En esta ocasión Yeik y Gache se encontraban caminando por las veredas de la ciudad, en dirección a la gran academia estatal de Gaudiúminis y listos para su primera hora de clases. Sin embargo, a Yeik se lo podía notar más callado de lo normal. De hecho, que estuviera callado ya era extraño; su característico buen humor siempre lo mantenía charlando y contando bromas, a la vez que se paseaba de un lado a otro.
Pero este no era el caso. La seriedad que demostraba su monótona forma de caminar y su expresión vacía mataba toda la alegría que le pasaba cerca, tanto que su delgado amigo tuvo que intercambiar papeles con él para animarlo un poco. Entonces, con una sonrisa, golpeó suavemente su hombro:
—Qué angustia llevás encima, pibe —bromeó— ¿Qué te pasa?
No pudo conseguir una respuesta, por lo que Gache dedujo que definitivamente estaba pensando otra vez en lo mismo.
—¿Sabés algo? Aunque no lo parezca, también me preocupa Yésika —dijo tomando el hombro de Yeik—. Ya se le va a pasar, chavón. Solo hay que esperar un poco más.
—¿Esperar más? —Yeik se detuvo súbitamente y le apartó la mano del hombro a su compañero—. Gache, no puedo esperar más. Ya ha pasado un mes y lo único que ha mejorado es la amistad entre Yésika y Rai.
—Bueno, che, tampoco es que se acaba el mundo por eso. No seás exagerado.
—¿Exagerado? —reclamó el joven Lix en voz alta—. Ya no comemos juntos, ya no estudiamos juntos, no entrenamos juntos ¡Ni siquiera estamos juntos en la academia! —Yeik hundió las manos en los bolsillos y comenzó a moverse rígidamente hacia adelante. Gache lo siguió—. Pero Yésika sí se encuentra con Rai, entrena con Rai...
—Y vos pasás mucho más tiempo con Arlet —interrumpió su delgado amigo.
—¿Cómo dices?
—Es a ella quien Yess le tiene celos ¿No?
—Pero con ella no pasa nada y lo sabes —le contestó Yeik con una mirada sobradora—. No digas tonterías
—Yo lo sé —recalcó el de blancos cabellos, encogiéndose de hombros—. Pero dudo mucho que Yésika o el resto del instituto lo vean tan así.
—Le doy la razón.
Ambos voltearon inmediatamente hacia donde se ubicaba la tercera voz entrometida. Ya estaban frente a las escaleras de la academia cuando se percataron que aquella interrupción provenía de Rai, quien se encontraba sentado en uno de los escalones, mirando su reloj de muñeca. Luego de unos segundos, dirigió la mirada hacia los combatientes:
—¿Les digo la verdad?
—Rai ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo Yeik, disgustado.
—Pues... nada. Ahora estaba escuchándolos —contestó chico con una sonrisa relajada—. Parecen preocupados ¿No quieren que les diga la verdad?
—¿La verdad sobre qué?
—Hablo de Yésika, Yeik ¿Te digo la verdad sí o no?
Ambos amigos se miraron y dejaron en claro que no tenían idea de lo que quería decir realmente. No obstante, el joven Lix procedió a mover su cabeza de manera afirmativa para que, luego de un pequeño suspenso, el de cabello celeste dijera las siguientes palabras:
—"La verdad".
Yeik y Gache esperaron, quizás, a que dijera algo más para tratar de encontrarle algún sentido al estúpido e inoportuno chiste que Rai había utilizado para interrumpir su conversación.
—Mira, idiota, en estos momentos no estoy de muy buen humor. Así que si no tienes nada que decirme, mejor no me hables ¿Quieres? —dijo Yeik, tajante.
—¡Ey! Tranquilo —dijo Rai soltando una carcajada—. Solo era una broma. Te diré la verdad... aunque en realidad ya te la dije.
Rai comenzó a reírse de su propia ocurrencia. Sin embargo, viendo que ninguno de sus compañeros lo observaban con gracia alguna, volvió a su seriedad de siempre:
—Gache tiene razón. Yésika no mira con buenos ojos el hecho de que te hayas hecho tan "amigo" de Arlet.
—Bueno, tampoco lo dije así —retrucó el chico delgado—. Yeik solo la entrena en magnen...
—Y habla con ella en clases, en los recreos... él sabe bien qué es lo que hace con Arlet —afirmó Rai.
—Es simple —contestó rápidamente Yeik—. Si Arlet quiere hablarme, yo no se lo voy a negar. Además, ya intenté mil veces hablar con Yésika; yo no tengo la culpa de que ella no quiera hablarme.
—Si tienes la culpa o no de que Yésika no te hable no es mi problema. Solo venía a decirte "la verdad"
Rai, luego de mirar su reloj de muñeca, se levantó repentinamente del escalón y subió cuesta arriba hacia la gran entrada del instituto. Sin embargo, antes de continuar su camino, Rai se detuvo para decir unas palabras más:
—Por cierto, es una pena que tú y Yess estén peleados, Yeik. No comprendo qué puede haber pasado para que una persona como ella esté enojada —dijo Rai, quien tomó su barbilla para simular pensamiento—. Resulta extraño ver tan enfadada a alguien tan dulce.