No pudieron darle más relevancia al asunto, pues todos tenían tareas más importantes que atender.
La policía debía continuar su trabajo, Arlet debía buscar unos libros en la academia y, al estar próximos a las 4 pm, Yeik y Yésika debían dirigirse allí también, para practicar magnen dentro del gran gimnasio. Sin embargo, debido a la anterior situación vivida, el par de amigos se ofreció a acompañar a Arlet, quien no dudó en aceptar.
Mientras Yeik y Yésika iban conversando tranquilamente, ella solo los observaba ¿Cómo era posible que después de tal situación estén tan tranquilos? Sin embargo, se contestó la pregunta ella sola al dejar fluir sus pensamientos. Tanto la chica como el chico habían dado un gigantesco salto por sobre aquel muro, sumado a que los movimientos de cada uno también habían sido extremadamente coordinados y veloces. Tan veloces que ninguna de las matonas pudo siquiera reaccionar. Y ella sabía que esa aptutid física no era posible en ninguna persona corriente, salvo para aquellos que practicaran magnen.
Eso era lo que los mantenía tranquilos: eran combatientes, ya estaban preparados para esas situaciones.
Al llegar a la entrada de la academia estatal de Gaudiúminis, Arlet despidió a Yeik y a Yésika para que continuaran con sus respectivas obligaciones. No obstante, la pequeña muchachita de pelo oscuro se detuvo antes de sumergirse en los pasillos del gran edificio en búsqueda de la biblioteca. Observó cómo el par que la había rescatado se dirigía apresuradamente al gimnasio.
Entonces, no pudo evitar recordar la reciente situación vivida y lo indefensa que era. Debía hacer algo al respecto.
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—Hasta el próximo mes no quiero volver a verlos juntos. No me interesa si son mejores amigos o lo que sea ¿Acaso piensan que siempre van a pelear con el mismo rival? —les dijo el entrenador en tono muy elevado, mientras buscaba a alguien por el salón—. ¡Tú! ¡Loena! Vas con Yésika.
—¡Sí, maestro! —respondió una voz femenina.
—Y tú, Yeik, vas a ir con el nuevo. —El entrenador inmediatamente después de sus palabras, dirigió su dedo índice en dirección a las escaleras del gimnasio, en las que se encontraba sentado el ya conocido Rai Apraiz, que parecía haber estado mirándo la situación desde hace rato, aunque con una expresión despreocupada. Luego de que su maestro se alejara, Yeik dejó escapar un suspiro.
—¡Bueno! Parece que hoy será una entretenida tarde —dijo sin perder su característico optimismo que siempre lo acompañaba.
Él comenzó a caminar hacia las escaleras cuando repentinamente las palabras de Yésika le recordaron algo: Rai era un chico con mucha fuerza. Y teniendo esto en cuenta, Yeik fue a buscar un brazalete de defensa en la utilería del gimnasio.
Por las dudas.
Ya en el segundo piso del gimnasio, encontró a Rai echado en un asiento de una pequeña tribuna mientras veía fijamente a un reloj que colgaba en una pared.
—¿Rai? —preguntó el de pelo azul sin obtener respuesta alguna—. Ey ¿Te la vas a pasar descansando ahí toda la clase?
Siguió sin conseguir más que silencio. Pero cuando estaba ya por levantar la voz, lo interrumpió:
—¿Por qué te pusiste el brazalete? —dijo el chico de pelo celeste, que dejó totalmente asombrado a su retador—. Tú no usas defensa para pelear, Yeik.
—¿Qué? ¿Hay algún problema en que la use?
Rai, como si Yeik hubiese dicho una tontería, dio un suspiro y se levantó perezosamente de la tribuna.
—No importa. Vayamos a pelear. Ya es el momento.
Finalmente ambos entraron al círculo de batalla con sus respectivas armas. La figura geométrica marcada en el suelo contaba con aproximadamente 20 metros de diámetro. Ambos se pararon en el centro a 4 metros de distancia entre ellos, pauta reglamentada para comenzar la pelea en magnen. Pero mientras el combatiente de pelo azul desenvainaba su espada, el de pelo celeste solo lo observaba con una leve pero notable mueca de sonrisa.
—¿Y? ¿Vas a pelear o no? —insitió Yeik nuevamente.
—¿Por qué no vino Gache?
—¿Importa?
— Fue divertido pelear con él ¿Qué le pasó?
—Está enfermo, no vendrá ¿Podrías...?
—Je —soltó Rai en una carcajada—. Enfermedad le dicen ahora.
—¿Vas a comenzar algún día o qué?
En ese momento, si Rai tenía alguna mueca en el rostro, la perdió en el instante. Acto seguido, empuñó su espada y atacó a Yeik con un veloz movimiento barrido de su arma hacia adelante. Por suerte, el de pelo azul tuvo la suficiente reacción para cubrirse del golpe con el brazalete que había conseguido, pero la potencia del golpe de Rai lo sacó fuera del círculo inmediatamente. La muñequera del combatiente quedó abollada en su antebrazo.
—¡Ey! ¡¿Qué te sucede?! —reclamó el de pelo azul, ya fuera del círculo.