1 am.
Gache se encontraba en ese momento en el enorme taller de su casa. Estaba en total oscuridad a excepción de un foco que iluminaba de manera encandilante su escritorio. Mientras volteaba la mirada a su cuaderno una y otra vez, éste iba realizando maniobras con un destornillador y una pequeña soldadora.
Estaba trabajando sobre una especie de guante largo y blanco.
Más allá de practicar magnen, Gache tenía otras peculiaridades –además de su acento particular de Verumis, su ciudad de origen-. Él era alguien muy inteligente, y a esto se le sumaba su extrema fascinación por experimentar.
Sin embargo, mientras seguía trabajando sobre aquel bulto blanco, sintió una presencia detrás de él. Sabía con una especie de sexto sentido que alguien lo estaba observando desde atrás y que no iba a detenerse. Entonces, en un movimiento fugaz, Gache volteó la copa de la lámpara hacia sus espaldas y giró rápidamente mientras apuntaba al intruso con su puntiagudo soldador.
Como era de esperarse, la persona en cuestión no era más que el joven Yeik Lix, que quedó tan inmóvil como una piedra.
—La próxima vez que entrés sin avisarme, este soldador quedará incrustado en tu ojo ¿Entendido?
—Lo siento —respondió el de pelo azul con una gran y nerviosa sonrisa en su rostro.
—Ya, podés mover los músculos si querés —dijo Gache con alegría mientras bajaba su herramienta y le tendía la mano para saludarlo. Sin embargo, al tener arremangada la manga de su buzo, dejó el brazo totalmente al descubierto, mostrando una serie de grandes moretones que Yeik no pudo evitar ver:
—¡Gache! ¿Qué te pasó?
—¿Qué? —dijo extrañado— ¿Qué co...?
Gache había olvidado el estado de su brazo. Y cuando lo vio se quedó inmóvil. Lo habían agarrado con las manos en la masa y su compañero se había dado cuenta:
—Muéstrame el otro brazo.
El canoso dudó unos instantes, pero no pudo contra su propio orgullo. No podía ocultarle la verdad a su propio amigo, por lo que levantó el otro brazo, también arremangado.
—¡Estás lleno de moretones!
Gache mantenía su silencio, resignado. Yeik iba a preguntarle por qué sus extremidades estaban en tal condición, hasta que repentinamente vinieron varias imágenes a su mente: cuanto Rai le preguntó a Gache por sus brazos, cuando le resfregó en la cara que no había podido ganar ni una sola ronda y cuando él mismo conversó con él.
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—Está enfermo, no vendrá ¿Podrías...?
—Je, enfermedad le dicen ahora.
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—¿Entonces no estabas enfermo? —dijo sorprendido el de pelo azul—. ¿Rai te hizo eso?
—No lo nombrés a ese pelotudo. Está prohibido en esta casa... o en este taller por lo menos— dijo el canoso medio en broma, medio en serio.
—Tranquilo —respondió Yeik con una pequeña mueca sonriente—. Comparto tu mismo sentimiento. Hoy ese idiota me ha metido en un problema de los buenos.
—¿Qué? ¿Has estado con él hoy? ¿Qué te hizo?
—¿No te enteraste? Probablemente me sancionen del magnen por un año por partirle la cabeza.
Gache enmudeció. Por un momento entrecerró los ojos y avanzó un poco su cabeza hacia su compinche.
—Perdón, creo que no escuché bien ¿Qué djiste? —preguntó el delgado chico con mucho énfasis.
—Que me van a sancionar del magnen por partirle la cabeza a Rai.
Ambos sintieron que el silencio se hacía cada vez más profundo en aquél lugar.
—Vos me estás cargando —contestó Gache, todavía incrédulo.
—No. De verdad.
—¿De verdad?
—De verdad.
Yeik no lograba convencer a su amigo aún, quien llevó su mano al mentón y entrecerró aún más sus ojos. Entonces, preguntó para reconfirmar la noticia:
—¿Del magnen?
—Sí, del magnen
El silencio volvió a apoderarse del taller. Gache aún un poquitín desconcertado, se volteó a buscar una botella de agua que estaba en su escritorio, la abrió y bebió un poco para comenzar a hacer buches
—Gache ¿se puede saber qué...?
Sin embargo, su amigo lo interrumpió con una seña, indicándole que debía esperar. Entonces, mientras seguía haciendo buches, miró el techo, puso su mano en su quijada demostrando grandes signos de razonamiento y, finalmente, escupió el agua hacia un costado.
—¿¡Le partiste la cabeza a Rai!? ¿Cómo es posible que la única vez que no vaya a practicar pasen cosas como estas?
—Gache, no es divertido ¿No escuchaste que van a sancionarme por un año?
Ignorándolo, Gache tomó una silla y se sentó. Acto seguido, tomó otra que estaba cercana a él y la ubicó al frente suyo.
—Sentate Yeik —dijo dándole palmaditas al asiento—. Contame todos los detalles.