llenaba los espacios con chismes ni anécdotas. Me miraba como si esperara que yo regresara completa, entera, igual a antes. Pero yo ya no era esa.
—¿Estás bien? —preguntó con voz suave, como si la respuesta le diera miedo.
Moví la cabeza. Ni sí, ni no. Solo... confusión.
—Está bien si no sabes cómo estás. Yo tampoco lo sabría.
Quise agradecerle. Pero no tenía las palabras correctas.
El médico habló de recuperación. Fisioterapia. Terapia ocupacional. Pruebas. Evaluaciones. Era como si al despertar me hubieran inscrito en una competencia que no sabía que existía.
Lina tomaba nota de todo. Rachael preguntaba cosas técnicas. Matías me miraba de lejos, como si aún no creyera que yo estaba ahí. Como si tuviera miedo de que me desvaneciera frente a ellos.
Y Kevin... Kevin me sonreía con tristeza. Como si el reencuentro no fuera suficiente. Como si mi presencia no fuera la misma que él había esperado durante meses.
—Pensé que volverías y todo encajaría —me dijo cuando por fin se animó a quedarse a solas conmigo—. Pero te siento... lejana. Como si tu cuerpo estuviera aquí, pero tú todavía no hubieras regresado del todo.
Tenía razón.
En mi cabeza, la línea entre el sueño y la vigilia todavía estaba borrosa. A veces confundía sus cartas con recuerdos reales. A veces recordaba sus caricias que nunca ocurrieron. A veces dudaba si lo que sentí dormida era amor... o solo necesidad.
—No sé quién era antes —le dije, por fin—. Y tengo miedo de no saber quién soy ahora.
Kevin se acercó. Me tocó la frente. Sus ojos eran un mar calmo, pero hondo.
—Entonces descubrilo conmigo. Desde cero, si hace falta.
Y ahí, por primera vez desde que desperté, sentí algo más fuerte que el miedo: esperanza.